martes, 23 de abril de 2013

San Borondón II




San Borondón pertenece al glorioso período de la historia de Irlanda, cuando la isla, en el primer resplandor de su conversión al cristianismo, envió a sus primeros mensajeros de la fe en el continente y las regiones del mar. 

Tal vez sea posible que las leyendas actuales, escritas a partir del siglo XI, tengan por base un viaje real por mar cuyo destino no puede ser precisado.

Posibles itinerarios de San Brendan

Estas aventuras fueron llamadas las "Navigatio Brendani", el viaje errante de San Brendan, pero no hay prueba histórica de este viaje. 
Se dice que navegó en busca del Paraíso con una compañía de monjes, cuyo número varía entre 18 hasta 150. 
Después de un largo viaje de siete años, llegaron a la "Terra Repromissionis" o Paraíso, la tierra más hermosa con vegetación exuberante. 
La narración ofrece una amplia gama de datos para la interpretación de su posición geográfica. 
En un mapa catalán de 1375 es ubicada no muy lejos al oeste de la parte sur de Irlanda. 
En otros tratados, sin embargo, se identifica con las "Islas Afortunadas" de los antiguos y se coloca hacia el sur.
Así, se puso entre las Islas Canarias en el Planisferio de Hereford, de Richard de Haldinghan (finales del siglo XIII); sustituye a la isla de Madeira en la Carta de Pizzigani (1367), Mapa anconitano de Weimar (1424), y en la tabla genovesa de Beccario (1435).

Archivo: St Brendan Bueno 03.jpg
Altar de San Brendan en la Isla de Valentia, Kerry, Irlanda.

Dado que el incremento en los conocimientos geográficos de esta región demostró la antigua creencia de que debía de ser falsa, la isla se fue empujando más hacia el océano. 
Se encuentra 60 grados al oeste del primer meridiano y muy cerca del ecuador en el mapamundi de Martin Behaim.
Los habitantes de El Hierro, La Gomera, Madeira y las Azores declararon a Colón que habían visto a menudo la isla y se ha llegado a ver o a hablar de ella hasta fechas muy recientes.

A finales del siglo XVI el fracaso en localizar la isla llevó a los cartógrafos Apianus y Ortelius a colocarla en el océano al oeste de Irlanda. Una de las últimas referencias cartográficas se encuentra en la Carta geográfica de Gautier de 1755. En la primera parte del siglo XIX, los intentos por encontrarla habían sido abandonados.

Mapa de Ortelius, con San Borondón junto a un tritón.

Pronto surgió una nueva teoría, mantenida por estudiosos que afirman para el irlandés la gloria del descubrimiento de América, a saber: MacCarthy , Rafn , Beamish, O'Hanlon, Beauvois o Gafarel. 
Descansan esta afirmación en la historia de los vikingos que encontraron una región al sur de Vinland y la Bahía de Chesapeake llama "Hvitramamaland" (Tierra de los hombres blancos ) o "Irland ed Mikla" (Gran Irlanda), y en la tradición de la tribu Shawnee, nativos americanos que contaban que en tiempos antiguos Florida fue habitada por una tribu blanca que tenía utensilios de hierro.

Detalle del mapa anterior.

Otros investigadores argumentan que los extraños animales y plantas descritos por Brendan en la ya citada “Navigatio”, solo podían ser encontrados en el continente americano.
Sin embargo, las dudas sobre la veracidad de la obra se expresaron desde muy temprano. Honorio de Augsburgo en su Imago mundi, obra que gozó de gran éxito hasta el final del Medievo, dijo que la isla había desaparecido y Vicente de Beauvais negó la autenticidad de toda la peregrinación.

Entre los geógrafos, Alexander von Humboldt, Peschel , Ruge y Kretschmer , sitúan la historia entre las leyendas geográficas, con interés para la historia de la civilización, pero sin ninguna pretensión de considerarla seriamente desde el punto de vista de la geografía. El relato más antiguo de la leyenda se encuentra en América, "Navigatio Sancti Brendani", y fue escrita durante los siglos X u XI, Las primeras traducciones al francés son de 1125 y desde el siglo XIII la leyenda ha aparecido en las literaturas de los Países Bajos, Alemania, Inglaterra y España. en concreto, las Islas Canarias.


