domingo, 9 de junio de 2019

Paisaje y patrimonio de las Medianías Altas de Arafo. (I)




Un paisaje complejo. 
Las medianías Altas de Arafo ocupan casi 750 Hectáreas y se localizan entre los 480 metros y los 1.400 metros de altitud.
Sus límites son el barranco de La Tapia (Municipio de Candelaria) al Norte. Linda en toda su  franja  Oeste  con  el  Parque  Natural  de  Corona  Forestal y con el Paisaje Protegido de Las Siete Lomas, que ocupa buena parte (422 hectáreas) de estas Medianías. Por el Este, el límite lo constituye el casco urbano de Arafo y la carretera TF-523, en un  sector  muy  antropizado  proximo  al   núcleo  urbano  de  Arafo  y su extrarradio. El límite Sur se sitúa en las coladas históricas del Volcán de Arafo (Municipio de Güímar).
Este espacio está constituido por una serie de lomos y barrancos (Amance, Añavingo, Gambuesas, Afoña, Tapia), bastante encajados y que forman parte de la cuenca hidrográfica de Arafo, encuadrada entre los malpaíses de Media Montaña y del Volcán de Las Arenas.
Vista desde Lo de Ramos.
Se trata de un paisaje de marcado carácter agrario, con numerosas huertas y parcelas de cultivo abancaladas, muchas de ellas actualmente en desuso, pero otras en las que se han establecido multitud de cuartos de aperos e incluso pequeñas viviendas de segunda residencia.  
El principal acceso lo constituye la carretera TF-523, que comunica el pueblo de  Arafo con  la  carretera  TF-28. Existen otros caminos secundarios, pistas asfaltadas y caminos y senderos sin asfaltar, la mayoría de ellas con un uso agrícola.   

El paisaje de las medianías altas de Arafo posee unas peculiaridades propias, que lo hacen diferente al resto del municipio.
El cultivo principal es la papa, aunque en los últimos años está estancado y en algunos sitios en retroceso. Dicho cultivo está asociado a la viña, a los cereales (millo), hortalizas (calabaza, bubango), leguminosas (habichuelas, habas, arvejas) y árboles (gran variedad de frutales templados, tropicales y cítricos).

Barranco de Los Pilones de La Granja.
 
Estos cultivos se desarrollan en canteros o huertas tradicionales, donde el suelo agrícola principal es la zahorra o bano (piroclastos volcánicos ácidos), convertida en arenas y gravas de grano más o menos grueso y cuya construcción forma parte de todo un proceso desarrollado secularmente por los agricultores con el fin de obtener suelo y espacio útil.
Lo destacado de este paisaje es que tiene un gran valor medioambiental, porque se convierte en una defensa frente a la erosión de los suelos, debido a que estos terrenos de gran pendiente han sido sorribados, creándose un terrazgo en bancales sobre laderas de grandes desniveles.
Este sistema agrario secular se enfrenta a los daños causados por las arroyadas torrenciales y también es un sustrato que no se apelmaza con facilidad, ni en el que se forman costras superficiales, por lo que es fácil de trabajar y el agua de riego es absorbida de modo eficiente. 
Lo de Ramos
El paisaje de la viña, aun siendo un cultivo tradicional prácticamente establecido desde el S.XVI, ha sido en gran medida marginal en cuanto a su disposición (se plantaba en los bordes, a modo de marco de las huertas, para dejar el centro del lienzo para otros cultivos), pero no en extensión, puesto que al ser una planta eminentemente de secano ocupaba un espacio agrario bastante amplio, hasta zonas altas de cumbre.
En la actualidad, es un cultivo que ha protagoniza un gran auge, tanto en superficie cultivada como en producción, bajo nuevos métodos agronómicos (espaldera sobre todo).
Un paisaje poblado.
La agricultura tradicional se encuentra relacionada con un tipo de poblamiento típico de estos espacios rurales, en los que las viviendas se instalan sobre los lomos, a lo largo de caminos que ascienden a la cumbre, ocupando solamente el frente de dicho camino, porque las partes traseras son ocupadas por bancales, que también se suceden en la primera línea del camino con otras edificaciones. 
Lomo de Abarzo, entre los barrancos de Añavingo y Las Gambuesas.

