viernes, 28 de febrero de 2014

LA VEGETACIÓN DE LAS CUMBRES DE ARAFO


Introducción.
El Valle de las Higueras presenta unas especiales condiciones locales que permiten variaciones del clima insular, permitiendo la formación del mar de nubes en el Valle.
Esto ha facilitado el desarrollo de un bosque de lauráceas de carácter xérico (laurisilva termófila del Sur), única en la vertiente Sur de Tenerife, y con diferencias respecto a las formaciones de Teno, Anaga y Norte de la isla.

La cliserie de la vegetación es similar a la que encontramos en comarcas norteñas, como Acentejo o La Orotava, aunque conserva peculiaridades locales del sotavento insular.
Las repoblaciones efectuadas durante los últimos cien años han afectado sensiblemente la disposición original de la vegetación, aumentado considerablemente la superficie de pinar puro, y disminuyendo, sobre todo, los escobonales.

En lo más profundo de los barrancos de Las Gambuesas, Añavingo, Amanse, San Pedro y Los Huecos, donde el mar de nubes tiene un mayor protagonismo, la formación vegetal dominante es el fayal-brezal mezclado con pinar original, apareciendo el madroño (Arbutus canariensis) en especial en los andenes y fajanas de los barrancos.

Junto al madroño podemos encontrar palo blanco (Picconia excelsa), mocanes (Visnea mocanera), acebiños (llex canariensis), follao (Viburnum tinus ssp. rigidum) y más escasos, refugiados en los lugares más húmedos, en especial en el Barranco de Las Gambuesas,  se  localizan algunos laureles (Laurus azorica) y viñátigos (Persea indica).

Esquema de la vegetación de las zonas de alta montaña canaria.

En las partes bajas, el monte verde se mezcla con la vegetación del bosque termófilo canario, dando lugar a ecotonos con sabina (Juniperus turbinata ssp. canariensis), acebuche (Olea europaea ssp. cerassiformis), almácigo (Pistacia atlántica) y guaydil (Convolvulus floridus).
Las comunidades del piso basal han ampliado su distribución altitudinal colonizando terrenos potenciales en etapas regresivas, en detrimento de las formaciones vegetales del piso termófilo, por lo que es posible apreciar tabaibas amargas sobre los 700 metros de altitud.

Las comunidades vegetales no presentan unos límites claros, entremezclándose unas con otras en formaciones mixtas, debido a la dialéctica que se ha producido durante milenios entre los elementos del medio natural, como la pendiente, los suelos, el clima, la vegetación, la fauna, y los usos humanos del territorio.

Evidentemente, algunas especies, más oportunistas o resistentes se han adaptado mejor a la convivencia con el ser humano y son las que presentan una distribución mayor en el paisaje.

En las zonas más escarpadas, domina la vegetación arbustiva, en este caso, escobonales y codesares.

 El retamar.
Se encuentra muy constreñido a ciertos lugares de Ayosa, Ayesa, Caldera de Pedro Gil y La Negrita. Los  matorrales de alta montaña canaria se sitúan entre los 2.200 m. y 1.900 m. El lugar que ocupa esta formación vegetal sobre el mar de nubes no le permite beneficiarse de los aportes de humedad del Alisio. No obstante, el paso en ocasiones de nubes medias debido a las perturbaciones del Norte y del Oeste, por Las Crucitas, la Degollada de Castellanos y Chabique, aumenta la humedad ambiental que favorece la diversidad florística del matorral.
La retama (Spartocytisus supranubius), hierba pajonera (Descurainia bourgaeana) y codeso (Adenocarpus viscosus), son las especies que dominan y que caracterizan la fisionomía del paisaje.
El cortejo acompañante está formado por magarza (Argyranthemum teneriffae) tonática (Nepeta teydea), tomillo (Micromeria lachnophylla),  alhelí (Erysimum, scoparium), malpica (Carlina xeranthemoides), fistulera (Scrophularia glabrata),Tolpis webbii.
La máxima diversidad se dispone en llanos y depresiones abrigadas, como el caso de la formación de alhelí y de  hierba conejera (Pterocephalus lasiospermus), localmente abundante cerca del mirador de Ayosa.

