martes, 17 de septiembre de 2013

Árboles en la ciudad (1)




Hace unos años publiqué una entrada sobre la contaminación del aire en Canarias: El aire que respiramos . Como soy de los que creo que de nada sirve analizar la realidad sin aportar soluciones, he aquí una reflexión sobre la vegetación urbana.


Foto aérea del casco de Arafo. El verdor de los laureles de la plaza es evidente. El resto de arbolado que se contempla se encuentra, bien en patios interiores, bien en huertas que todavía sobreviven en el entramado urbano del pueblo.

Cuidar el medio ambiente urbano en nuestras ciudades puede parecer un asunto baladí, si pensamos en las grandes tragedias ambientales que se están produciendo en el mundo (calentamiento global, lluvia ácida, deforestación del Amazonas). Sin embargo, el tema es de especial importancia, ya que nuestra población es esencialmente urbana. 

Incluso los que nos consideramos “rurales” tenemos hábitos urbanos. Usamos las ciudades de nuestro entorno como lugares de ocio, trabajo, estudios, residencia… todo ello desplaza diariamente miles de vehículos que llegan a la ciudad y contaminan el medio ambiente. 


Flamboyanes (Delonix  regia), mostrando toda su esplendida floración en las Ramblas de Santa Cruz. Un árbol portentoso, originario de Madagascar, donde se encuentra amenazado, que da sombra y embellece nuestras calles y plazas.

La tendencia, tanto en los países desarrollados como en el Tercer Mundo, es que aumente la población urbana. A mediados del siglo XXI, la población urbana de los países en vías de desarrollo será más del doble que ahora, llegando a más de cinco mil millones en 2050. 

Esta concentración de miles de personas en un solo lugar es fuente de todo tipo de contaminación. Según Ecologistas en Acción, el 54% de los españoles respira aire contaminado y el 80% de la contaminación urbana procede del tráfico.


Plaza de Arafo, a finales del Siglo XIX. Los hoy grandiosos laureles de indias (Ficus microcarpa), apenas levantaban unos metros del suelo.

La ciudad es un espacio seriamente transformado por la actividad humana, cuyas consecuencias afectan significativamente al equilibrio ambiental y degradan nuestra calidad de vida. 

Los árboles son esenciales para la vida en la ciudad, debido a los efectos positivos que generan en el medio que les rodea:

a) Reducen la contaminación atmosférica, causada principalmente por la quema de combustibles en el transporte y la actividad industrial. 
b) Absorben los contaminantes del suelo en el que están plantados.
c) Atenúan el ruido de la ciudad, al actuar como barreras que captan las ondas sonoras. 
d) Suavizan el viento.
e) Sirven como hábitat para las aves y numerosos otros pequeños animales.
f) Protegen las aguas subterráneas.
g) Evitan la sequedad del aire a través de la transpiración.
h) Dan sombra a los coches y personas.
i) Embellecen el paisaje. 

La contaminación atmosférica causada por los vehículos y las industrias (la liberación de plomo, dióxido de carbono, benceno, óxidos de azufre) tiene graves consecuencias. Los vehículos de motor son responsables de producir el 80% de monóxido de carbono. 


Plaza de San Pedro, 1920. Foto muy similar a la anterior, con la salvedad de que los árboles que se erigen ya de buen tamaño no son los que posee hoy la plaza, puesto que la reforma urbana en 1966 taló los casi centenarios laureles. Los macetones han reaparecido desde hace unos meses.

Una investigación de la Universidad de Southampton revela que los árboles pueden mejorar la calidad del aire mediante la filtración de partículas procedentes de la contaminación. Han demostrado la importancia de la vegetación principalmente arbórea, señalando que una hectárea de árboles asimila aproximadamente cinco toneladas de carbono y libera de ocho a diez toneladas de oxígeno por año.

Un solo árbol puede exudar un promedio de 400 litros de agua por día, produciendo un efecto de enfriamiento equivalente a cinco habitaciones con aire acondicionado con capacidad para 2500 kilocalorías cada una, funcionando veinte horas al día.


Arbolados de las reformas auspiciadas por el plan urban en el centro de Santa Cruz de Tenerife: flamboyanes y palmeras (Washingtonia filifera).

Interesante es la relación entre los árboles y el suelo en las ciudades. Está demostrado que los árboles en los parques, jardines y zonas verdes protegen y conservan las aguas subterráneas, ya que el entramado formado entre la atmósfera, el suelo y las raíces genera una cobertura del suelo viva, mejorando la interrelación entre los elementos del sistema. Los arboles favorecen la infiltración de las aguas de riego (muchas de ellas depuradas, contribuyendo a su regeneración completa), y ayudan a que en momentos de lluvias torrenciales, los excedentes de agua fluyan al subsuelo, mitigando las inundaciones y contribuyendo a recargar el acuífero, rehidratando los suelos, y rellenando la reserva útil de agua disponible para la vegetación. 

La ausencia de árboles favorece la contaminación y reduce la cantidad de las aguas subterráneas. En unas islas donde dependemos de los acuíferos fósiles para sobrevivir, sobran las palabras.
El concepto de finales del siglo XIX de concebir las plazas como "salones al aire libre" ha llegado hasta nuestros días en ejemplos como la plaza Lorenzo Cáceres de Icod de Los Vinos.

No hay comentarios: