jueves, 11 de octubre de 2018

INCENDIOS FORESTALES: HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA



Como ya hemos descrito en anteriores entradas, la gestión preventiva del fuego forestal es en la actualidad una de las acciones más eficaces para salvaguardar la seguridad de las personas, las propiedades y el medio ambiente forestal frente al riesgo de incendios sin control.


La aplicación de quemas prescritas como herramienta básica del manejo de la masa forestal, permite alcanzar buena parte de los objetivos definidos dentro de los programas de una gestión forestal correcta, donde se combinen todos los usos del territorio, tanto los ambientales, como los sociales y económicos.

Masas de pinos con alta densidad y esacaso manejo del combustible. Terreno preparado para el próximo incendio forestal.


Por lo tanto hay que tener claro que esta herramienta no es un fin en sí mismo, sino que proporciona mecanismos mediante los cuales se pueden alcanzar unos objetivos mucho más generales.


A fines del siglo XIX y principios del XX, el enfoque de la política forestal en España y otros países europeos, debido a la necesidad perentoria de obtener recursos económicos, la degradación a la que estaban sometidos los bosques españoles por culpa de la deforestación histórica y la presión que se ejercía sobre los recursos forestales por parte de la población rural, que utilizaba el fuego como una herramienta más, provocaron que los incendios forestales se consideraran por parte de numerosos técnicos, políticos y pensadores como el Gran Enemigo

Altas densidades de pinos en las repoblaciones de la isla de Tenerife.



El fuego se consideró una gran amenaza siempre y cuando afectara a las masas arboladas, y la tendencia, remarcada a mediados del Siglo XX siempre fue su eliminación total.


Tras la Guerra Civil, la autarquía y los años de sequía, miseria y hambre, condujeron a una intensificación de la política de repoblación forestal, iniciada ya durante la Restauración Borbónica y la Dictadura de Primo de Rivera.

La política de reforestación fue clave durante los años de autarquía



La búsqueda de altos rendimientos en los bosques repoblados llevó a que las prácticas de manejo forestal se centralizaran en maximizar de manera eficiente la producción de madera, pero también de leñas, carbón y, sobre todo, pulpa de papel obtenida de las plantaciones de eucaliptos.
También se vincularon los trabajos de repoblación forestal a la política de construcción de embalses. Estos ambiciosos objetivos, junto con el persistente temor al fuego, provocaron que el manejo del fuego se dirigiera casi en exclusiva a la prevención y supresión de incendios forestales para minimizar las zonas quemadas y, en última instancia, la pérdida de vidas, propiedades y recursos naturales. 

La repoblación forestal fue esgrimida durante años como uno de los logros de la Dictadura de Franco.


En la actualidad, los grandes incendios forestales no controlados, se consideran indeseables desde la óptica de políticos, planificadores, técnicos y ciudadanos en general.


Los sectores económicos relacionados con los montes, en especial en aquellos municipios y provincias dependientes de los bosques, afrontan hoy la necesidad de aumentar los recursos forestales disponibles (en el amplio sentido de la palabra, incluida la recreación o el turismo), lo que ha hecho acrecentar las preocupaciones sobre el impacto económico y social de los incendios forestales.
 

Se pueden citar las siguientes razones para disminuir el número y tamaño de los incendios forestales:
  • Las amenazas crecientes al desarrollo urbano en áreas de bosques o cerca de ellas (los fuegos de interfaz urbano-forestal), 
  • El impacto potencial de los grandes incendios en la salud pública y en la “economía verde”, 
  • La pérdida de biodiversidad 
  • El efecto que las emisiones generadas por los incendios forestales ocasionan en el ciclo global del carbono . 


La pretensión de controlar los incendios forestales y creer que es algo viable, se basa en una actitud posibilista: los seres humanos podemos dominar a la naturaleza.

Plantaciones de eucaliptos.


Esta pretensión se ha visto estimulada por el gran desarrollo tecnológico (sin precedentes en la historia de la Humanidad) que ha ocurrido en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tanto en el transporte (aviones y helicópteros), en los equipamientos (motobombas, vehículos terrestres, medios químicos como viscosantes y retardantes, equipos de protección individual para los operarios), en formación (cuadrillas profesionales y con formación continua y actualizada), como en las comunicaciones (tecnología de satélites, avances informáticos).