¿Tortugas marinas del tamaño de una isla?

jueves, 18 de abril de 2013

San Borondón


Rebuscando entre papeles viejos, con idea de hacer un expurgo (cosa que casi nunca logro), encontré un apunte de hace unos quince años, con la referencia de que habíamos visto la Isla de San Borondón.
Sucedió un sábado luminoso de primavera, desde el Roque de Ayesa, al que un grupo de gente del Colectivo Izmaña para la difusión del senderismo y la fotografía de Arafo, subimos con idea de sacar fotos. Sobre las once de la mañana, mirando hacía La Palma, apareció de la nada, y permaneció allí durante un par de horas.
Recuerdo que se sacaron fotos, aunque yo no conservo ninguna en mis archivos. Pero lo cierto es que la vi.

San Borondón. Foto tomada por Manuel Rodríguez Quintero en 1958


La isla de Irlanda (Hibernia en latín, “Tierra invernal”) nunca estuvo sujeta a Roma, aunque recibió influencias de la romanización, sobre todo en la cultura y el comercio.
Desde tiempos prehistóricos, los irlandeses habían realizado incursiones en el mar, ya que su Imrama o sagas marinas, dan fe de ello. En los primeros siglos de la conversión al cristianismo, la llegada abundante de los religiosos católicos, que querían seguir evangelizando las tierras ignotas, estimularon la tradición irlandesa de la navegación.
Algunos monjes irlandeses parecen haberse asentado en Islandia antes de que finalice el siglo VIII y hasta haber navegado mucho más allá. Hay buenas razones para creer que visitaron la mayoría de islas de los archipiélagos del Atlántico Oriental, aunque no podemos asegurarnos. 

Grabado que representa la misa de San Borondón en los lomos de la
ballena.

Este ardor evangelizador, más bien imprudente, terminó tras un período de expansión al que le debemos una de las leyendas más fabulosas y persistentes del Atlántico: la Leyenda de la Isla de San Borondón (también llamado Brandán, Barandino, Brandano o Brendan).

San Borondón de Ardfert y Clonfert, conocido también como Brendan el Viajero, nació en Ciarraighe Luachra, cerca de la actual ciudad de Tralee, Condado de Kerry, Irlanda, en el año 484 y murió en Enachduin, ahora Annaghdown, en 577. 
Fue bautizado en Tubrid, cerca de Ardfert, por el Obispo Erc. Durante cinco años fue educado bajo la tutela de Santa Ita, y completó sus estudios con San Erc, quien lo ordenó sacerdote en 512. 
Entre los años 512 y 530 San Borondón erige monasterios benedictinos en Ardfert, Shanakeel o Baalynevinoorach, a los pies de Brandon Hill, desde donde emprendió su famoso viaje hacía el Jardín de las Delicias. 
Los antiguos calendarios irlandeses asignan una fiesta especial para la "Egressio familiae S. Brendani ", el 22 de marzo, y San Angus de Culdee, en su letanía, al final del siglo VIII, invoca "los sesenta que acompañaron a San Brendan en su búsqueda de la Tierra de la Promesa". 

Naturalmente, la historia de los siete años de travesía se difundió por las islas Británicas, e incluso por el continente, y una multitud de peregrinos y estudiantes acudieron a Ardfert. Así, en pocos años, nacieron muchas casas religiosas en Gallerus, Kilmalchedor, Brandon Hill, y las Islas Blasquet, a fin de satisfacer las necesidades de los que vinieron para encontrar orientación espiritual en San Borondón.