Retama (Spartocytisus supranubius), con su intensa y olorosa floración característica.

Las plantas adoptan formas pulvinulares  para adaptarse y sobrevivir a las duras condiciones ambientales, con gran amplitud térmica anual y diaria, y marcado stress hídrico en verano.
La reducción de la superficie foliar, la tomentosidad o la pérdida de hojas en la temporada seca, son otros de los recursos de tipo morfológico que utilizan algunas de estas especies. Desde el punto de vista fisiológico poseen elementos anticongelantes en la savia.

Por debajo de los 1.900 m aparecen elementos de la transición hacia el escobonal, combinados con pinos (Pinus canariensis), aunque sigue presente el matorral de retama, que desciende hasta los 1.600 metros en la Caldera de Pedro Gil, por los cauces de los barrancos de Hoya Fría y de Casme.

Caldera de Pedro Gil, con restos de la nevada de enero-febrero de 2014.
 El pinar.
Es la formación dominante y casi hegemónica, ya que se ha visto favorecida por la acción humana. Desde los años treinta del S. XX, estas zonas han sido sometidas a frecuentes repoblaciones y plantaciones, pero, sin duda, fueron las realizadas entre los años 1946 a 1965, las que transformaron radicalmente el paisaje.

La accidentada topografía local y los aportes adicionales de humedad, contribuyen a aumentar la densidad de la vegetación, enriqueciéndose el sotobosque del pinar con elementos de las formaciones vegetales colindantes.

Barranco de Añavingo. En los fondos de barranco, el pinar se enriquece con gran variedad de plantas.

La regularidad geométrica de la plantación, la densidad (con distancias en torno al metro) y el crecimiento de los pinos (todos de la misma edad y por tanto con un porte similar) son elementos diferenciales del pinar de repoblación, así como su escasa diversidad, ya que el pino ha adquirido un valor máximo de cobertura.

La diversidad aumenta allí donde el pinar se aclara (debido a elementos topográficos y fuertes pendientes o mortandad de ejemplares debido a incendios forestales, o fuertes vientos), al aumentar de forma considerable la densidad del sotobosque.
Pinares en los lomos de Los Topos, Cheque, Los Huecos, La Laja, formando un continuo muy denso.
Las zonas más escarpadas o rocosas están ocupadas por retamas, y en los fondos de cauce, aprovechando la humedad se concentran especies como la fistulera, la hierba conejera, alhelíes, codesos, hierba pajonera (Descurainia bourgaeana), malpica, y chahorra (Sideritis orotenerifae).

En las paredes interiores de la Caldera de Pedro Gil encontramos el matorral de escobonillar, formado por gacia (Teline stenopetala ssp. spachiana), endémico de esta zona.

En las cercanías de la Montaña de Las Arenas, en la Media Montaña, en los altos de Chivisaya, o en la Punta del Pinar, el matorral se enriquece con escobón (Chamaecitisus proliferus), tomillo (Micromeria hyssopifolia), tajinaste (Echium virescens), jara ( Cistus symphytifolius), magarza (Argyranthemum foeniculaceum), y poleo (Bystropogon canariensis).

Teline stenopetala ssp. spachiana, o escobonillo. Una planta de intensa floración amarilla, que se puede confundir con el codeso.

Los pinares genuinos se establecen en los lugares fronterizos con el borde superior del mar de nubes, como el Monte Verde de Arafo, que posee ejemplares de gran tamaño y grosor, de los que algunos tienen nombres propios (Pino del Descansadero, Pino del Arrullo).

La presencia del Pino del Señor, en la parte baja del casco de Arafo, ejemplar de gran porte y antigüedad, nos remite a que la extensión de los pinares originales era mayor en el pasado.

Los pinares originales se sitúan en especial en las laderas orientadas al Sur, en los Barrancos de Las Gambuesas, Amanse y Añavingo, así como en Las Morras y Barranco Negro. En estos lugares podemos hallar ejemplares de gran tamaño y aislados, así como un sotobosque diverso compuesto de escobones, jaras y jaguarzos.

