sábado, 26 de mayo de 2012

Cincuenta Mil


Cuando comencé este blog, allá por septiembre de 2008, jamás pensé que iba a durar tanto tiempo, que iba a escribir más de 220 entradas, y , sobre todo, que iba a recibir 50.000 visitas.
Es verdad que las entradas de los primeros tiempos han recibido muy pocas visitas y que existe una gran irregularidad en cuanto a las visitas, puesto que hay entradas con cifras récord y otras que han sido visitadas muy pocas veces, pero me conformo.
También es verdad que es muy difícil mantener la regularidad en una labor como ésta y que unas veces uno está más inspirado y otras te dejas llevar, pero creo que eso es un hecho que hay que asumir.
Ha sido un proceso largo, meditado, discutido. Desde el momento en que decido que un tema es adecuado para hablar de él, luego la búsqueda de documentación, en algunos casos, el entender el tema e intentar traducirlo a un lenguaje lo más asequible posible, sin hablar de la inclusión de material gráfico, que algunas veces es propio, pero otras debo suplir con imágenes o vídeos encontrados en la red (tras largas búsquedas y descartes).
Sin embargo, hoy estoy satisfecho con mi labor.
Agradecido con los lectores, por seguirme y  por comentar algunas de las entradas aunque hayan sido, en ocasiones, comentarios poco afortunados (en todo proceso de comunicación debe existir retroalimentación). 
Al principio decidí no contestar a ningún comentario, fueran del calibre que fueran, para no alentar debates absurdos que he visto en otros blogs, o , aunque no es el caso, no alentar el "trabajo" de los trolls.
Nueva Geografía Canaria seguirá aquí cuanto tiempo sea necesario.
Gracias por su atención.

El ser humano no es un accidente sino un ser libre, necesario y activo, que, ciertamente, se une con sus semejantes pero no se confunde con ellos.

Eliseo Reclus

domingo, 20 de mayo de 2012

Imágenes del mundo conocido.

Naturaleza muerta/Naturaleza viva. Media Mañana. Pinar de Cheque.

Paisaje ocupado. Amanecer en Montaña Grande. Invierno.

Paisaje impresionista. Lo de Cartas. Arafo. Mediodia.

Orquidea. Jardines. Arafo. Mediodía.

Tronco quemado con resina. Chafa. Mediodía.

Cruz de la Gorgorana. Altos de Arafo. Mediodía.

lunes, 14 de mayo de 2012

Caminando por el sur








Hace unos veinte años empezamos a patear por varios senderos que recorren las zonas altas de los municipios de Vilaflor y Adeje: Ifonche, La Quinta, Taucho; bajando de Boca del Paso hasta Adeje; descendiendo el Barranco de Erques entre Boca de Tauce y Tijoco; o subiendo desde Los Lavaderos a la Casa de Teresme.
El sustrato posee una gran variedad geológica, entre las fonolitas de Vilaflor y los basaltos intermedios de Adeje y bandas del sur, salpicado por conos estrombolianos dispersos y gran diversidad de coladas y piroclastos basálticos.
El clima es cálido, con temperaturas medias de entre 14º y 28°C y precipitaciones que no superan los 500 mm anuales. Sin embargo, en Teresme o Ifonche no es raro ver formaciones de estratocúmulos que aportan humedad y frescura.
Existe una importante red de senderos, caminos y pistas forestales, que se comunican entre sí y atraviesan el pinar en su recorrido hacia los caseríos abandonados que hay en los sectores más altos (Teresme, Los Lavaderos, Casas de Paulo, Casas de Pino El Tarro). El sendero que permite un recorrido más completo dentro del pinar es el que une Taucho, Los Lavaderos e Ifonche, a través de la cabecera del Barranco del Infierno, por el Charco la Negra y La Fuente Benitez.


