domingo, 28 de diciembre de 2008

Sobre los geógrafos y las geógrafas



Es difícil escribir, o enseñar, acerca de la formación de conceptos en geografía. No hay un procedimiento fijo para descubrir nuevos conceptos, así como tampoco es posible escribir una gran novela después de un corto curso de creación literaria. Algunos geógrafos son observadores e imaginativos, son muy sensibles al entorno físico, social e intelectual que les rodea, y aplican con facilidad una fértil imaginación a los problemas geográficos. Algunos aprenden con tesón cómo pensar y percibir de manera adecuada en un entorno limitado. Algunos, simplemente nunca aprenden.

David Harvey. Teorías, leyes y modelos en geografía [Explanation in geography], trad. por Gloria Luna Rodrigo. Madrid, Alianza Editorial, 1983: 300.

La gente que me conoce sabe que no soy muy dado a la teoría, pero corren tiempos difíciles. En los últimos años el número de egresados que han cursado geografía se ha reducido de forma notable, y ante el peligro, se ha decidido reformar el grado, creando una nueva titulación que se llamará Geografía y Ordenación del Territorio. De aquí saldrán los herederos de la ciencia cuyo objeto de estudio es...¿cual es el objeto de estudio de la geografía?. Muchos dicen que la geografía es lo que hacen los geógrafos. Otros proclaman que es el estudio del espacio físico. Algunos atrevidos afirmaban lúcidamente que la ciencia del paisaje.
Pero a mí modo de entender las cosas, es todo eso y mucho más.

La geografía debe ser entendida como una ciencia holística, y no descubro nada que no dijeran Humboldt, Reclus, o Bertrand, porque los hechos territoriales son complejos.

Podemos hacer numerosas tareas: estudios de población, trabajos de participación social, ordenamos espacios urbanos, gestionamos espacios naturales, realizamos estudios climáticos, teorizamos y ponemos en práctica la educación ambiental, nos dedicamos al desarrollo local, sea lo que sea eso; tenemos en nuestras manos el entendimiento de complicadas herramientas de análisis, síntesis y comunicación espacial: los S.I.G. Algunos se dedican a la docencia.

En la actualidad, con la competencia que se produce entre las diferentes titulaciones las facultades y los departamentos parecen banderines de enganche de la Legión o de los Marines. Hay que colocar títulos atractivos, marcas de neón, si queremos vender los productos, pero tampoco es cuestión de cerrar horizontes y crear delineantes, burócratas u ordenadores de territorio (que mal suena eso). La estrategia no está mal, pero la táctica es pésima. Muchos geógrafos trabajan hoy como administrativos, funcionarios o cosas peores. Los escritos "científicos" de otros son bastante limitados, y los estudios técnicos de muchos dan pena y vergüenza. Hay caraduras que están destrozando el buen nombre de la profesión por su escasa formación, nula competencia y una execrable temeridad científica.


Ordenaremos territorio, sí, pero también los podemos desordenar. Estos conceptos están ligados a una modernidad algo tocada por el auge del capitalismo y su posterior batacazo. Se están sacralizando las herramientas que sirven para esos propósitos, como los S.I.G., las bases de datos, las hojas de cálculo o la teledetección, y no nos damos cuenta de que un mono con una pistola puede matar a alguien y un burro sopló una flauta y sonó. Ni el primero es Wild Bill Hickcock, ni el segundo Wang Chiheng.
Lo importante es la formación del sujeto, y no solo en cuanto a conocimientos, sino a herramientas, por supuesto, pero también en actitudes y métodos....¡la metodología es primordial!.
Compartimos formación con Yves Lacoste, David Harvey, George Bertrand, Augusto Pinochet, el Príncipe Guillermo de Inglaterra, Michael Jordan. Eso significa que tenemos de todo, como en botica.

Estimados colegas y sin embargo amigos, mis mejores deseos para este año nuevo que comenzará en unos días.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Crecimiento urbano: otro modo de producción capitalista (II)





















 

El espacio urbano es una mercancía que se compra y se vende continuamente, pero también tiene un importante valor de uso. El paisaje urbano es fundamental en la vida de una comunidad, pero las desigualdades inherentes al desarrollo capitalista segregan ese paisaje: crea barrios llenos de comodidades y servicios y abandona a muchos seres humanos en sectores degradados o los expulsa fuera de la ciudad. Ni siquiera pueden habitar parques, plazas o jardines, sino que deben ocupar (como en una opereta decimonónica), ojos de puentes, márgenes secos de ríos y arcenes de autopista (SMITH, 1996).
Son muchos los ejemplos que podemos constatar, sobre todo en el mundo anglosajón, en donde la crisis industrial convirtió amplias zonas urbanas en sectores degradados y marginados: muelles, almacenes, fábricas quedaban vacías de contenido al perder su función original, convirtiéndose en gigantescas parcelas en las que el capital podía actuar y escribir una nueva página en el proceso de producción de ciudad. Emblemáticas son las actuaciones en las márgenes del Támesis en las que los yuppies convertían zonas victorianas abandonadas en áreas residenciales. Esta ciudad renovada atrae a los turistas y se convierte en una fuente de ingresos nueva para el naciente capitalismo postfordista (HALL, 1996).