Los pinares avanzan sobre antiguas tierras de cultivo, mezclándose con castañeros y otros frutales. Gorgo.

En aquellos lugares donde existen incrementos de humedad, se desarrolla un pinar con jaras (Cistus symphytifolius), brezos (Erica arbórea) y codesos (Adenocarpus viscosus, A. foliolosus). Los codesos son una especie dominante en los malpaises de Media Montaña. Los bordes soleados, son ocupados por los jaguarzos (Cistus monspeliensis).

El abandono de numerosas fincas agrícolas ha hecho avanzar el pinar de manera natural, como ocurre en El Pinalete, Las Vigas, Gorgo, La Granja o Juan Lianes alcanzando cotas altitudinales mucho más bajas, llegando con normalidad hasta los 700 metros de altitud.

Jarales en el borde del Barranco de San Pedro
El escobonal
Está muy extendido en Las Pendientes de Gorgo, Lomo Redondo, Media Montaña, Los Lomitos y Chivisaya, lugares donde no se realizaron repoblaciones, puesto que hace cincuenta años eran fincas en producción, sobre todo de castañeros y otros frutales.

La distribución actual del escobonal está íntimamente relacionada con los usos humanos históricos del territorio.

Escobonales muy densos en Articosia.

Esta leguminosa es una excelente forrajera, muy apreciada por el ganado. Ya los guanches la utilizaban como recurso forrajero en el verano, ante la ausencia de otros pastos. Los campesinos lo sembraban en los bordes de los canteros y lo iba a buscar al monte, podando sus ramas (responde muy bien a la poda) y usándolo como pienso para el rebaño domestico estabulado (caballerías, cabras y vacas principalmente).

Su madera, muy resistente, se utilizaba para elaborar aperos de labranza, mangos, horquetas. También es una excelente leña, al arder con escaso humo. Su carbón es de excelente calidad por su densidad y poder calorífico.

Esquema del pinar.

Durante las repoblaciones se recomendó su erradicación como paso previo para plantar los pinos, y así, éstos crecerían sin competencia.

Los escobonales formaban parte del sotobosque típico del pinar original, mezclado con brezos, hayas, y jaras, apareciendo como formación pura en lugares determinados.


Actualmente son muy densos en el borde del pinar de Articosia, en La Casita y en Los Lomitos, mezclados con castañeros y belloteros, como árboles destacados y un cortejo florístico diverso con poleo, tajinaste, magarza, tomillo, jara, chahorra y corazoncillo (Lotus campylocladus).

Pinares de Abarzo, sobre un matorral mixto de escobones, jaras, jaguarzos y algún que otro brezo.

lunes, 17 de febrero de 2014

Geografía de las religiones: un acercamiento.



La Geografía americana está más interesada en estudiar las religiones y su influencia en el espacio. En sus libros de geografía regional, suele aparecer un mapa o un apartado dedicado a la distribución mundial de las grandes religiones y sistemas de creencias, junto al mapa de las lenguas, o de las etnias. Es decir: razas, lenguas y religiones como factores de la diversidad humana.

Es indiscutible que la religión influye de modo determinante en la formación de las creencias, actitudes y comportamientos. Incluso muchos aspectos culturales y políticos están marcados por la religión ¿por qué entonces es tan poco estudiada por los geógrafos? Tres pueden ser las principales causas:
La religión es el campo de estudio de disciplinas como la filosofía, la teología, la historia o la sociología. No es un campo natural de estudio geográfico. 

A veces resulta difícil encontrar un patrón espacial en los comportamientos religiosos, por lo tanto, si no se pueden hacer mapas, los geógrafos se ven poco entusiasmados en estudiarla. 
La secularización del mundo occidental ha llevado a restar importancia a la religión como una influencia importante en la existencia del día a día de muchos personas. 


La profesora Lily Kong, del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Singapur, miembro del GORABS, interesada en los estudios de la religión y su influencia y relación con el lugar, el paisaje, la comunidad humana y su identidad, ha escrito que los primeros geógrafos griegos siguieron sus creencias religiosas a la hora de representar el orden espacial, puesto que creían en unos principios cosmológicos determinados.