Suelen tener dependencias y construcciones anejas relacionadas con el uso agrícola, como embalses reguladores, lagares, e incluso corrales y goros para animales domésticos.
El origen de estos asentamientos es variado. Algunos tienen una génesis tradicional, ya que fueron construidos en momentos en los que la explotación de tierras alejadas era fundamental en la economía (Lo Cartas), pero otros proceden de casas diseminadas en medio de fincas, que, por procesos de herencia y división de la propiedad fueron generando nuevas viviendas.
Los cuartos de aperos, que se construían para guardar útiles de labranza y servir de almacén a los productos de las cosechas y de bodegas, también han tenido una influencia destacada en el crecimiento y estabilización de los vecinos, sobre todo en los últimos treinta años. 
La Granja, parte alta, cerca de Los Frailes.
Hay otros elementos  antrópicos,  principalmente infraestructuras hidráulicas, que a veces destacan en el conjunto paisajístico.
Este tipo de poblamiento, difuso en origen, ha evolucionado hasta convertirse en núcleos discontinuos salpicada por casas diseminadas, muchas con carácter ocasional, pero otras convertidas ya en viviendas permanente (Cosme, Las Montesinas, Lo Carta, Los Barranquillos, Peña, El Pinalete).
Este paisaje poblado se integra en las laderas y lomos abarrancados de la  medianía  del Municipio, con puntuales manifestaciones de pinares dispersos  que  son más densos en  las  zonas  más altas. 
Portillo de La Granja.
No obstante, como ya hemos descrito, se trata de un intensamente humanizado,  siendo precisamente los aprovechamientos humanos que se han venido  desarrollando los que dan contenido al  paisaje y explican el grado de transformación  con el que ha llegado a nuestros días.
Estos sectores habitados y cultivados se alternan con otros sectores:
1. Espacios de vegetación natural, (barrancos y laderas de gran pendiente).
2. Espacios de huertas descuidadas, en una fase más o menos reciente de abandono y cubiertas por vegetación de sustitución, como jaguarzos, vinagreras, magarzas, inciensos o tuneras,
El paisaje de la zahorra, cuando se deja de trabajar, sufre un proceso acelerado de deterioro, al caerse los muros por la falta de mantenimiento. Por los huecos de las paredes caídas, en cada episodio de lluvias, el material de la sorriba, que son suelos agrarios fértiles, se pierde, conducido al fondo de los barrancos.
El Tablonito.

