lunes, 19 de septiembre de 2016

Canarias: Encrucijada atlántica.






Desde la realización del primer viaje de Colón, las Islas Canarias eran una estación de paso obligatorio para los buques de la Corona española que navegan hacia América. Estos barcos debían fondear en las islas durante varias semanas para realizar ajustes necesarios para un viaje de dos meses por el Oceáno y embarcar agua y provisiones.  
Muchos canarios, desde entonces, participaron activamente en el establecimiento y desarrollo de la América española.  

Las Islas Canarias aunque eran bien conocidos por los antiguos navegantes, pasaron al olvido durante las invasiones bárbaras y la Alta Edad Media.  
Después de las primeras descripciones de Plinio el Viejo, que cita el viaje del rey Juba II de Mauritania a las islas en el año 40 a.C. y se refiere a ellas por primera vez como Islas Afortunadas y otros autores de la época, más de mil años tuvieron que pasar antes de que las Islas Canarias fueron mencionadas en los textos europeos.

Los italianos del siglo XIII llevaron a cabo exploraciones y ocupaciones temporales, de al menos una de las islas canarias: Lanzarote, que todavía lleva, corrompido, el nombre de su invasor genovés, que en 1312 llego a la isla que los majos denominaban Tyterogaka, palabra de origen amazigh que significa Montaña Colorada. Este hecho fue el redescubrimiento medieval de las canarias después de mucho tiempo de olvido desde la época romana.
Se estableció en la zona norte de la isla en la que construyó una torre de vigilancia. Su estancia duro veinte años hasta ser expulsado por una rebelión de los habitantes de la isla.

Una de las primeras representaciones medievales de las Islas Canarias. Sólo aparecen las islas orientales y algunas de las islas menores.(Blog Canarias a través de la Cartografía, de Juan Tous Meliá)


Su primera referencia se halla en un mapa portulano del mallorquín Angelino Dulcert fechada en 1339 en la que aparecía nombrada como Insula de Lançarote Mallucellus y en otros mapas del siglo XIV, la cruz de Génova está claramente marcada en la isla.
Lancelloto arribó a la isla cuando viajaba en busca de los hermanos desaparecidos, también genoveses, Ugolino y Vandino Vivaldi, que en 1291 habían emprendido una expedición alrededor de África rumbo a India, '' para buscar el este a través del oeste”. Ésta empresa se desvaneció con todos sus hombres. 

Mucho tiempo después otra expedición toca la costa africana y encontró a un anciano blanco que decía ser un superviviente, aunque nunca se confirmó. Es probable que la expedición genovesa intentó dar la vuelta  África, pero se encontró con el desastre muy lejos de su camino y muy cerca de Canarias.
En este período, muchos italianos exploran este sector del Atlántico, lo que ha quedado reflejado en los nombres que se les dio a numerosas islas del Archipiélago de las Azores y de Madeira, aunque muchos, tras el redescubrimiento lusitano, dio paso a equivalentes portugueses o sustitutos. Así, Leiname se tradujo como Madeira, y se convirtió Li Conigi (Isla de los Conejos) en Flores. 

Esquema realizado del mapa original de Abraham Cresques en 1375. Aparecen ya las casi todas las Islas Canarias (falta La Palma). Lanzarote sigue con su atribución a Lancelotto Malocello ya la República de Génova. (Blog Canarias a través de la Cartografía, de Juan Tous Meliá)

Cuando el Almirante de la Mar Océana, comenzó sus viajes al Nuevo Mundo, las Islas Canarias estaban parcialmente asimiladas a los reinos hispánicos, ya que se estaba finalizando la Conquista de La Palma y Tenerife aún permanecía fuera del control español.  
Desde el principio, las Islas Canarias fueron consideradas como una base marítima desde donde comerciar por mar con África y después con el Nuevo Mundo, así como servir de estorbo a las ansías expansionistas de Portugal, la otra nación ibérica dispuesta a colonizar las nuevas tierras puestas en conocimiento de los europeos.

Con los descubrimientos de Colón, las Islas Canarias se convirtieron en puntos de parada obligatoria en el camino hacia el Nuevo Mundo, y gran parte de la producción de las islas se dedicó a reabastecer a los barcos que atracan en sus puertos: cereales, carne animal, agua, marinería para tripulaciones. 
Aunque Sevilla mantuvo el monopolio sobre el comercio americano hasta bastante avanzado el siglo XVIII, las clases comerciantes canarias en creciente aumento y cada vez más influyentes (compuestas por una amalgama de nacionalidades diferentes amparadas por los reinos de los Austrias: flamencos, genoveses, milaneses, andaluces, castellanos, mallorquines, catalanes, portugueses)  desafiaban continuamente el monopolio.

El soplo de los alisios convierte a Canarias en escala obligada de todos los veleros trasatlánticos.