La geografía musulmana estaba fuertemente influida por los principios del islam, pero asimilaron los postulados de la astronomía griega. Por ejemplo, Al-Sufi (903-986), importante astrónomo persa de la corte de Bagdad, escribió El libro de las estrellas fijas, basado principalmente en el Almagesto de Tolomeo. 

Muchos cartógrafos cristianos de la Edad Media trasmitieron su visión de la Tierra plana e inmóvil, destacando dos puntos notables de la geografía bíblica: Jerusalén en el centro, y el paraíso terrenal en la periferia. Siguiendo esas ideas durante la Edad Media, la forma de nuestro planeta fue plasmada en cartas geográficas realmente simples, donde el mundo plano era mostrado como un círculo dividido en tres partes por los ríos Don (Tanais) y Nilo (Nilus) y por el mar Mediterráneo. Cada una de las partes obtenidas con esta división correspondía a un continente: Europa, África y Asia.

Mapamundi medieval del Siglo XI (1086). Catedral de Burgo de Osma. 166 folios. 71 miniaturas. Copista: Petrus. Pintor: Martinus.

La Reforma Luterana y la Contrarreforma católica promulgada en el Concilio de Trento trajeron consigo que muchos libros de geografía fueran obra de teólogos y misioneros, empeñados en describir el mundo que se iba conociendo para favorecer la difusión del cristianismo.

Durante el siglo XVII resurge lo que algunos han denominado la geografía eclesiástica, tipificada por la Geography Delineated Forth in Two Books de Nathaniel Carpenter publicada en 1625 un tratado tanto en la teología como en la geografía (reseñar que Carpenter trabajó junto al obispo James Ussher, aquel que publicó una cronología que pretendía establecer la hora y la fecha de la Creación como la noche anterior al domingo, 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo).

En 1649 Varenius publica su primer libro: Descriptio regni Japoniae (Descripción del reino del Japón), basado en las crónicas de viajeros árabes y holandeses que fue la primera gran descripción geográfica de la distribución de las religiones no cristianas (a excepto de las obras islámicas).

Esta obra de Bernardo Varenius es la base del estudio geográfico de las religiones, pero también de los estudios de geografía regional

Muchos estudiosos creen que el término "la geografía de la religión", fue utilizado por primera vez por Gottlieb Kasche en 1795.

A través de los siglos XVIII y XIX un objeto de estudio importante en muchas Universidades fue la geografía histórica de los tiempos bíblicos, desde el Génesis hasta los viajes de San Pablo, incluyendo los itinerarios seguidos por el pueblo de Israel, desde Abraham a la Diáspora. 

Entre otras cosas, los geógrafos se interesaron ​en la identificación de lugares y toponimia en la Biblia, y su localización, como ciencia auxiliar de la creciente arqueología bíblica (Edward Robinson, M-J. Lagrange y L. H. Vincent). Este período también vio un marcado interés en la teología natural, o sea, la búsqueda de signos de la Obra de Dios en la naturaleza, destacando, sobre todos, Pierre Teilhard de Chardin.


La religión no es un tema central para la geografía contemporánea, pero no ha sido un tema pasado por alto. Existen una gran variedad de temeas, publicados en revistas especializadas, fuera de las grandes corrientes geográficas, y más allá de las bibliografías típicas de los estudios de teología.

Podemos citar el libro de Pierre Deffontaine Geographie et religions (1948) y el artículo del mismo autor, de 1953, The religious factor in human geography publicado en la revista Diógenes.

David Sopher en 1967 publica en Nueva Jersey Geography of religions, y en 1981 el artículo Geography and religions en Progress in Human Geography.

Mapas de geografía y religión de un antiguo atlas escrito en francés, desde la dispersión de los hijos de Noé, las doce tribus, el reino de Salomón o Israel y Palestina físicos.

Ambos libros han sido muy leídos, y, por supuesto, muy citados, y son los cimientos epistemológicos para los geógrafos interesados en la interfaz de la geografía y la religión. 

En 1994, Chris Park, profesor de geografía de la Universidad de Lancaster publica Sacred Worlds: Introduction to Geography and Religion (Mundos Sagrados: Introducción a la geografía y la religión). Renueva un campo de estudios empobrecido durante veinte años y es una síntesis de la investigación de la geografía mundial de la religión, especialmente desde los años 1960. 

