domingo, 22 de septiembre de 2013

Árboles en la ciudad (final)



Nuestras ciudades también están sufriendo en los últimos años procesos de deforestación acelerados.

La primera causa de esta deforestación es la falta de cuidados hacia los árboles, sobre todo el regadío. Muchas especies, al dejar de regarse, mueren. Una de las especies más afectadas son las palmeras, en especial, la palmera canaria (Phoenix canariensis). Aquí no caben las excusas de tipo ecológico, puesto que la mayor parte de estos jardines se riegan con aguas depuradas, y, que yo sepa, el flujo de agua sucia que fluye hasta nuestras depuradoras no ha mermado.

Vertidos de aguas residuales depuradas en Santa Cruz de
Tenerife. Agua sobra cuando la tiramos al mar.
Otra de las causas es la corta deliberada, que muchos ediles han disfrazado con el falso sustantivo de “poda”. Podría señalar algunos casos de estas podas a matarrasa en los últimos tiempos en municipios del Valle de Güímar.
Los que hemos tenido frutales, sabemos que la poda es esencial para que la fruta agrande el tamaño y mejore incluso su sabor, o, sencillamente, para que el árbol tome forma a una altura que permita la recogida del fruto a mano y sin esfuerzo.

Corta salvaje de las pimenteras (Schinus molle) de la recta de Cataño, Güímar. La carretera todavía no se ha concluido, y el paisaje desolado sigue igual.(foto: Dácil)

Sin embargo, en el tratamiento de los árboles urbanos, solo se permitiría en tres supuestos:

a) Dar forma, dirigiendo el desarrollo de la copa, armonizando los espacios de árboles y los equipamientos urbanos. Este trabajo es básico en los primeros años de vida del árbol.

b) Mantenimiento o limpieza (eliminar ramas viejas o secas, y retocar las copas).

c) Seguridad, para prevenir accidentes, siendo similar a la poda de mantenimiento, con la diferencia de que se practica en las ramas vivas. Se eliminan ramas que pueden dañar cables, viviendas, vehículos o transeúntes.

Evidentemente, para ello se debe contar con personal cualificado en jardinería, pero, por lo general, nuestros municipios poseen escaso personal con buenos conocimientos técnicos y sólo quieren resolver sus problemas más inmediatos, realizando verdaderas mutilaciones en los árboles.

Uno de los argumentos que suelen utilizar los ediles arboricidas, cuando ejercen de Atila, es decir que las especies afectadas no son especies nativas, sino exóticas, sin ninguna protección legal. No caen en la cuenta de que muchos de estos árboles son casi centenarios y son elementos simbólicos y representativos. 
La mayor parte de plazas de los pueblos canarios nacieron a finales del Siglo XIX, y los árboles se sembraron cuando el ornato urbano tomaba forma en el urbanismo: la ciudad bella. 

Pondré el ejemplo de un árbol del paraíso (Melia azedarach), también llamado cinamomo o agriaz, que se encontraba junto a la Parroquia del Carmen (Arafo), humilde barrio obrero. Cuando se reformó la iglesia, el árbol se cortó por el tronco. La importancia que tiene este árbol reside en que fue sembrado por los vecinos del barrio, cincuenta años antes, en un lugar donde no existía ni un solo árbol. Por fortuna, el árbol rebrotó y vuelve a lucir una frondosa copa.

Parroquia del Carmen, antes de su reforma. A la derecha se aprecia una rama del árbol del paraíso.

Hay que decir también que los árboles son esenciales tanto en las grandes ciudades como en las pequeñas, ya que estas últimas (poblaciones de tamaño medio, como nuestras cabeceras comarcales: Candelaria, Granadilla, Adeje, Guia de Isora, Icod, La Orotava, Tacoronte…), concentran el tráfico de muchos vehículos de pueblos cercanos que acuden al comercio, o a los servicios que ofrecen. Por tanto, si en estas ciudades se podan los árboles como he descrito con anterioridad, es lógico que la población urbana sufra más intensamente los efectos de la contaminación.

Las podas repetidas pueden llegar a matar el árbol, y aunque se replante (lo que es raro, porque solemos observar muchos alcorques vacíos o con el árbol muerto y reseco), los ejemplares con varias decenas de años no pueden ser compensados por nuevas plantas, ya que la vegetación arbórea requiere de algunos lustros para llegar a la edad adulta y ofrecer los beneficios al paisaje ambiental y social para el cual fue diseñado y creado. 

Jardines abandonados. Las Chumberas, La Laguna.

Cualquier ciudad, sin depender del tamaño que tenga, debe buscar caminos propios de sostenibilidad, y sus ciudadanos deben expresar su preocupación por el medio ambiente que les rodea, buscando un equilibrio que permita a la población mitigar los efectos de los variados tipos de contaminación que sufren. 

Palmeras muertas de sed. Jardines de entrada al Polígono Industrial Valle de Güímar.
Los ayuntamientos deben implementar acciones en los pueblos y en los barrios, que busquen reequilibrar el medio ambiente urbano, buscando organizar la actividad social de forma sostenible, para promover y proteger los árboles urbanos. Cualquier acción encaminada a proteger el medio ambiente urbano, haciendo participes a los ciudadanos, es la forma más auténtica de educación ambiental.
La buena salud de los árboles urbanos está muy relacionada con la calidad de vida y la Administración debe ser el defensor de los derechos ciudadanos, no el causante de los problemas.

Jardines en los bordes del Barranco de Santos: secos y "podados".

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