lunes, 26 de octubre de 2015

Riesgos y desastres.(I)





Ha vuelto a llover y de nuevo han vuelto a producirse grandes inundaciones, esta vez más concentradas en Gran Canaria, pero en Tenerife también han existido problemas. Es cierto que las lluvias han sido torrenciales y continuadas y que este final de verano y comienzo del otoño ha sido muy lluvioso. En la estación de la Morra del Tanque se registraron en Agosto 50 mm en Septiembre 73 mm y en lo que llevamos de Octubre, 272 mm. 

Sin embargo, no podemos esquivar que las lluvias en Canarias son muy irregulares, así como torrenciales y con gran intensidad horaria. Y no podemos olvidar que vivimos en un territorio con una altísima densidad de población, con un poblamiento difuso y continuo y con una orografía particularmente abrupta. Quizá ha llegado el momento de revisar nuestro geosistema y comenzar a realizar cambios básicos en la ordenación y estructura del mismo.

Barranco de Santos, verdadero colector pluvial de la zona metropolitana, cumpliendo su función de evacuar todas las aguas caídas en el reciente episodio de lluvias.

Las fuerzas de la naturaleza están en perpetua acción. Sus efectos son diferentes: lentos, como una sequía; de violencia instantánea como una inundación. Los daños dependerán del lugar particularmente perjudicado. 

Algunos procesos económicos o culturales aumentan el impacto: construcción en lugares inadecuados o infraestructuras incapaces, prácticas agrícolas incorrectas, depósitos de escombros o vertidos irregulares, miseria e ignorancia, entre otros. 

Los daños dependen de los rasgos de la zona afectada y el tipo de agente causal. Cada desastre presenta rasgos únicos y por lo tanto también variará el tipo de respuesta. Sin embargo, en todos los desastres surgen problemas similares. 

Tsunami de Japón en 2011. las consecuencias del terremoto y tsunami aún se dejan sentir en Japón, sobre todo las relacionadas con la actividad de la Central Nuclear de Fukushima: un riesgo tecnológico detonado por un desastre natural.

De un modo u otro, la población sufrirá daños (pérdidas económicas, falta de agua potable o electricidad, daños en viviendas, pérdida de vehículos). Más tarde será primordial emprender la reconstrucción, no sólo de infraestructuras o lugares, sino también una verdadera reparación social.

El impacto de un desastre es sentido por la sociedad en una serie de círculos concéntricos encadenados. 
En el círculo central se registra la zona de impacto total, con los más afectados (la zona cero). 
En las zonas de impacto marginal hallaremos daños y víctimas, pero considerablemente menos. 
Más alejada está la zona de filtración: allí no hay daños directos, pero sí disfunciones. 

Mapa de las erupciones volcánicas históricas de Tenerife. La de 1706 en Garachico provocó la ruina económica de esa localidad, de la que nunca se recuperó ¿Que pasaría hoy en Tenerife, con nuestra actual densidad de población y modelo de ocupación del territorio si hubiera una erupción como la de Arafo de 1705?

El círculo más amplio encierra las posibilidades de ayuda organizada, nacional o internacional. La severidad del desastre debe medirse en relación a la realidad del lugar siniestrado y no en términos cuantitativos absolutos. La pérdida de cien viviendas valoradas en un millón de euros en una zona deprimida, es peor socialmente que perder una mansión de dos millones de euros que afecte a una sola persona. La pérdida de un colegio o de un hospital ¿no excede de lo meramente monetario?

Las pérdidas se dividen en directas e indirectas, y son estas últimas las más difíciles de apreciar. No hay métodos universalmente aceptados y valorar las disrupciones sociales es casi imposible. En realidad, toda estimación de pérdidas económicas es imprecisa. 

Los incendios forestales se han convertido en uno de los desastres naturales más recurrentes de nuestro país y de los que consumen más recursos para su mitigación, además de las evidentes consecuencias ecológicas.

Un conjunto de decisiones, conscientes o rutinarias, deben adoptarse durante la reconstrucción pero todo objetivo es inalcanzable si no hay una preparación previa. La preparación ante contingencias debe estar integrada en la planificación para la normalidad. 
Por tanto, se puede concluir que los daños de un desastre dependen de dos factores: el tipo de agente causal (lluvias, sequía, terremotos, tsunamis, volcanes, incendios forestales, riesgos tecnológicos…) y la realidad previa en el lugar perjudicado. No nos dejemos llevar por las cifras: debido a la complejidad en valorar daños y a la falta de herramientas ajustadas y reconocidas, todo recuento de daños es un incorrecto acercamiento.