A su favor cuenta con una amplia perspectiva interdisciplinar, en forma de estudios de casos y comparaciones, abarcando las principales religiones del mundo. Toca temas como la distribución de la religión y los procesos por los que la religión y las ideas religiosas se propagan a través del espacio y el tiempo; vínculos entre religión y población; manifestaciones visibles de la religión en el paisaje cultural, incluyendo paisajes de la adoración y de la muerte, y todo espacios sagrados y peregrinación religiosa. 

No podemos olvidar de Lily Kong, el artículo Mapping ‘new’ geographies of religion: politics and poetics in modernity publicado en Progress in Human Geography en 2001, una revisión de la investigación geográfica sobre la religión en la década de 1990, con un amplio enfoque interdisciplinar, y que defiende la pertinencia de este campo de estudio, explorando la política, la poética del lugar religioso, identidad y comunidad.

Es indudable que el urbanismo de muchas ciudades está totalmente influenciado por la religión. Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela, lugar de encuentro de peregrinos y celebraciones sacras.

Plantea nuevos temas de estudio y describe cómo las nuevas geografías rompen con lo establecido: geografía sagrada y sensualidad; otras religiones en diferentes contextos históricos y contextos espaciales específicos; diferentes escalas geográficas de análisis; experiencia religiosa comunitaria y su influencia en los lugares religiosos, la identidad y la comunidad; diferentes dialécticas (socioespaciales, política-poética, público-privadas), y diferentes morales.

En lengua española tenemos el libro de 2009, publicado en Buenos Aires: Cultura, territorios y prácticas religiosas, coordinado por Cristina Teresa Carballo. Una publicación que suma los trabajos de las investigadoras e investigadores de la Red Cultura, Territorios y Prácticas Religiosas (CTPR), de la que forman parte varios centros universitarios latinoamericanos y europeos, ofreciendo estudios sobre la dimensión espacial de lo sagrado, indicando posibles y diversos caminos que se pueden recorrer desde el campo de la Geografía para la comprensión de estos hechos tanto sociales como culturales.

Pierre Teilhard de Chardin, jesuita, geòlogo, explorador, paleontologo dijo: Estoy tratando de escribir una Cristología suficientemente amplia que incluya al Cristo total,porque Cristo no es solamente un salvador divino enviado a salvar a la gente; Cristo es también una estructura dentro del universo físico, un camino de salvación para la tierra misma.





martes, 4 de febrero de 2014

El triángulo de las Bermudas.




Durante décadas, la historia legendaria del Triángulo de las Bermudas (o del Diablo) en el Atlántico ha sido una fuente inagotable de misterios e historias imaginarias de desapariciones herméticas de barcos y aviones. Un colega me ha insinuado que haga lo mismo que hice con el asunto de la Atlántida: que escriba desde un punto de vista crítico acerca del tema.

Se especula acerca de las fuerzas desconocidas y oscuras que provocan desapariciones inexplicables: abducción de personas por parte de extraterrestres para su análisis; la influencia de los cristales de la Atlántida; vórtices que tragan objetos hacia otras dimensiones; extrañas organizaciones secretas gubernamentales que ensayan dispositivos anti-gravedad u otras tecnologías ultramodernas y demás incongruencias.

Algunas explicaciones intentan cubrirse de una pátina científica, pero sin evidencias solventes, como las emisiones violentas y bruscas de hidratos de metano desde los sedimentos oceánicos y las interrupciones en las líneas geomagnéticas de flujo.


Revista "cientifica" donde publican los hinbestigadores del Triángulo del Diablo.

Las condiciones ambientales podrían explicar muchas de las desapariciones. La mayoría de las tormentas tropicales y los huracanes del Atlántico pasan por el Triángulo de las Bermudas, y en tiempos en que no existían sistemas de predicción del tiempo integrales (aviones, globos meteorológicos, satélites) estas perturbaciones hundieron muchas naves. El Caribe y sus islas están sembrados de galeones españoles hundidos por temporales. La evidencia de existencia de tsunamis, como el producido por el terremoto de Lisboa de 1755 o el producido en 1886 en Charleston también puede ser una causa de la desaparición de buques.