The Voyage of St. Brendan 8778 St Brendan wearing a bishop's mitre and 12 followers in a boat sailing and rowing to Ireland... Buy  original affordable art online
El Viaje de San Brendan. Brian Whelan 

Una vez establecida la Sede de Ardfert (su ciudad natal), San Borondón siguió fundando monasterios por Irlanda y hacia el año 550 viajó a Gales, donde dejó huellas de su celo apostólico y después de tres años de misión en Gran Bretaña, regresó a Irlanda, e hizo mucho bien, fundando conventos y erigiendo nuevas parroquias. Su más célebre fundación fue Clonfert, en 557, sobre la que designó a San Moinenn como Prior y Jefe Maestro. Fue uno de los doce apóstoles de Irlanda y uno de los primeros santos irlandeses. San Borondón fue enterrado en Clonfert, y su fiesta se celebra el 16 de mayo.

San Borondón: con los símbolos de sus carismas: la
fundación de nuevas sedes y la navegación.

Esta isla, real o imaginaria, parte del relato titulado "Navegación de San Borondón”, pero su creencia fue tan importante que todavía aparecía en algunos mapas en el S. XVIII. 
La leyenda de su viaje se extendió durante siglos por la Europa cristiana. De acuerdo con la citada Navigatio partió el 22 de marzo del 516 con otros diecisiete monjes en un barco para buscar el Paraíso Terrenal. 
Después de un largo viaje, recaló en un mar lleno de islas; la identidad de éstas ha sido motivo de controversias, y se ha afirmado que posiblemente se tratara de Terranova, lo que haría de Borondón el primer occidental en llegar a América, aunque también se las identifica con las islas del mar Caribe o las islas Canarias.

¿La Isla de San Borondón?
La fábula cuenta que los monjes celebraron una misa de resurrección en una isla que resultó ser una gran ballena, porque el cielo y las estrellas se movían hacía el Este. Los monjes alabaron al señor por el don de un barco sin velas ni remos. La derrota duró unos cuarenta  días, guiados por la Divina Providencia y a través del Océano tenebroso.
El Espíritu reveló a San Brendan el nombre del animal marino: Jasconius, el primer pez que habitó las aguas tras la Creación, que les llevó hasta una isla paradisíaca  con cientos de bellos pájaros desconocidos, mares de aguas limpias y brillantes, llenos de peces, con árboles de frutos exóticos y sabrosos, con profusión de aguas corrientes. 

Los monjes permanecieron allí durante siete años, y así nació la leyenda de la isla errante en las aguas del Océano Atlántico.

(Continuará).

Mapa de la Isla de San Borondón de Leonardo Torriani (1590)












viernes, 5 de abril de 2013

DE GIRA POR LA COMARCA DE ABONA






Hace unos días, he tenido la ocasión de aprovechar el escaso tiempo libre que me dejan mis compromisos laborales, sociales y, sobre todo, familiares, para realizar una escapada por sectores del Sur que he tenido bastante abandonados. 

Realizamos una excursión por los municipios de Arico, Granadilla de Abona, Vilaflor de Chasna y San Miguel de Abona, prestando especial atención a las medianías altas y los cambios que se han venido produciendo en los últimos tiempos.

Saliendo desde Arico, a medida que ascendemos, la importancia paisajística de los grandes depósitos de pumitas (los jables, las zahorras, el bano) es evidente (imbricadas con coladas oscuras de basaltos y salpicadas por numerosos conos volcánicos), perdiendo interés la ocupación urbana, aunque se mantiene una agricultura de policultivo de secano, combinado con viña y algunos frutales, que se trabaja sobre los sectores de lavas más antiguos, buscando los réditos de acumulaciones de incipientes suelos fértiles.


Paisajes desprovistos de pinares. Icor. Arico.

El cultivo principal de estas zonas es el de la papa, aunque en los últimos años está estancado y en algunos sitios en retroceso, junto con la viña, que se siembra de diferentes maneras: desde los parralitos al borde de la parcela (Arico, San Miguel); apoyada en las paredes de piedra (Los Blanquitos, Cruz de Tea); hasta las cepas podadas en corto, sin parral, que llena el paisaje de Trevejos, en Vilaflor. 

