sábado, 20 de febrero de 2010

Defender la tierra

Esta maceta en concreto representa el mundo y en ella están plantadas las espigas de trigo. Tenemos que cuidar el planeta y todo lo que en él vive, porque de eso depende acabar con el hambre de muchas personas.
Cristina Errea. 3º de E.S.O.



La verdad, tengo que reconocerlo. Soy un panarra. Hace unos días, me dí cuenta de que había en el mundo rural canario, personas que no sabían coger hierba (porque nunca lo habían hecho), pinocho, o no sabían cómo levantar una pared de tosca después de que una lluvia fuerte la hubiera tirado al suelo, encima de las parras del vecino.

Jamás habían asachado papas, ni criado gallinas, pavos, conejos, cabras o cochinos (menos, por supuesto, sabían ordeñar una cabra, matar un conejo y descuerarlo, o matar un pollo y desplumarlo).
Que un vecino de una ciudad no sepa hacer todo eso, pues no me parece mal, pero, que en un pueblo de marcada ruralidad, haya individuos, que se criaron con leche de cabra, que no tengan ni pajolera idea de esto, pues, la verdad, me causa perplejidad.

Huertos urbanos: otra posibilidad.


Siempre he pensado que el saber no ocupa lugar...y no me refiero al saber teórico, de libro, que también. Saber como funcionan los ciclos de la vida, era mucho más fácil en el mundo rural: veías a la perra parir, y sacrificar al cochino para comer chuletas y carne blanca. La vida y la muerte eran cotidianas y no traumatizaban. El esfuerzo tenía recompensa, en forma de papas, almendras, higos picos, castañas, uvas, y por supuesto, sabías la mágica fórmula que transformaba el mosto en vino, la masa leudada en pan, la leche en queso, la nata en manteca. 

Tostabas el millo y el trigo, lo llevabas a moler en la talega y tenías gofio.
Muchos pensaran que soy un nostálgico de mis años de niñez, pero la verdad es que viví así hasta los treinta y tres años.

En la actualidad, existe el movimiento de los pueblos en transición, es decir, comunidades que se preparan para resistir el agotamiento del petróleo y contribuir a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono.

Ahora que lo pienso, en aquellos momentos de ruralidad, dependiamos del petróleo solamente lo necesario y nada más, con cocinas que funcionaban con leña que se acumulaba de restos de poda, el agua llegaba por gravedad, más del 70% de la dieta era de productos del huerto o del corral, incluida la carne, la leche, los huevos, y por lo tanto nuestra dependencia de buscar dinero para comprar alimentos era menor. 

Las ventajas del policultivo


Utilizábamos nuestra fuerza física de trabajo. Hoy estamos barrigones, dependiendo de la paga para comprar vino de Australia y donuts hechos en Madrid, que llegan todos los días por avión. Se cierra el puerto dos días y nos abandonamos al canibalismo, porque nos desabastecemos. Tremendo. 
Me da la impresión de que no soy un panarra solitario. La agricultura orgánica, quizá no sea el futuro, porque, por supuesto, los grandes trusts de agricultura industrial no van a dejar los abonos de síntesis y dedicarse a hacer compost, pero a lo mejor es la solución para miles de pequeños agricultores de subsistencia que ven pasar hambre a sus familias.
Hay organizaciones que están enfocando sus esfuerzos hacia este campo, ya que la defensa en contra del hambre, va pareja, en muchos lugares de esta nave espacial llamada Tierra, a la defensa del medio ambiente.

 
Campaña de 2017.



Manos Unidas, por ejemplo, es una de las organizaciones que, con sus campañas anuales, mantiene viva la lucha contra el hambre y en favor de la defensa de la tierra.



Las campañas están empeñadas en la erradicación de la pobreza y el hambre, desde la defensa de la tierra y el cuidado del medio ambiente, conscientes de que
los efectos de los cambios y los desastres climáticos afectan sobre todo a la vida de los más pobres.


Esta organización denuncia que estamos haciendo un mal uso de los recursos de nuestro mundo, porque explotamos las fuentes de agua, los ríos y los mares, de manera indiscriminada y en beneficio de unos pocos. 


Campaña de 2018

Destruimos los bosques con los incendios y la tala de árboles. Contaminamos el aire, quemando combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas, de manera insostenible, y provocamos un deterioro irreversible. Degradamos la tierra y el agua con vertidos y desechos tóxicos incontrolados. 