Antiguos tanques y lavaderos en el caserío del mismo nombre.
El Aserradero, entre  La Quinta e Ifonche

El pinar de estas zonas altas entre Chasna e Isora, a sotavento del alisio, se ubica entre los 900 y los 2.000 m. de altitud. Es una formación forestal abierta de Pinus canariensis (endemismo canario resistente al fuego como adaptación a terrenos volcánicos) que pueden alcanzar hasta 20 m de altura. Está acompañado por un sotobosque poco diversificado aunque abundante, dominado por los jaguarzos y las jaras (Cistus monspeliensis y Cistus symphytifolius) y los escobones (Chamaecytisus proliferus).
La formación de pinar con matorral tiene un límite inferior de 900 metros de altitud, debido probablemente a la presión humana sobre el bosque en tiempos pasados. En su margen superior, el pinar se extiende hasta el borde del escarpe de Las Cañadas. Estos bosques son más densos y continuos en el sureste, en Ifonche y el Barranco del Infierno, pero es más común encontrar formaciones de sustitución de jaras y escobones con pequeños pinares dispersos.
Los pinares poseen una fundamental función ecológica (por ser una formación vegetal endémica del Archipiélago y refugio de numerosas especies animales), una función hídrológica (por retener y proporcionar a los suelos el agua atmosférica) y una función paisajística (por constituir un paisaje singular, natural, patrimonial y atractivo para el visitante).


Antigua presa, todavía funcional, en un pequeño barranquillo cercano a Teresme
Durante siglos los asentamientos de población cercanos tuvieron una especial relación con los bosques de pinos ya que, históricamente, se ha hecho uso del pino con diferentes fines: madera para construir suelos, vigas y tejados de viviendas, combustible para uso doméstico e industrial (ingenios de azúcar en Adeje, hornos de pez en Isora, Adeje, Vilaflor), pinocha para cama del ganado y como fertilizante y acolchado de cultivos de exportación como plátano y tomate. también se utilizaron los pinos para producir pez o brea en hornos especialmente construidos al efecto y de los que tenemos algunas muestras en el paisaje. De aquella época han quedado topónimos sobre el territorio, como El Aserradero, La Serrería, Montaña de Los Listones, o Los Troncos.


Tramo del sendero que une Ifonche con Taucho, entre pinares. Al fondo, la
cabecera del barranco del Infierno y el Roque de Los Brezos.


La extensión actual del bosque es consecuencia directa de esos aprovechamientos seculares: en el sector noroccidental, en el que el acceso a los pinares es menos dificultoso, su extensión se ha visto limitada a altitudes mayores (1600 metros en Montaña Teresme). Mientras, en el sector suroriental, más abrupto, con montañas y barrancos, los pinares quedaban más protegidos y descendían hasta los 900 metros en Ifonche. Hoy en día, el cambio en la base socioeconómica y la declaración del Parque Natural de la Corona Forestal, han contribuido a la preservación del bosque.

Tanquilla y canal de agua fresca. El Afarrobero.


Dentro de los límites de su extensión actual, el estado de conservación es aceptable, siendo su calidad muy buena en las zonas más altas o en parajes especialmente escarpados.
El fuego es un factor que tiene una presencia notable en el pinar. Como muestra, las cortezas de numerosos ejemplares presentan señales recientes de incendios y en determinados pinos adultos aún quedan las hornacinas talladas en los troncos para la extracción de astillas de tea, un aprovechamiento frecuente antaño, pero que hoy ya no se practica.
Disfrutar de estos paisajes recorriendo los numerosos senderos y caminos que atraviesan estas cumbres, o asomándonos a varios balcones y miradores nos permite apreciar elementos naturales, paisajísticos y patrimoniales de gran interés.

Casas de Teresme





martes, 8 de mayo de 2012

El paisaje agrario de los majanos.



Entre los municipios de Arafo y Güímar existe una zona de malpaíses históricos, recientes y subrecientes, cubiertos por sustratos muy pedregosos, donde el paisaje agrícola es peculiar, ocupando un territorio no muy bien definido, entre Chogo, El Melozar, Chacona, Las Morras, Trasmuros, llegando hasta Tagor Alto. 

Se desvanecen los cultivos intensivos y aparece como cultivo principal la papa, (aunque en los últimos años está estancado y en algunos sitios en retroceso), asociado a la viña, que se siembra en parrales bajos, al borde de la parcela, apoyada en los muros de piedra marginales o en los numerosos majanos que salpican las huertas. Las nuevas técnicas de cultivo también han arraigado, sobre todo la plantación en espaldera, así como la introducción de nuevas variedades. Existen también cultivos de cereales (millo principalmente), hortalizas (cebollas, melones, calabacines, coliflor, calabaza, coles, bubangos), leguminosas (habichuelas, habas, arvejas) y árboles frutales, desde aguacates y mangos (cada vez menos), hasta cítricos y frutales de hueso como el melocotón y la nectarina. Otros árboles, cultivados desde el pasado son los almendros, perales y las higueras. 