En este paisaje, la viña, es un cultivo tradicional, prácticamente establecido desde comienzos del siglo XVI, marginal en cuanto al lugar que ocupa en la parcela (se plantaba en los bordes, sobre parrales, para dejar los lugares centrales para el cultivo de papa y de cereales), pero no en extensión, ni en importancia económica, puesto que, al ser una planta eminentemente de secano, ocupaba un espacio agrario bastante amplio, desde Aldea Blanca o Las Zocas, (cerca del nivel del mar) hasta zonas altas de cumbre, como Los Frontones o La Florida, (frisando los 1.700 metros). 

En la actualidad, el cultivo de la viña ha protagonizado un nuevo auge, tanto en superficie cultivada, como en producción. Este esplendor se refleja en el territorio, puesto que la explotación de la viña, trae aparejados beneficios económicos evidentes. Las nuevas técnicas de cultivo también han arraigado, sobre todo la plantación en espaldera, la potenciación de variedades tradicionales (Malvasía, Verdello, Bermejuelo) así como la introducción de nuevas variedades (Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Merlot, Sirah, Ruby, Cabernet, Castellana).


Paredes de piedra talladas "in situ" en zonas de jable y tosca. Medianías de
Abona.

Existen también cultivos de cereales (millo principalmente, en hoyas y nateros bajo regadío), hortalizas (calabaza, bubango), leguminosas (habichuelas, habas, arvejas) y árboles frutales (a destacar la importancia de los almendreros en la zona de San Miguel, El Roque y Jama).

Estos cultivos se desarrollan en huertas tradicionales sobre suelos pobres de origen volcánico, con diferentes grados de desarrollo, donde el suelo agrícola es bastante pedregoso y de diferente naturaleza, desde piroclastos volcánicos ácidos o básicos, a coladas fonolíticas,  convertidas en arenas o granza de grano más o menos grueso y cuya construcción forma parte de todo un proceso desarrollado secularmente por los campesinos, con el fin de obtener suelo y espacio útil. Es destacable el esfuerzo realizado en la zona de Vilaflor para crear grandes huertas de jable, que cuentan con regadío a goteo o aspersión para el cultivo de la papa temprana.

Esta agricultura tradicional se relaciona con un tipo de poblamiento típico de estos espacios rurales, en los que las viviendas se disponen sobre las superficies más rocosas, (que coinciden con las superficies de las coladas, o los bordes de los barrancos) a lo largo de  diversos caminos que ascienden hasta el límite del pinar. Muchas de estas tierras se encuentran en la actualidad en procesos de abandono prolongado, siendo muchas de ellas  ocupadas por pinares, jarales o escobonales. 


Los balos y las tabaibas conviven con los pinos dispersos.

Las huertas que sobreviven se establecen cerca de las viviendas o de los caminos principales, ocupando los frentes y las traseras de las edificaciones, corrales y estanques.
La génesis  de esos asentamientos  se produce en momentos en los que el aprovechamiento del espacio susceptible de ser cultivado tenía que ser máximo, por lo que muchas tierras son roturadas a expensas de formaciones vegetales originales, especialmente el pinar y los bosques termófilos. 

Se pican o sorriban así los terrenos más inhóspitos, como son las potentes planchas fonoliticas de varios centímetros de espesor, los barranquillos (hoyas o nateros), y los bordes de los barrancos (veras y fajanas). El poblamiento diseminado tiene más que ver con la necesidad de explotar grandes extensiones de tierra para obtener producciones de subsistencia, y, por lo tanto tener que explotar hasta el último celemín de terreno. 

Nacen así núcleos como La Cisnera, El Río, Chimiche, Los Blanquitos, Las Vegas, Cruz de Tea, Trevejos o Jama. Muchos de ellos son también restos de los tiempos de explotación feudal del territorio, donde los medianeros o arrendatarios (anteriormente los siervos o enfiteutas), vivían en fincas alejadas, explotando las tierras mediante prácticas agro-ganaderas. En ese tiempo era fundamental la explotación de los pastos, del matorral o de los recursos que brindaba el monte.