Las islas estaban perfectamente situadas para influir en el comercio trasatlántico, y los comerciantes canarios comenzaron a implementar su propia agenda, llegando incluso a armar barcos para navegar directamente a las Américas.  
Las Islas Canarias fueron también el lugar donde se implementan las primeras plantaciones de azúcar de propiedad española, y cuando el azúcar se introdujo en las Antillas, provenía de Canarias, gracias a expertos agricultores canarios en el cultivo del azúcar.  
La industria azucarera del Caribe floreciente superó a la producción originalmente próspera canaria, iniciando una crisis en este monocultivo que llevó a las islas a un descenso económico que provocó una fuerte emigración a las Américas.
Con el cultivo del azúcar en horas bajas, los isleños se encaminan hacía el cultivo de la viña para la elaboración de vino y aguardientes.  
Los vinos canarios fueron muy demandados, tanto en España como en América, sin olvidar la exportación a Inglaterra y otros países europeos, alcanzando gran fama.
Sin embargo, la reducción de la superficie vinícola provocada por la crisis de los alimentos de subsistencia, el cese de la exportación a Inglaterra debido a la Guerra de Sucesión Española y el cambio en el gusto de los consumidores, condujo a que el sector quedara relegado en una pequeña actividad comercial y como producto para los mercados interiores.

Vista de los muelles de la Isla de los Perros, en el Tamésis, Londres, a principios del siglo XIX. Aquí estuvieron las dársenas que recibían el tráfico de buques que comerciaban con las Islas Canarias. (El actual Canary Wharf).
Era difícil para Canarias que sus productos de exportación de las Islas Canarias pudieran competir económicamente con América, y en un número cada vez mayor, los canarios tuvieron que  emigrar, temporalmente o de modo permanente.
Tal cadena de sucesos: crisis de un monocultivo de exportación-aumento de la emigración canaria, se repetiría cíclicamente en la historia de nuestras islas hasta casi la actualidad.
Desde el Siglo XVI, España estableció centros administrativos en las Islas Canarias, en un intento por detener el contrabando y el comercio ilícito flagrante entre las islas y el continente americano.  
Se instituye en las islas (tras darle al Archipiélago Canario privilegio de comercio directo con América, a pesar de que el comercio de Castilla con las Indias era un monopolio controlado desde Sevilla) de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, un Juzgado de Indias. Hacia 1564 se crea el el Juzgado Oficial de la Casa de la Contratación de Indias en Santa Cruz de la Palma y en 1566 se añaden dos nuevos en Tenerife y en Gran Canaria.


Edificio Casabuena, en la Plaza de La Concepción de San Cristóbal de La Laguna. Fue la sede del Juzgado de Indias de Tenerife.

Esta entidad se comprometió, entre otras funciones, a la inspección de los barcos que se dirigían hacia y desde las Américas, para asegurar el cumplimiento de las leyes españolas.  Su funciones principales en el ámbito fiscal y comercial eran la comprobación de que los barcos que fueran a las Indias con sus correspondientes registros y que se cobraran asimismo los derechos a los barcos. 
Cumplía también otras funciones tales como luchar contra el contrabando, autorizando un sistema de concesión de licencia para comerciar a comerciantes canarios con las Indias con el fin de reanimar la vida y economía canaria. Hasta la apertura que implanta el Reglamento de Libre Comercio de 1778 el comercio de ida y vuelta a las Indias pasando por Canarias, el tonelaje y nuevos órganos compartieron o sustituyeron dichas tareas, tales como el Juzgado Superintendente de Canarias (1657) o la Intendencia General (1718).  

Mapa del Puerto y Villa de Garachico, antes de la erupción de 1706. Hasta ese momento era uno de los puertos más importantes de Canarias en el comercio con América. 
El comercio de América con las Islas Canarias era limitado en un primer momento, debido a las estrictas prácticas monopolistas españolas que limitaban el tráfico de mercancías y personas oficial a un puñado de puertos, en especial caribeños, pero la anexión de Portugal al Reino hispánico (1578-1640), significó un buen número de plazas marítimas del Brasil donde comerciar desde Canarias.
Comenzando en el siglo XVIII y continuando hasta la independencia colonial en la década de 1820, España proclamaba el comercio libre, forzado por el creciente descontento de los colonos y comerciantes, las reiteradas solicitudes en tal sentido hechas desde Canarias, así como por una aguda crisis económica que venía afectando a la economía española desde la llegada al trono de los Borbones. 
Era tarde para tratar de enderezar el rumbo de la nave comercial canaria, puesto que la competencia de los puertos peninsulares era mayor y la decadencia canaria manifiesta,
Barcos canarios viajaban regularmente a La Habana, Santiago de Cuba, Santo Domingo, La Guaira, Cumaná, Chagres, Portobelo, Riohacha, Santa Marta, Cartagena, Veracruz, Campeche, Omoa, y a varios puertos más pequeños.  

Mapa de las posesiones de ultramar españolas durante la vigencia de todo el período colonial.