 
Los puertos de Baltimore, el frente marítimo de Boston, se convierten en los escaparates simbólicos de las ciudades renovadas. La ciudad se transforma en un escenario teatral; las calles restauradas de manera exquisita se parecen a un decorado de Disneyworld. La nueva América renace sobre las cenizas de las viejas estructuras obsoletas. El problema es que los vecinos, antiguos obreros fabriles en paro o prejubilados no encajan en este pastiche, son condenados al ostracismo o sencillamente expulsados a los barrios periféricos o a la calle en el peor de los casos.
Los gobernantes se encuentran cómodos en este proceso: en muchas ocasiones pone sus medios al servicio del capital y en contra de los pocos ciudadanos que se han atrevido a disentir y a protestar.
Los “urbanistas”, en muchos casos han olvidado la justicia social y han trabajado a favor de las clases explotadoras. Esta idea planea en los trabajos de muchos técnicos que se dedican hoy a la planificación urbana. El urbanismo humanista que lucha por la redistribución social se está construyendo (HARVEY, 1977).

Bibliografía
- SMITH, Neil (1996) The new urban frontier, Routledge.
- SMITH, Neil (1998) “New globalism, new urbanism” en 14th Annual Urban Studies Lecture, University of Pennsylvania.
- CAPEL, Horacio (1975) Capitalismo y morfología urbana es España, Barcelona, Los Libros de La Frontera.
- HARVEY, David (1977) Urbanismo y desigualdad social, Madrid, Siglo XXI de editores.
- HALL, Peter (1996) Ciudades del mañana, Barcelona, Ediciones del Serbal

jueves, 18 de diciembre de 2008

Crecimiento urbano: otro modo de producción capitalista (I)



En los últimos cuarenta años tenemos la sensación de que la planificación convencional urbana ha caído en total olvido. Urbanistas y políticos se han dedicado a fomentar el crecimiento urbano sin pararse a pensar en las consecuencias sociales. Predomina la idea de que la ciudad es una máquina de crear riqueza debido a que el largo período de crecimiento que experimenta la economía capitalista produce excedentes que deben ser reinvertidos. La planificación sólo sirve para encauzar en parte este “boom” constructivo, mostrando su verdadera función tras la crisis y recesión de los años setenta del siglo veinte. (HALL, 1996).
Dentro de este panorama en el que el capital diseña estrategias para obtener el máximo beneficio, el valor del suelo y los costes de producción de las viviendas son determinantes. En la sociedad capitalista la ciudad crece de acuerdo con los intereses de una minoría: propietarios de los medios de producción, propietarios del suelo, promotores y constructores. La Administración ejerce un papel ambíguo, siendo agente y árbitro en el proceso de construcción urbano. Generalmente ha estado en buena parte de las ocasiones del servicio de la minoría dominante (CAPEL, 1975).
En los últimos años, en este escenario donde compiten y luchan las diferentes clases sociales, ha aparecido una nueva forma de producción de espacio que busca las mayores plusvalías ocupando espacios degradados y socialmente marginados, sin preocuparse de los costes sociales que genera: hablamos de la Teoría de la Elitización Social o Gentrification.
Gentrification es simplemente un proceso de revitalización, renovación y progreso de los barrios urbanos más pobres. Se caracteriza por el derribo o restauración de viviendas y edificios donde viven las clases pobres (parados, toxicómanos, viejos, inmigrantes, mendigos, prostitutas) y la construcción de edificios con mayor número de plantas y viviendas. Las comodidades y los equipamientos de estos barrios aumenta en cantidad y calidad (sobre todo teniendo en cuenta que estas áreas sufrían la desinversión pública y privada debido al bajo poder adquisitivo de sus anteriores vecinos). Así, la estructura física y demográfica del barrio es reemplazada.
Los complejos movimientos actuales del capital dentro y fuera del desarrollo urbano son los vectores directores del proceso. La renta del suelo, es decir, la diferencia entre la renta actual y la potencial, es la base de la gentrification: el promotor compra suelo a muy bajo precio, en zonas en las que nadie quiere invertir, luego rehabilita o construye y vende a muy alto precio. La elitización social es un regreso a los centros de las ciudades por parte de los flujos de capital más que de las personas, por tanto, los intereses del capìtalismo son los que marcan la función del lugar.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA CRISIS DEL MEDIO RURAL Y CAMPESINO EN LATINOAMÉRICA (Final)