Un paisaje de profundos barrancos.
Otros elementos básicos para entender el paisaje de las Medianías Altas de Arafo son los barrancos con vegetación natural, como los de Añavingo, La Piedra, Chucarco, Ajafoña y La Tapia.
Se  trata  de  tramos  de  barrancos  muy encajados y profundos, con perfil en “V”, con laderas altas y verticales, que cuando están orientadas al norte y noreste aparecen  cubiertas con una vegetación natural de porte arbóreo, mayoritariamente termófila o de monteverde seco,  que  muestra  un  bajo  nivel  de  degradación.
Sus fondos sueles estar tapizados por sedimentos removilizados de tanto en tanto por la escorrentía superficial, aunque en otros se encuentra el álveo limpio o cubierto de rocas de diferentes forma y granulometría, producto de la dinámica coluvial.
Un paisaje de nateros, hoyas, veras y fajanas.
Algunos tramos de estos barrancos, como los de Cosme, Piedra Cumplida, así como barranquillos de menor entidad, tributarios de los mayores (La Granja, Hoya Grande, Barranquillo de los de Carta, Barranquillo de Los Loros, Barranquillo de El Majano), está humanizados por la presencia de paredes hechas de tosca, sorribas de zahorra, algunos cultivados y otros con vegetación de sustitución.
En algunos, estas construcciones recubren buena parte de su extensión y han sido aprovechados para realizar charcas, e incluso algún tipo de edificación.
Cuando las sorribas se realizaban de modo paralelo y longitudinal al cauce principal (sobre todo en barrancos mayores), se les denominaba veras y fajanas, y eran lugares donde se cultivaban leguminosas y cereales.
Cuando se sitúan de modo transversal al cauce (sobre todo en los barranquillos de menor entidad) se les llama hoyas y nateros y en ellos se cultivaba una mayor variedad de productos desde frutales a cereales e incluso papas.
Almendrero y castañero sobreviviendo en una antigua hoya. Lo de Ramos.
Un paisaje de lomos.
Como ya hemos dicho anteriormente, los lomos que dividen los barrancos y barranquillos ha estado ocupada por las actividades humanas desde hace muchos siglos, y en ellos se sitúan la mayor parte de las edificaciones y viviendas dispersas, las pistas, los caminos, las conducciones de agua más importantes, y las zonas dedicadas a los cultivos más interesantes, ya sea desde el punto de vista productivo como etnográfico.
En estos lomos es donde se sitúan también los rodales de pinos canarios más destacados, lo que concede al paisaje un repentino matiz de naturalidad (Los Loros, El Tablonito, Lo de Carta, Gorgo, Meloja, Las Montesinas, Jualdián, Los Santiago, Las Vigas)
Las coladas emitidas por el Volcán de Las Arenas en 1705, hoy se encuentran, en gran medida, colonizadas por masas de pinos (pero hay que decir que muchos de ellos fueron fruto de repoblaciones forestales llevadas a cabo hace cincuenta años).
Los elementos antrópicos a reseñar son varias construcciones residenciales, algunas fincas en producción y cuartos de aperos, así como diferentes pistas y caminos.
Es evidente la importancia de los elementos geomorfológicos, ya que, exceptuando la presencia de los pinos reseñados anteriormente, todavía es reconocible la potencia e importancia de las lavas volcánicas.
Tanto el sector agrario de Las Vigas, como el de Lo Ramos son explotados sobre sendas manchas, o sea terrenos de suelos antiguos preexistentes a la erupción volcánica que las coladas no lograron cubrir.
En El Pinalete, Los Santiago, Galván, El Perú y Las Longueras existe un asentamiento agrario sobre un gran lomo en rampa de dimensiones medias que no tiene barrancos o barranquillos de importancia, más allá de algunas hoyas y nateros, pero que es una de las zonas de mayor ocupación edificatoria en la actualidad.
Aunque las edificaciones en este sector proceden de antiguo, como atestigua la vieja casa de Los Santiago, o algunas bodegas de techos de vigas de tea en Las Longueras, es cierto que el auge de la edificación en suelo rústico ha afectado a este sector desde finales de la década de 1970.
Estas edificaciones se imbrican en una densa malla de canteros abancalados y escalonados, con múltiples infraestructuras como estanques, charcas, vías asfaltadas, pistas, caminos, líneas telefónicas y de tendido eléctrico bodegas y cuartos de aperos, además de numerosas canalizaciones de agua.
El paisaje de la Media Montaña, está dominado por la presencia visual y estructural del edificio volcánico del mismo nombre, que es un cono  de  piroclastos bien conservado y en cuya cima se identifica aún el cráter, escasamente desmantelado y cuyas laderas sólo se han visto alteradas en la vertiente norte a consecuencia  de  la  labor erosivo del barranco de Tapia, que ha dado lugar a desplomes por socavamiento prolongado de la base.
El dominio de la componente geomorfológica es absoluto, si bien las labores extractivas, la presencia de una pista y algunas edificaciones próximas confieren cierto relieve a la componente antrópica, algunas infraestructuras notables, como la carretera TF-523, que la surca, así como, cuartos de aperos y terrenos cultivados, con abundancia de castaños y guindos.
Cima de la Media Montaña.