La Corriente del Golfo y sus múltiples derivaciones causan turbulencias y torbellinos violentos que pueden hundir naves, junto al gran número de islas del Mar Caribe que poseen bajíos, bancos de arena y cayos donde pueden embarrancar las embarcaciones.

Existen numerosas causas de origen humano, como los piratas, ya que toda esta zona fue un hervidero de filibusteros, bucaneros, corsarios y malandrines hasta finales del S. XIX. También se contempla la existencia de minas y otros explosivos descuidados tras los conflictos armados que han afectado a la zona: Guerra hispano-americana de 1898; la Batalla del Atlántico en la II Guerra Mundial; el bloqueo de Cuba). Los navegantes y pilotos incompetentes no son una causa menor.

Escuadrilla de TBM Avengers, como la desaparecida en 1945.

Sin embargo, y para no seguir buscando explicaciones peregrinas, yo confío en los datos de la Marina (U.S. Navy) y la Guardia Costera (U.S. Coast Guard) de los Estados Unidos, que sostienen que no hay explicaciones sobrenaturales para los desastres que se producen en el mar. La experiencia  de ambas instituciones, con cerca de 250 años y con una flota de más de dos mil barcos menores y casi cuatro mil aviones, sugiere que los accidentes debidos a causas naturales y a los fallos humanos son superiores a los estimados por frikis de la ciencia ficción y crédulos. 
Pero no en el famoso Triángulo, sino en todo el territorio abarcado y gestionado por ambas instituciones.

No hay mapas oficiales que delineen los límites del Triángulo de las Bermudas. La Junta de Nombres Geográficos de EE.UU. no reconoce el Triángulo de las Bermudas como un nombre oficial y no posee un archivo oficial sobre la zona. El nombre fue inventado por Vincent Gaddis en "The Deadly Bermuda Triangle", un artículo publicado en febrero de 1964, en la revista Argosy.

Sin embargo es un mito urbano de nuevo cuño que reaparece estacionalmente, como el Río Guadiana en Villarrubia de Los Ojos.
Según magufos y otros engañabobos, el Triángulo del Diablo es un área triangular del Océano Atlántico limitada por Miami, Bermudas y Puerto Rico.

La denominación tan afortunada nació de un relato publicado en la revista Argosy : la revista
más vendida de relatos de ficción para hombres.

¿Cuántos barcos y aviones han desaparecido allí misteriosamente? Eso depende del que lleve las cuentas y señale cuáles son los límites del famoso triangulo, ya que su tamaño varía entre un millón, hasta casi cuatro millones de kilómetros cuadrados, dependiendo de la imaginación del autor,  ya que los más generosos incluyen las Azores, el Golfo de México y las Indias Occidentales (Antillas y Bahamas).
Estos mismos “informados” remontan el misterio a la época de Colón. De todos modos, las estimaciones oficiales atribuyen entre 200 y 1.000 incidentes en el último medio milenio en esa zona ampliada.

Yo soy de los que opino que no existen hechos históricos fiables que apoyen esta leyenda. Jacques Cousteau decía que era una pamema…y creo que conocía bastante el mar y sus profundidades.
El único misterio es por qué seguimos dando pábulo a tonterías de semejante tamaño, que ya huelen muy mal (como los OVNIS, los vampiros o los zombies).

El número de naufragios en esta zona no es extraordinario, dado su tamaño, su ubicación y la cantidad de tráfico aéreo y naval que soporta y ha soportado históricamente desde 1492.  La proporción entre buques y aviones que se “perdieron”, y los que cruzan sin problemas no es estadísticamente mayor que en cualquier otra área del océano.

Puerto de Savannah, en Georgia, desde el que salen diariamente cientos de buques que penetran sin remisión en el
Triángulo de las Bermudas.

Muchos de los barcos y aviones que han sido hundidos misteriosamente en el Triángulo de las Bermudas no estaban ni en las cercanías.