5. EL “NUEVO” CAMINO ENTRE LA REVOLUCIÓN Y LA INANICIÓN: AUTOSUFICIENCIA ALIMENTARIA BASADA EN LA AGRICULTURA TRADICIONAL.
Desde el punto de vista ecológico, el capitalismo sólo es capaz de producir a partir de ecosistemas simplificados, como monocultivos agrícolas, plantaciones, ganadería extensiva y monoespecífica, pesquerías de una sola especie, o explotación sílvicola especializada en un tipo de madera o de árbol.
Cuando tiene que integrar la gestión, para producir a partir de ecosistemas complejos, como el caso de casi todos los naturales, sobre todo los del mundo tropical, tanto en tierra como en el agua, el sistema capitalista los destruye y sustituye por otros nuevos que pueda manejar, o sólo aprovechara de ellos lo que le interese, creando desequilibrios que a la larga acabarán con el ecosistema, como en el primer caso. Por tanto el sistema de mercado en el que nos movemos y la naturaleza parecen estar en una contradicción insalvable.
El monocultivo conduce a la dependencia del mercado para obtener insumos, energía y comercializar los productos, por lo que éstos adquieren sólo un valor de cambio, apartándose del tradicional valor de uso. Los enfoques tecnocapitalistas no tienen en cuenta, ni la ecología de los lugares, ni las relaciones económicas y sociales de las regiones, ni el aumento de la población
Sin embargo, en las comunidades campesinas tradicionales, se obtiene la energía para su funcionamiento de otros seres vivos, pero ha aprendido a manejar a estos otros seres para que el abastecimiento de energía sea inagotable a escala humana, cosa que han hecho durante milenios: los pueblos tradicionales han formado un contrato con los animales, las plantas y el territorio, para coexistir y proporcionarse ayuda mutua.
Muchas son las estrategias que la cultura tradicional ha desarrollado para conservar la fertilidad de los suelos durante generaciones:
- Combinar gran número de especies y organización horizontal y vertical de cultivos con secuencias cronológicas establecidas.
- Explotan la heterogeneidad ambiental a escala local y regional.
- Mantienen cerrados los ciclos de materiales y residuos, reciclando los desperdicios.
- Dependen de recursos locales, de energía humana o animal, y usan bajos niveles de tecnología, lo que los convierte en escasamente dependientes del exterior.
- Dependen de variedades locales de cultivos e incorporan el uso de plantas y animales silvestres. La producción suele ser para el consumo local.
Todo esto conduce a elevados índices de diversidad alimentaria, que muestran diversas culturas campesinas de América Latina, desde los Andes a las selvas ecuatoriales o tropicales, pasando por zonas de estepa y semidesierto. Esto es el resultado del manejo y la utilización, tanto de los recursos locales, o autóctonos, como de la apropiada adopción y adaptación de las especies vegetales y animales domesticadas en otros contextos e introducidos a partir de la colonización española y posterior contacto con las culturas agrícolas milenarias de Asia desde donde se introducen alimentos básicos en la actual dieta campesina de América, como el arroz y el mijo.
Por tanto, podemos pensar que una planificación adecuada dirigida a combinar los recursos autóctonos con los introducidos, debe producir una diversidad tal en la dieta de los productores, en las regiones y en la población de los diferentes países que sería la garantía de una autosuficiencia perdurable.
Esto parece una utopía, en el contexto de un modelo social tecnocapitalista postindustrial, que busca la máxima productividad para conseguir el supremo beneficio monetario, que no siempre es reinvertido en la actividad agraria o en el bienestar de los productores. Este sistema desvincula a las sociedades humanas del espacio que habitan y se han convertido en partes de una red global, jerarquizada, que depende de centros de decisión cada vez más alejados de los lugares en que se producen los alimentos.
Dentro del movimiento internacional de protesta contra la globalización del capitalismo, los Centros Internacionales de Investigación Agrícola, algunas universidades americanas, como la de Berkeley en California, o algunas ONG’s que trabajan en América Latina han empezado a apostar por estos modelos de agricultura en consonancia con su medio ambiente y escasamente dependientes del exterior. Quizá en este movimiento está la respuesta que los campesinos latinoamericanos esperan desde hace tanto tiempo y que les permita dejar de pasar hambre.
BIBLIOGRAFÍA.
- CEPAL & PNUMA (1983). Expansión de la frontera agropecuaria y medio ambiente en América Latina. Naciones Unidas- CIFCA. Madrid.
- CUNILL GRAU, P. & RUBIO RECIO, J.M. (1997). Perspectivas Geográficas de América Latina. Seminario de especialización. Departamento de Geografía. Universidad de La Laguna.
- HORTA, H et al (1987). Nicaragua, seen by nicaraguans. Libertas. Leuven – Breda.
- LACOSTE, Y, (1991). Los países subdesarrollados. Oikos tau. Barcelona.
- MENDEZ, R. & MOLINERO, F. (1996). Espacios y sociedades: Introducción a la geografía regional del mundo. Ariel. Barcelona.
- TOLEDO, V.M. et al (1985). Ecología y autosuficiencia alimentaria. Siglo XXI. México.