Playa de Los Gigantes, donde dos mujeres perdieron la vida cuando un talud de piedra se precipitó desde unos 40 metros de altura sobre la playa. El riesgo por desprendimientos no es desdeñable en unas islas tan abruptas como las nuestras.

La realidad social atenúa los daños o los empeora. Es ineludible conocer las realidades locales de las zonas en riesgo de impacto y los posibles agentes que los causan. La planificación preventiva o los eventuales planes de reconstrucción para crear condiciones de vida más seguras, dependerán de estos conocimientos. 
Por tanto, urge analizar la situación de las zonas en riesgo, los agentes externos que pueden afectarlas y los recursos existentes para enfrentarse a posibles pérdidas. 
Sería necesario poner en marcha un proceso de revisión de los instrumentos disponibles para calcular pérdidas. Es preciso quitar importancia a las cifras netas y destacar la relación entre la situación preexistente y los daños ocurridos, lo que nos dará una apreciación mucho más correcta. 
La sociedad adquiere la comprensión real de una catástrofe cuando deja atrás el shock del momento. Luego comienza la recuperación, un conjunto de acciones sociales comunes a todas las catástrofes. 

En las democracias suelen surgir grupos de opinión, políticos o técnicos que influyen en la concreción de proyectos encaminados a la recuperación.
Los daños dependen de los riesgos latentes y de la vulnerabilidad, ambos conceptos de origen cultural y, como tales, opinables. 

Las coladas del volcán Pico Do Fogo, en Cabo Verde, destruyendo por completo la localidad de Portela.

La asistencia y la reconstrucción no son procesos ni puramente objetivos ni neutrales. En los procesos de recuperación pueden distinguirse tres etapas: la emergencia, que asegura la supervivencia; la restauración o rehabilitación, que apunta a retomar la continuidad de la vida social y la reconstrucción, que busca recuperar el estado territorial y social anterior a la catástrofe. Grosso modo, cada una de las etapas dura diez veces más que el tiempo de la etapa previa.

La emergencia puede justificar un formidable traslado de recursos nacionales y/o internacionales a la zona afectada. Posteriormente, los recursos locales son el sostén de las acciones que se realicen. La ayuda internacional alcanza su tope durante la emergencia y disminuye drásticamente desde el momento en que los medios de comunicación dejan de ocuparse del asunto.

La Gran Ríada en Valencia de 1957. El Río Turia, típico rio mediterráneo se salió de su cauce e inundó buena parte de su vega, incluida la ciudad de Valencia. Murieron más de cien personas y los daños materiales fueron incalculables. Hoy, tras una gran obra hidráulica (el Plan Sur), el Turía tiene un nuevo cauce que lo ha logrado domar, y el antiguo cauce es un parque y zona verde y diferentes instalaciones e infraestructuras.

Si hay previsión, organización y conocimientos, habrá personal idóneo; si hay recursos, habrá capital para gastos e inversiones. El proceso de recuperación es una oportunidad para mejorar la preparación ante desastres futuros, es decir, la recuperación y reconstrucción debe reducir la vulnerabilidad.

La vulnerabilidad depende del tipo y la dinámica del desarrollo social en el lugar en riesgo, y de su relación con un conjunto de contextos: los medios económicos, la política de prevención, la experiencia de catástrofes anteriores, las contingencias estructurales de ayuda y socorro, las medidas administrativas vigentes, la existencia de fondos para emergencias o de seguros contratados.

CONTINUARÁ

Las sequías, normales en el clima subtropical y mediterráneo pueden llegar a poner en riesgo la vida y la actividad económica.

sábado, 24 de octubre de 2015

Windows (Ventanas).



Ventanas de una vieja casa de la periferia sur de San Miguel de Abona. La de abajo correspondía con una ventana de la estancia principal, mientras que la superior corresponde con el granero.

Ventana-puerta hecha en un muro de una huerta. Aldea Blanca. Un raro ejemplo de huecos en arco, con dovelas realizadas en sillería de piedra tosca, típica del sur de Tenerife.

Ventana de un cuarto de aperos en Hoya Alchoga, Arico.

Ventana de un cuarto en el Mirador de Don Martín, sobre la Ladera de Agache. la cercanía al risco nos lleva a contemplar buena parte del Valle de Las Higueras.

Ventana de una casa reformada en Camino Atravesado, Los Realejos. Difícil saber si la carpintería es de madera o de aluminio.

