sábado, 17 de diciembre de 2016

La Vegetación del Sahara y sus bordes (VIII).



 


LA DIVERSIDAD VEGETAL DEL SAHEL.

Hierbas de las estepas y sabanas

La cubierta herbácea es bastante continua en toda la región, dominada por varias  especies de gramíneas anuales (Andropogon gayanus, Andropogon pseudapricus, Hyparrhenia hirta, Eragrostis tremula) floreciendo un mosaico compuesto de numerosas teselas de diferente tamaño e importancia relativa.

A medida que aumentan las lluvias, aparece una mezcla de plantas leñosas (árboles y arbustos) y de gramíneas que se van sucediendo en el espacio, hasta concluir en los sectores más húmedos, donde la biodiversidad vegetal aumenta, y se diversifica también la fisonomía, siendo las especies del genero Acacia cada vez más dominantes.
Acacias dispersas en un amplio sector arenoso, en la región de Kanem, muy cerca de su capital, Mao.
En el sur más húmedo encontramos también lugares con una mezcla muy difusa de gramíneas, como Loudetia togoensis y Cymbopogon giganteus, y  leguminosas arbóreas como el lingué (Afzelia africana) y el tali (Erythrophleum guineense) que parecen poseer una gran amplitud ecológica, puesto que se repiten a lo largo de territorios muy extensos.

En las periferias del Sahel, se alternan regiones de árboles y arbustos del desierto con regiones de pastizales y sabanas.  

La presencia de gramíneas de amplia valencia ecológica, como Sporobolus pyramidalis parece vincularse a la condición degradada de los pastizales del Sahel, debido, frecuentemente, al sobrepastoreo.

Detalle de las flores de la hanza, (Boscia senegalensis), arbusto perenne de la familia de las alcaparras, cuyos frutos y semillas están considerados como un importante recurso alimenticio.
Los matorrales y las hierbas esteparias son el tipo más extendido de la vegetación en los suelos arenosos. Se caracteriza por la existencia de un arbusto o árbol solitario, muy abierto, y suelos cubiertos de modo discontinuo por hierbas anuales como Cenchrus biflorus, Aristida spp., Schoenefeldia gracilis, o Eragrostis tremula.

Arbustos y matorrales

Entre los matorrales más frecuentes encontramos la sabara (Guiera senegalensis), un arbusto que alcanza 3 metros de altura, en áreas de escasas precipitaciones, intensa luz y suelos secos que se suceden a lo largo de la región del Sahel.  La planta es capaz de colonizar zonas muy degradadas, donde la cubierta leñosa anterior ha sido  suprimida, por tala o fuego, formando rodales puros.  

Detalle de los frutos de la mirra africana, Commiphora africana, arbusto caducifolio que exuda , una goma comestible, aromática con multiples propiedades medicinales.
   

Otras especies se distribuyen dependiendo de la latitud. En el sur del Sahel, con lluvias comprendidas entre 250-300 mm anuales, aparecen Acacia senegal, Acacia laeta, y arbustos como Pterocarpus lucens, Combretum glutinosum, Sclerocarya birrea, Boscia senegalensis, Commiphora africana en zonas de suelos arenosos. En zonas más arcillosas Acacia seyal, Acacia nilotica, Anogeissus leiocarpus y Ziziphus mauritiana. En el Norte del Sahel, se encuentran esencialmente las mismas especies acompañados de Acacia tortilis, Acacia erhenbergiana y Leptadenia pyrotechnica.

Mención aparte requieren los arbustos (en ocasiones alcanzan porte arbóreo) del género Combretum, especies perennes frecuentes en el Sahel,  que son afectados con frecuencia por incendios forestales. Después del paso del fuego y la quema de la vegetación, pierden la floración y las hojas y rebrotan de nuevo muy rápido. 

Región de Kayes, en Mali. Las zonas de lateritas, si reciben la suficiente humedad ambiental, se convierten en sabanas  cerradas, donde abundan hierbas de porte medio, arboles y arbustos.

En el norte del Sahel, encontramos Combretum aculeatum que es la especie más septentrional. En las zonas más arenosas prevalece Combretum glutinosum.

En la zona sahelo-sudanesa, con abundancia de arcilla y tierra colorada (lateritas) despuntan Combretum nigra y Combretum ghasalense  acompañando a especies como Pterocarpus lucens y Lamnea acida en el estrato arbolado.