La tosca era la piedra más abundante, lo que permitía la construcción de casas,
apriscos y corrales. Medianías de Arico.
La llegada del regadío, tras la apertura de las primeras galerías, propició un aumento de las cosechas, aunque la tendencia durante las últimas décadas es el abandono de las tierras y de muchas de las viviendas tradicionales más antiguas, manteniéndose algunas vinculadas a la explotación de la viña, y casas de fin de semana o de época vacacional, aunque otras se han reciclado como residencias de turismo rural, especialmente en Arico y Granadilla.

Además de este poblamiento semi-concentrado en toda la Medianía, la mayor parte de las vías de comunicación están salpicadas de casas e instalaciones diseminadas, muchas con carácter ocasional. Dos ejemplos claros serían La Martela, en Vilaflor o La Higuera en Granadilla.

La toponimia de estos lugares nos habla de la vegetación que se encontraba (y en algunos casos se encuentra) en la zona: Barranco de La Sabina, Hoya Las Pencas, El Cardón, La Gamona, El Acebuche; los aprovechamientos y usos, como el ganadero, minero o agrícola (Lomo El Centeno, Era de Cho Rutil, Cercado de Doña María, Corral de Los Asientos, Cantera de Las Lajas, El Molino); extracciones de pez, de brea y de madera (Lomo de Los Pegueros, Hornos de Resina, Era del Aserradero, Cabañas de Los Pinocheros, Los Hornitos) y la importancia del agua escasa (Barranco de Los Eris, Fuente de Las Lajas, Fuente El Seco, Charcos del Cedro, Ere Barranco del Vallito).


El Roque. Valle del Ahijadero, entre San Miguel y Arona.
Estos sectores habitados y cultivados se superponen con otros sectores de vegetación natural, en especial los lomos formados bien por las potentes coladas de pumitas, o bien las coladas basálticas que fueron ocupadas por pinares. En los márgenes de barrancos, en las cuestas de gran pendiente y en las  huertas descuidadas, aparecen especies ruderales que funcionan como un matorral de sustitución, como aulagas, balos, inciensos, vinagreras, o tuneras.

Las zonas más altas, donde los pinares son el elemento preponderante del paisaje, son más comunes los signos de naturalidad, siendo uno de los bosques de pino canario más importantes de Tenerife, aunque en la actualidad está muy dañado por el incendio del verano de 2012. 

Descienden desde los escarpes exteriores de Las Cañadas hasta diferentes cotas, en razón de las distintas características que presentan los suelos de la comarca. En zonas donde el abandono de cultivos ha sido más temprano, pueden alcanzar los 600 metros de altitud (Las Vegas, Lomo Las Hayas, Morra de La Sabina)), aunque algunos ejemplares aislados descienden mucho más.


Flor de la jara (Cistus symphytifolius). San Miguel.
El pinar no es homogéneo. Mientras que los sectores superiores, ya cerca de los límites del retamar y orientales presentan una mayor xerofilia y adaptaciones a las condiciones de sequedad, con el sotobosque cubierto por matorrales de diferente tipo y estratigrafía, como la propia retama del Teide, en sectores inferiores aparece acompañado de jaguarzos o escobones. De especial importancia son los sectores repoblados de pinos, en especial en Vilaflor o en Arico.


Flor del jaguarzo (Cistus monspeliensis). Granadilla.

Su máxima cota está entre los 1.900 y 2.000 metros de altitud. Ya sobre los 1.800 metros aparecen las retamas.
En los bordes de Las Cañadas del Teide, se combina la existencia de matorrales de retamas muy dispersos, con sectores de matorrales de alhelí y rosalito de cumbre.

Importante es reseñar la sauceda que ocupa el fondo del cauce alto del Barranco de El Río, formación que aprovecha un curso permanente de agua.


Flores del sauce (Salix canariensis). Arico.