Ventanas de una de las antiguas bodegas de Chivisaya, Candelaria. Las carpinterías, realizadas en madera de tea, todavía se encuentran en relativo buen estado.

Ventana de la Casa de La Mesa, Candelaria. Dintel, jambas y alfeizar, labrados en roca de tosca, no muy común en este lugar, pero con importantes vetas algunos cientos de metros más abajo.

Lo que puede parecer un pequeño postigo, no lo es. Es la boca de un horno, en una casa derruida en Pasacola, Igueste de Candelaria. La eliminación del horno permite que veamos el paisaje de tuneras y huertas abandonadas a través del hueco que comunicaba la cámara del horno con la habitación, posiblemente la cocina.

Ventana de aluminio de persiana. Casa situada junto a la Carretera General, Icor, Arico.

Ventana y puerta de un cuarto de aperos construido con bloques de cantería de tosca. Camino La Hoya. San Miguel de Abona. Sobriedad, huecos pequeños, lo justo para que entrase algo de luz para ver, en algo que solo servía de almacén y depósito.

Ventana y puerta en Casa Urbano, Arico. Si nos fijamos bien, deducimos que la ventana ocupa el hueco originario de una puerta, debido a que la base fue rellenada con losas de diferente factura a los cantos de las jambas. Dinteles ligeramente arqueados, con dovelas de losa de piedra de tosca y clave central del mismo material.

lunes, 12 de octubre de 2015

Castañeros de Arafo




El castañero es un frutal presente en las islas Canarias desde tiempos de la Conquista. Es un árbol caducifolio, con ciertos requerimientos en cuanto a humedad, pero bastante rústico.

En el Lomo Redondo, Lomo El Rayo, Gorgo y El Tablonito existen concentraciones de castañeros, hoy bastante asilvestradas. Otros núcleos importantes de castañeros los encontramos en el Lomo de Los Chochos, Cruz del Humilladero (llamados también castañeros de José María, su localidad más alta, sobre los 1.500 metros de altitud), Arenitas de la Media Montaña, Morra de las Chajoras, Finca de Articosia, Las Arenas, La Planta, Lo Santiago, La Haya, Las Vigas y el Pinalete.

Dibujo-esquema de las hojas, flores y frutos de la castaña (Castanea sativa)


Éste árbol recubre laderas de difícil colonización, lomos sin abancalar o zonas de paredones pequeños, donde se alternó su cultivo con almendreros, perales, leguminosas (arvejas, chochos) y cereales de secano (trigo y cebada). 

Los castañeros de Arafo se manejan de forma particular, pues el injerto es muy cercano al suelo, con una poda de formación que hace que los brazos estén muy próximos al suelo, para facilitar su recolección y la protección contra el viento.

Los cuidados que recibe el castaño son escasos. Se podan las ramas secas, se limpia de chupones (brotes) del tronco, y se desbroza la vegetación arbustiva que pueda crecer bajo su dosel.

Flores del castañero, también lamadas "candelón". Gorgo. Primavera de 2012.

Su gran sistema radicular le permite aprovechar reservas de agua y nutrientes que se encuentran a gran profundidad.

Los frutos de más tamaño se han destinado al consumo en fresco, tanto para comer en el entorno familiar, como para cambiar o para vender. Los frutos más pequeños se utilizaban para la alimentación del ganado. Los erizos, una vez limpias las castañas, o se dejaban en el castañero para abonar el terreno o se utilizaban como yesca para encender el fuego, así como las hojas y ramajes secos.

Erizos de las castañas, vacíos de su rico contendido.

La madera, muy apreciada, se usaba para hacer casas, muebles o lagares Su aprovechamiento en tonelería comprende la fabricación de barriles, cascos, pipas, foniles y barricas de vino. Los bodegueros se referían a la gran porosidad de la madera de castaño para los envases diciendo que la barrica de vino “bebía más que el amo”, por lo que había que hincharla muy bien y azufrarla con mechas de azufre para cerrar poros y desinfectar.

Abundante hojarasca bajo los castañeros.

Se fabricaban instrumentos de laboreo como los trillos, “belgos” para aventar el cereal y palitas para palear el grano. Como curiosidad, comentar que buena parte de la maquinaria del Molino de Gofio de la Cuesta del Tanque, en Arafo, estaba realizada con madera de castaño. Otro uso fue la fabricación de los antiguos cestos, desde grandes, para pan o papas, hasta pequeños, para frutas delicadas, como guindas o cerezas.

Castañas araferas recién recolectadas.