Todo esto ha contribuido a que, en la lucha contra el fuego, los ataques iniciales sean más rápidos y de modo más sólido y sostenido, lo cual ha llevado a que la efectividad de los programas de extinción de incendios haya aumentado, hasta el punto de que más del 60 % de todos los incendios en España sean estabilizados y liquidados en áreas muy pequeñas (menos de 1 hectárea). 

En Canarias, la relativamente baja cantidad de siniestros, así como la concentración de zonas forestales en determinadas zonas del territorio, ha incidido tradicionalmente en que el porcentaje de conatos sea muy elevado. El 95% de los siniestros del archipiélago canario son menores de cinco hectáreas y suponen menos del 1% de la superficie afectada. La superficie forestal afectada es mínima, no llegando al 2%, y suelen afectar preferentemente a superficies arboladas.

Los grandes incendios forestales son cada vez más frecuentes en nuestro montes.


En Canarias, el año 2007 ha sido el peor del Siglo XXI, en el que se vio afectada más del 6% de la superficie forestal (35.758,62 ha) y casi el 16% de la superficie forestal arbolada (21.007,80 ha), como consecuencia de dos Grandes Incendios Forestales que afectaron a Tenerife y Gran Canaria. El 96% de la superficie afectada es como consecuencia de los GIF ocurridos en lo que llevamos de siglo.


La intervención en los primeros momentos de los incendios es fundamental para evitar su propagación. El 60% de las intervenciones en conatos se produce en los primeros 15 minutos. Y en los siguientes 30 minutos se interviene en el 45% de los incendios.

La mayor concentración de siniestros se da entre los meses de julio y septiembre, donde coinciden gran parte de los incendios. Fuera de estos meses se reducen notablemente los siniestros mayores de una hectárea.

Faja auxiliar cortafuegos.

Sin embargo, un pequeño porcentaje continúa escapando al ataque inicial, y estos incendios, que son extremadamente difíciles de controlar, representan casi toda el área quemada y la mayoría de los gastos de manejo de incendios en España.


Los grandes incendios forestales son pocos (una media de 23 al año en el último decenio), pero muy destructivosEn muy pocos siniestros se quema la mayor parte de la superficie forestal afectada cada año. Hace dos décadas, los GIF eran responsables del 27% de la superficie total afectada. Entre 2007 y 2016, ese porcentaje aumentó hasta el 37%. En 2016 el 50% de la superficie quemada lo hizo en un gran incendio forestal.

Tratamientos selvícolas para reducir la masa de combustible forestal. Isla de La Palma.


Algunos expertos, basándose en las experiencias de lucha contra el fuego en España y otras naciones similares, como Francia, Portugal, Grecia, Suecia, Chile, Estados Unidos o Canadá la lucha total contra el fuego, la represión parece estar llegando al límite de su efectividad económica y física.

Aquellos que trabajan estrechamente con el fuego ahora se dan cuenta de que no es económicamente posible (ni deseable desde el enfoque ecológico) eliminar por completo el fuego de nuestros ecosistemas forestales.

Mantenimiento y limpieza de cañadas y cortafuegos utilizando ganado vacuno.

Los grandes incendios forestales, los que superan la capacidad de extinción, no se extinguen poniendo más efectivos, ni más medios aéreos o terrestres, sino gestionando los bosques, impidiendo la continuidad del combustible forestal, como campos cultivados, zonas aradas, gestionar los montes disminuyendo la densidad de la vegetación, usando ganado para eliminar matorrales y mantener sendas y cañadas libres de vegetación. 


En las zonas habitadas, sobre todo en las rurales, eliminando herbazales y arbustos de los terrenos agrarios y manteniendo las viviendas con perímetros limpios de vegetación.

Lograr que nuestros montes alcancen un equilibrio entre biomasa, biodiversidad y aprovechamientos óptimos, pero respetuosos con el medio, es uno de los objetivos principales de las políticas de gestión forestal.