Cuando las tierras son abandonadas aparecen las magarzas, los inciensos,
y las tuneras.

Estos cultivos se desarrollan en huertas de mediano tamaño, sobre suelos volcánicos con diferentes grados de desarrollo, dependiendo principalmente de la antigüedad del sustrato, que son bastante pedregosos y de diferente naturaleza, desde piroclastos volcánicos ácidos, (de modo puntual, en sectores más antiguos), hasta coladas basálticas, convertidas en arenas o granza de grano más o menos grueso. La construcción de estas huertas forma parte de un proceso desarrollado secularmente por los agricultores con el fin de obtener suelo y espacio útil. La necesidad de despedregar llevó a los campesinos a levantar grandes y gruesas paredes donde depositaban la mayor parte de la piedra e incluso levantar majanos que servían después como asiento de las viñas y pasiles para frutas. Posteriormente, se cernía el material restante y se colocaban los elementos más gruesos en las capas más profundas de las huertas y los más finos en las superiores. Cuando se descubría una veta de tosca  o zahorra (piroclastos ácidos de color claro), estos materiales eran los que recubrían toda la superficie del terreno.

La necesidad de despedregar las huertas llevó a la construcción de gruesos muros
de piedras y cascajos y a escalonar los bancales para aprovechar la superficie útil.


En este paisaje, la viña, aún siendo un cultivo tradicional, prácticamente establecido desde la conquista castellana, ha sido en gran medida marginal, en cuanto al lugar que ocupa en la parcela (se plantaba en los bordes, sobre parrales, para dejar los lugares centrales para el cultivo de papa y de cereales), pero su extensión estaba generalizada, puesto que al ser una planta de secano ocupaba un espacio agrario bastante amplio, llegando hasta las zonas altas de cumbre (Los Pelados, a 1300 metros de altitud). 

En la actualidad, el cultivo de la viña experimenta un auge desde los años noventa del siglo pasado, (si bien en la actualidad hay un cierto estancamiento), tanto en superficie cultivada, como en producción. Este esplendor se refleja en el territorio, puesto que la explotación de la vid, trae aparejados beneficios económicos evidentes. 

En algunos sectores, las tradicionales bodegas en archete han dado paso a cuartos de aperos y segundas residencias que proliferan en los bordes de pistas, en su gran mayoría asfaltadas. 

Los árboles y la viña son las especies predominantes en este paisaje.


La bodega en archete es un elemento típico de estos lugares y se dispone en las superficies más rocosas o son la continuación de una cueva excavada en tosca, o de una oquedad natural de basalto, que concuerdan con las grandes coladas o con los bordes de pequeños barrancos. Un archete es en realidad, una bóveda de cañón, construida con grandes losas de tosca o cantos blancos.

Algunas de estas fincas actualmente están abandonas desde hace tiempo y muchas de ellas han sido ocupadas por pinares, o vegetación ruderal asociada. Las huertas que sobreviven se establecen cerca de cuartos de aperos o de caminos, y algunas tienen corrales o algún estanque de pequeña capacidad. 

La génesis de estos cultivos se produce en momentos en que el aprovechamiento del terrazgo agrícola tenía que ser casi total, por lo que muchas tierras son roturadas en sectores pedregosos e inhóspitos, buscando siempre los fondos de pequeñas vaguadas donde se concentran elementos finos que permitirán el cultivo. Era necesario explotar grandes extensiones de tierra para obtener escasas producciones de mera subsistencia, y cultivar hasta el último celemín de terreno. 


Almendreros entre bancales llenos de malas hierbas. El Melozar.



Son tierras de pequeños propietarios que combinaban las prácticas ganaderas con las agrícolas. La llegada del regadío tras las primeras galerías y pozos de mediados del siglo XX,y la dura postguerra civil favorecieron un aumento de las explotaciones, aunque la tendencia en las últimas décadas es el abandono, manteniéndose algunas vinculadas a la viña, a las bodegas y a los cuartos para pasar los fines de semana. 

Estos sectores cultivados se alternan con sectores de vegetación natural, como bordes de riscos y las coladas del Volcán de las Arenas de 1705 (que fueron plantadas de pinos a lo largo del Siglo XX). En las huertas descuidadas, en una fase más o menos avanzada de abandono aparecen especies ruderales que funcionan como un matorral de sustitución, como inciensos, vinagreras, o tuneras.