Los chupones servían para hacer cestas de mano, cestos grandes para el transporte de piedras y las conocidas raposas que servían para ser cargadas por las bestias.

Los mejores palos también servían para elaborar las horquetas, para levantar la viña en el parral tradicional.

En los años de gran necesidad, en el verano se solían cortar las “choqueras”, que son las ramas que brotan de la base del tronco para alimentar el ganado, principalmente cabras y caballerías.

Erizos en el Lomo El Rayo, Arafo. Las constantes lluvias de finales de primavera y verano, han influido en el tamaño de las castañas de este año.

La castaña era parte esencial de la comidas de algunas fiestas, que se caracterizaban por una gran participación de la comunidad campesina, en torno a su recolección, en especial la fiesta de la Noche de Finados y los Ranchos de Ánimas (Todos los Santos), en la que se tostaban las castañas, aunque se empezaban a recolectar en San Miguel, los años muy tempraneros. A veces llegaban hasta San Andrés, y acompañaban la apertura de las bodegas.

Fritango de castañas (Foto Original: Dácil)

También se consumían asadas con una copita de anís o mistela. Cruda, como postre o pasapalo (aperitivo). En fritango (con tocino, panceta y papas guisadas). Con pescado salado. Guisadas (con agua, laurel y sal, aunque hay quien le añade matalauva).

Castañas asadas (Foto Original: Rafael Cedrés)

domingo, 4 de octubre de 2015

Geografía y cartografía mítica de las Islas Canarias.




La llegada del Renacimiento, con su revolución científica y filosófica y la implantación del humanismo, hace retroceder la creencia en los prodigios y la existencia de los monstruos. Las ubicaciones geográficas del paraíso y el infierno desaparecen paulatinamente.

Al comienzo del Siglo XV, los intelectuales de Europa, Bizancio y Arabia estaban aún centrados en sus estudios de la cosmografía, pero para el final del siglo los marinos de Portugal y España ya se aventuraban profundamente en el Mare Tenebrosum

Los viajes aportaron información y observaciones sobre las tierras recién conocidas, desde la Costa Africana, las Islas Atlánticas, y el Norte de Europa.

Se dibujan nuevos mapas que representan una geografía más fiel de este mundo expandido, con ilustraciones de los nuevos pueblos, de bestias reales, como rinocerontes, camellos o ballenas. La fantasía aún tiene espacio, lo que se refleja en la toponimia: Antillas, El Dorado, Brasil, Cíbola, Sete Cidades (Azores), San Borondón, pero estos mitos y leyendas retroceden frente al empirismo y los descubrimientos.

Llegada del grupo de avanzada de la expedición de Coronado en Cíbola (Zuni, Nuevo México) en 1540. Momentos más tarde se produjo la primera escaramuza entre tropas europeas y defensores en lo que hoy es Estados Unidos. (Pintura de William K. Hartmann).


A mediados del Siglo XVI España, Portugal, Francia e Inglaterra estaban enviando sus naves a redescubrir archipiélagos atlánticos y encontrar tierras nuevas para sus respectivos monarcas. 

Las exploraciones españolas revelaron la existencia de un mundo nuevo. Los viajes de Cristóbal Colón agregaron el vasto espacio del Caribe a la Corona española; Hernán Cortés sumó el Imperio Azteca y Francisco Pizarro hizo otro tanto con el Imperio de los Incas. Otros exploradores extendieron los dominios de Castilla y Aragón desde Florida al Cabo de Hornos, y cruzando el Océano Pacífico llegaron a Filipinas y las Islas de las Especies, estableciendo puertos comerciales intermedios. 

Portugal siguió su ruta de bordear el perfil de África, subiendo por la Costa de Mozambique, estableciéndose en Zanzíbar y Diego García, hasta llegar a la India, y desde allí a Macao (China) y Nagasaki (Japón) dándole a la corona de Bragança una ruta propia a las Indias Orientales, además del Brasil y el Algarve. 

Regreso de Cristóbal Colón de su primer viaje a las Indias. Las naciones ibéricas se vieron empujadas al Océano Atlántico debido a los cambios estratégicos en el Mediterráneo y Europa.

Inglaterra y Francia también exploraron el Nuevo Mundo, pero ambas buscando un paso a Oriente por las latitudes más boreales (el Paso del Noroeste), con exploradores como John Cabot, Martin Frobisher, Jacques Cartier, o Willem Barents, que fueron la base de su colonización de Norte América.