Las investigaciones realizadas hasta la fecha no han producido evidencia científica sobre fenómenos inusuales involucrados en las desapariciones. Por tanto, las explicaciones, incluidas las llamadas científicas (gas metano, las perturbaciones magnéticas), son innecesarias.

La leyenda del Triángulo de las Bermudas comenzó en 1945, cuando cinco aviones torpederos clase Avenger de la U.S. NAVY [Vuelo 19], durante una navegación de entrenamiento, se desvanecieron debido a una fuerte tormenta .
La hipótesis más lógica sobre la causa de la desaparición es un fallo en la instrumentación del piloto líder, teniente Charles Taylor, ya que el resto de aviones de entrenamiento no estaban equipados con instrumentos de navegación. La desorientación los llevó hacia el centro del océano, hasta que, por falta de combustible, cayeron.

El Mary Celeste, junto con otros muchos buques fantasma contribuyen a alimentar la leyenda del Holandés Errante y su tripulación de marinos desaparecidos.

A través de los años docenas de artículos, libros, programas de televisión y páginas en la web, promueven este misterio.

Lawrence Kusche, un bibliotecario de la Universidad Estatal de Arizona en los años setenta, se sintió intrigado por el número de estudiantes que llegaban preguntando acerca del Triángulo de las Bermudas. Comenzó entonces una exhaustiva investigación de seguimiento de los informes originales. Finalmente publicó sus hallazgos en 1975 en El misterio del Triángulo de las Bermudas, solucionado.

Kusche encontró que, en realidad, son pocos los que realmente han investigado formalmente el misterio. Se limitan a tomar por ciertas las especulaciones de sus predecesores, y el Gran Brujo de esta tribu fue Charles Berlitz, que publicó un best seller sobre el tema en 1974.

Después de examinar el informe de 400 páginas de la Junta de Investigación sobre la desaparición del Vuelo 19, dedujo que el incidente había sido catalogado como un accidente y no mencionaba las supuestas transmisiones de radio citadas por Berlitz en su libro.
Kusche dice que Berlitz, no sólo interpreta mal los hechos, sino que inventa otros, a discreción. La credibilidad de Berlitz «es tan baja que virtualmente es inexistente. Si Berlitz informase de que un barco es rojo, las posibilidades de que fuera de otro color constituirían casi una certeza. Dice cosas que simplemente no son ciertas. Deja de lado todo material que contradiga su “misterio”».

Kusche reveló una gran cantidad de inconsistencias y falta de exactitud entre los informes de Berlitz y las declaraciones originales de los testigos, participantes y otros involucrados en los incidentes iniciales.

El USS Cyclops, un carguero militar que desapareció en marzo de 1918, durante un viaje entre Baltimore y Barbados, y que ha sido uno de los que más ha contribuido a alimentar el misterio.
Muchos de los casos citados, ni siquiera existieron (presentaban números de vuelo falsos o de barcos inventados). La mayoría de las tragedias ocurrieron en sitios remotos, como Azores, la costa mejicana del Pacífico, Haití, Isla de Los Pinos, e incluso, Canarias. Las estadísticas fueron exageradas debido a una pobre investigación.

En los informes de Berlitz, las circunstancias de las desapariciones confirmadas se tergiversan. Por ejemplo, cuando Berlitz escribe que un barco desapareció un día soleado, los informes del tiempo de esa fecha indican un huracán.

Lawrence Kusche, sentencia: La Leyenda del Triángulo de las Bermudas es un misterio fabricado... perpetuado por escritores que, intencional o ignorantemente, hicieron uso de conceptos erróneos, razonamiento defectuoso y sensacionalismo.

En resumen, el misterio del Triángulo de las Bermudas es un misterio por culpa de unos cuantos vividores engañabobos, asociados al sensacionalismo más amarillista de algunos medios de comunicación que deben rellenar contenidos.
El mar siempre es un lugar misterioso para las personas. Las tormentas, las galernas, los vientos y las olas hunden barcos y matan a la gente, en cualquier lugar del planeta. No existe evidencia de que las desapariciones ocurran con mayor frecuencia en esta zona del Atlántico que en cualquier otro gran sector, tan transitado, del Océano.