Bosques de galería de márgenes fluviales  

Muchas de las especies que forman estos bosques de ribera pertenecen a dominios situados más al sur, pero adaptados al bioclima seco.  Siguen la mayoría de los ríos relativamente grandes, formando tiras estrechas de bosque denso en medio de estepas y sabanas. Podemos distinguir diferentes tipos, dependiendo del tamaño de la franja que compone la red hidrográfica. 
Riberas del Río Chari, el segundo curso fluvial en importancia del Sahel, cerca de Blangoua. Puede apreciarse la rica vegetación de tipo arbóreo.

a)    Los bosques galería de ríos, como el Níger, Chari, o Senegal, que mantienen flujos de agua más o menos constantes todo el año. Durante la temporada  de lluvias (cuando migra hacia el norte la zona de convergencia intertropical), se alteran drásticamente sus condiciones hidráulicas, produciendo inundaciones estacionales. Estos bosques están caracterizados por Cynometra vogelii, Garcinia livingstonei, adaptados a las inundaciones y arbustos como Combretum micranthum. También podemos hallar praderas de Oryza barthii en la zona de inundación de los cauces. 

b)    Tras ellos se sitúa una franja forestal caracterizada por Berlinia grandiflora, Vernonia colorata, y Cola laurifolia, que se inunda muy rara vez. A medida que nos alejamos de los cursos permanentes de agua, sobre todo en aquellas de zonas de menor precipitación, el espacio es ocupado por especies de la estepa o de los bosques aclarados como Bombax costatum, Daniellia oliveri, Diospyros mespiliformis, Lannea microcarpa.

c)     Los bordes de las lagunas y las riberas de wadis con flujos temporales suelen ser colonizadas por Acacia nilotica y Acacia seyal.  

Márgenes del Río Niger, el más importante del Sahel. Muchos poblados se apiñan en sus orillas.

Como se ha descrito, existe una biodiversidad bastante más diversa de lo que a priori puede parecer. Sin embargo, la conservación de estos recursos genéticos se ha convertido en un problema social.

La intensa presión ejercida por las actividades humanas actuales tiende a reducir o incluso hacer desaparecer muchas de estas formaciones vegetales, con objetivos centrados en el corto plazo, sin tener en cuenta la necesaria adaptación a los cambios en el largo plazo, en especial el reto del cambio climático.

Cailcedrat ( Khaya senegalensis) árbol de madera muy apreciada y con numerosos usos medicinales que se encuentra en los bosques ribereños

Este conflicto entre desarrollo humano y conservación de la biodiversidad es especialmente preocupante en el Sahel, donde la propia supervivencia de la población está en peligro debido a la extrema fragilidad de los ecosistemas.

Por lo tanto, la preservación, y reconstitución del potencial biológico de estas grandes áreas o su enriquecimiento son una labor de extrema urgencia.

Poblado del Sahel. Muchas de estas comunidades se han visto afectadas por la sequía, el hambre, los conflictos armados y la falta de oportunidades, por lo que se han convertido en zonas expulsoras de población cuyo destino suele ser la cuenca mediterránea y Europa.

Todos los árboles, arbustos y herbáceas citadas desempeñan un papel importante contra la desertificación y tienen un papel fundamental en la protección y mejora del medio ambiente. Se extraen alimentos y son fuente de energía, forraje, medicinas y diversos materiales utilizados en construcción, artesanía, hilaturas, ornamento, etc

La herencia genética de estas plantas es más importante y requiere especial atención, por su capacidad de resistencia a numerosas agresiones (pastos, desrame, la extracción de leña...) y su adaptación a condiciones de aridez extrema, con suelos esqueléticos, y afectados por la acción del vientos intensos y constantes.

La biodiversidad genética es una riqueza en perpetua renovación que constituye la base potencial de la mejora de las condiciones ambientales y del progreso económico y cultural.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Fragmentos fotográficos del archivo de un geógrafo.

La isla baja desde el barrio de Genovés. Garachico. Verano de 2009.

Los Roques de Anaga desde Punta del Hidalgo. La Laguna. Primavera de 2004.

Baja del Charco, junto a la Montaña de Abades. Costa de Arico. Primavera de 2008.

Barranquillo y cuevas de Cheque, con la Laja de San Pedro al fondo. Arafo. Primavera de 2014.

Puerta de una vieja cueva excavada en la tosca. Iñajo. Arafo. Verano de 2015.

Nateros cubriendo el fondo de varios barranquillos. Hoya La Brisa. Arico.Primavera de 2009.

La Fortaleza de Ahío (Roque del Conde), envuelta en brumas, desde los tabaibales dulces de Juntabarrancos. Arona. Otoño de 2014.

Fondo del cauce del Barranco de Las Ceras, límite municipal entre Arico y Fasnia. Muy cerca ya de su desembocadura. Otoño de 2012.

Presa abandonada en el borde arafero del Lomo del Caballo, por debajo de la depuradora comarcal y junto al Camino Real. Verano de 2015.

Barranco de Achacay, con la Laja de Chafa al fondo.Candelaria.Primavera de 2010.

Sifón del Canal de Amanse cruzando el Barranco de Las Gambuesas, entre el Lomo de Abarzo y el Pinalete. Arafo. Primavera de 2016.

Barranco de La Baranda. Aguamansa. La Orotava. Primavera de 2016.

Casas y cultivos de El Pinito, desde el Mirador de Humboldt. La Orotava. Otoño de 2009.