La causa principal de este empuje al océano fue encontrar una ruta marítima hacia oriente, a los territorios de Cipango y Catay, a los bienes más codiciados en Europa: seda, especias, piedras preciosas y perfumes. Durante siglos, esas mercaderías arribaban a Alejandría y La Meca en caravanas de camellos, y de allí al norte. Venecia tenía el monopolio de las especias y del comercio con el Adriático y el Mar Negro. Génova el de la seda, y del comercio del Mediterráneo Occidental. Pero los Turcos conquistaron Constantinopla en 1453 y poco después Alejandría, y así la ruta comercial del levante quedó casi cortada, solo Venecia conservó algunas líneas de tráfico y aprovechó esta ventaja en detrimento de Génova. Esta última perdió todos sus mercados, pero en lugar de resignarse a aceptar el dominio veneciano utilizó sus ahorros para financiar las expediciones de España y Portugal en su búsqueda de rutas nuevas.

Sin el comercio genovés, la Península Ibérica quedaba aislada del mundo. En invierno los Pirineos eran una barrera real y formidable con el resto de Europa, mientras que la hostilidad de los árabes por el Sur completó el encierro, y esto empujó a los ibéricos al mar. Descubrieron que no existían en el Océano tantos peligros como cantaba la leyenda, y los vientos alisios los llevaron cada vez más lejos. 

Mapa de la Bahía de Hudson, dónde buscaron los franceses y británicos el paso del noroeste.
Además de las ya conocidas islas de Canarias y Madeira, España y Portugal descubrieron las Azores y Cabo Verde. Ante ese brutal incremento del conocimiento geográfico del Atlántico, los europeos se vieron forzados a revisar su concepto del mundo, tanto física como filosóficamente. 

Todo lo que quedó para los cartógrafos fue el proceso de refinar los mapas y llenar los espacios vacíos. Ya no servirían los explorados y conquistados archipiélagos atlánticos para contener tierras de leyenda, pero continuarían apareciendo en los mapas, bajo las denominaciones legendarias, aunque ahora completas, nombradas y con siluetas geográficas bien definidas.

A medida que el conocimiento humano descubre nuevas tierras, el miedo a lo desconocido se sitúa cada vez más lejos. Los hombre medievales, como antes griegos y romanos, situaban los lugares tenebrosos, pero también los maravillosos en el Atlántico y sus islas. Cuando se descubrió el borde de todo el continente americano, estas fuentes de prodigios se sitúan en los polos ártico y antártico, en las altas montañas andinas, pero también en el interior de selvas y desiertos. Cuando se termina de explorar el mundo, el miedo y el prodigio viene del espacio exterior, en forma de carros de fuego (OVNIS, asteroides, meteoritos).

Islas míticas, arropadas por la leyenda, donde los seres humanos llevan una existencia halagüeña, satisfactoria y relajada, cercana a la Residencia de los Dioses.

Al principio, nuestra isla fue Insulae del Inferno en su totalidad, donde los marinos no desembarcaban, luego lo fue sólo el Teide (Echeyde, infierno), posteriormente era sólo la cima y su cráter a la que se le llamaba Caldera del Diablo, donde existían emanaciones sulfurosas, sublimados de azufre, frío y calor extremos, hielo y nieve y vientos huracanados. 

Los espacios no humanizados, fuera de lo conocido, cargados de silencio y esterilidad, o acaso de fertilidad, como desiertos, bosques, mares, montañas e islas, serán los ámbitos revestidos de un especial significado. 

Algunos de estos espacios serán considerados como pruebas iniciáticas previas antes de llegar a una meta llena de deleites y abundancias, pero otros simplemente participarán de los emparejamientos de opuestos: del Oriente viene la iluminación al salir el sol, en Occidente muere, en uno está el paraíso, en otro el infierno.

Llegada de Leif Ericsson a las costas de Norteamérica. Lo que en su momento fue una idea e hipótesis muy criticada, cada vez se ve más demostrada por el registro arqueológico.

En los sucesivos descubrimientos y olvidos de las Islas Canarias, se van sumando numerosas tradiciones, como las del norte de Europa, desde el legado vikingo y sus sagas, transmitido a los normandos y bretones (los primeros exploradores sistemáticos de las Islas Canarias), las leyendas germánicas y flamencas, hasta los mitos celtas, legados a través de gallegos, portugueses y vascos. Pero no es menos cierto que desde el mediterráneo, también se suman otras tradiciones, como las fenicias, cartaginesas, griegas, romanas, árabes y judeo-cristianas.

Las islas se transforman al atravesar el tamiz de las ideologías y creencias, pasando de un lugar de beatitud y bienaventurados; Jardín de Las Delicias, según San Isidoro; Islas Afortunadas; Jardín de las Hespérides, con manzanas de Oro, custodiadas por dragones, a ser unos peñascos aislados en medio de un mar tenebroso, en los confines del mundo civilizado, una región sin retorno, un infierno lleno de calderas de azufre, y llamas eternas.

Las islas también son, en el imaginario de sus primeros exploradores y conquistadores, lugar donde se desarrolla la lucha entre el Bien y el Mal, el Armageddon descrito por San Juan en el Apocalipsis capítulo 16, versículo 16

Jardín de las Hespérides, con árboles en los que crecían manzanas de oro: las madroñeras son pequeñas naranjitas doradas.

La batalla del Armageddon es descrita en el Apocalipsis como anterior a la llegada del milenio. Los reyes del mundo se reúnen en este lugar para luchar contra el Cordero de Dios, pero son derrotados por Jesucristo y sus ángeles (comandados por San Miguel), arrojando por último a la bestia (el dragón) que los encabeza, junto con el falso profeta, al lago de fuego, mientras Satanás será atado en lo profundo del abismo por mil años.

Existen interpretaciones de que en la heráldica y en la toponimia de algunas ciudades e islas de Canarias se reproduce este episodio.

La doctrina cristiana rechazó gran parte del legado intelectual de Grecia y Roma, y esto incluyó a la geografía (Estrabón, Herodoto) y la cartografía (Eratóstenes, Hiparco). 

Los primeros años de propagación del cristianismo se centraron en luchar para propagar una la religión fundamentada más en la contemplación y aceptación de la fe verdadera, que en la investigación de la naturaleza por las ciencias. 

Pico Viejo y las Narices del Teide, que entró en erupción en 1798. El volcán está omnipresente en la vida de los canarios, como algo maligno y peligroso, bello, pero aterrador.

Sin embargo, algunos de los miembros de la Iglesia disponían del conocimiento de los antiguos griegos, y fueron capaces de aceptar la esfericidad del planeta, conservando vivos los conceptos de Aristóteles, como fue el caso de San Agustín (354-430). 

Si bien la luz de la ciencia y el conocimiento estuvo atenuada en Europa durante la Edad Media, los conocimientos geográficos se fueron haciendo un hueco paulatinamente a medida que la búsqueda de las rutas del comercio con el Asia lejana fue una prioridad para los europeos, en especial los ibéricos.

La representación cartográfica de la tierra estuvo sesgada por las creencias de sus fabricantes. Un mapa es una representación gráfica o modelo a escala de hechos y conceptos espaciales. Es un medio para transmitir información geográfica. Estos mapas antiguos proporcionan, en la actualidad, mucha información sobre lo que se conocía en tiempos pasados, así como la base filosófica, religiosa y cultural que inspiraban al cartógrafo (a menudo muy diferente de los fundamentos de la cartografía moderna). Los mapas son un medio por el cual los científicos pueden distribuir sus ideas y transmitirlas a las generaciones futuras.

San Agustín. El cristianismo primitivo del Norte de África fue, por momentos mucho más receptivo a heredar el legado cultural griego y romano.


La naturaleza volcánica de las Islas Canarias, así como otras peculiaridades geográficas, como ser altas montañas, situarse en el occidente conocido, cubiertas de nubes y brumas frecuentes, azotadas por vientos fuertes y constantes que soplan hacia el interior del océano y que dificultan el regreso a la tierra firme, reafirman las creencias medievales de ser islas situadas en el límite del Océano, donde suceden prodigios y maravillas y donde habita el Maligno.

Es curioso ver como desde la Antigüedad las islas Canarias han sido fuente de hechos maravillosos, envueltos en la magia y la leyenda, hasta el punto de que se han planteado sobre Canarias numerosos “misterios” que se han mantenido en el imaginario popular hasta hace muy pocos años: 
  • ¿Son las Canarias restos de los picos más prominentes de la Atlántida, hundida en el mar por desafiar a los dioses?
  • ¿Son los guanches descendientes de las tribus perdidas de Israel? 
  • ¿Conocían los aborígenes la religión cristiana, transmitida por San Avito, su primer apóstol, y su primer mártir en el Siglo II? 
  • ¿Se confirma o se desmiente la existencia de San Borondón, mítica isla que aparece y desaparece en el entorno del Archipiélago con cierta frecuencia?