Necesitamos un nuevo modelo de desarrollo, un nuevo consenso que apueste por la verdadera sostenibilidad, natural y social.




martes, 16 de febrero de 2010

Más cine


Me gustan las películas que tratan de otras películas. Será porque me recuerdan aquellas lejanas clases de Lenguaje Cinematográfico, en los años ochenta en el Instituto Mencey Acaymo de Güímar.

Una de las más agradecidas a la vista es La Noche Americana de Truffaut, en el que se relata las aventuras y desventuras de un grupo de cineastas que intentan sacar adelante una película, típica, por todo los demás, de la época de Nouvelle Vague: amores, desamores, dudas, intimismo, personajes ambiguos, costumbres liberales... un excelente retrato de lo que era el cine del momento en Europa, un cine sobre personas y sentimientos, alejado de grandes superproducciones y epopeyas tan del gusto de Hollywood.

Dentro de la misma tónica, aunque de un modo tagencial, porque lo que en realidad se cuenta es la vida de los cómicos, tanto de teatro como de cine, es la siempre agradecida Viaje a Ninguna Parte, de Fernán Gómez. Esa España de postguerra que nos empeñamos en olvidar, donde los habitantes de este país se inventaron mil y un trucos para escapar del hambre y la miseria. Memorable la interpretación de Fernán Gómez, con aquel famoso "senorituuuu" que ha pasado a los anales del cine español como ejemplo de sobreactuación.


Increíble es la renovadora y hasta asombrosa Sunset Boulevard, donde el cine es retratado en toda su dureza, como una droga dura que se mete en las venas de los que lo ejecutan, para no poder sacudirse de ella jamás.


Cautivos del Mal, de Minnelli, es la cara oculta del glamour y el dorso de la alfombra roja, del juego de poder, de manipulación, pero también de creación, de cómo es posible combinar buen cine con cine comercial, que al fin y al cabo es los que han hecho cineastas como Ford, Wilde o Coppola. Aborda también el tema de los diferentes oficios dentro del cine, que, muchas veces, se nos presenta solamente como un asunto de actores y directores: las estrellas, los productores, los guionistas, los ayudantes de dirección, directores y montadores, etc.


Y por ultimo, para acabar (aunque hay decenas de películas que hablan del cine, como hay centenas de libros que hablan de literatura... ahora caigo que solo conozco un par de obras de teatro que hablen de teatro), la que para mí es una de las mejores películas jamas rodadas: Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen y Gene Kelly. En la reciente gala de entrega de los Premios Goya, se citó en dos ocasiones: era la película favorita de Rafael Azcona, y es la peli favorita de Antonio Mercero...ahí es nada. Compartir gustos con dos de los mayores creadores de sombras del cine español. Cantando bajo la lluvia es la película contra el aburrimiento, la melancolía y la depresión. Sus números musicales son estupendos, y, para nada hablaremos de la puesta en escena, ni de las piernas de Cyd Charisse. Los tres papeles principales Gene Kelly, Donald O'Connor y Debbie Reynolds son absolutamente arrebatadores, pero, mi preferida, es, sin duda, Jean Hagen y su interpretación de Lina Lamont... con esa voz absolutamente demencial, ese sincero homenaje a la interpretación de la pantomima. El momento del paso del cine mudo al sonoro ( que debió ser igualmente traumático en la realidad), y esa constatación de que muchos actores no servían por su timbre de voz. El Star System es desmontado mediante el humor.





jueves, 11 de febrero de 2010

El Universo


He de confesar que cuando era más joven, no me gustaba la física. La única parte de la física que me atraía era la que la relacionaba con dos eventos que en aquellos años setenta y ochenta estaban plenamente de actualidad: el armamento nuclear y la carrera espacial. Aparte de Julio Verne, al que leía con asiduidad desde los 12 años, no me acercaba a asuntos que sonaran abstrusos, aunque era un lector habitual de la divulgación de misterios, como los platillos volantes o los enigmas de las civilizaciones pasadas.
Hasta que descubrí un libro en dos tomos de Alianza Editorial y que se llamaba El Universo. Lo que me extrañaba es que lo firmaba un novelista de ciencia ficción (yo en aquel entonces nada sabía de Ziolkowsky, el abuelo de los cohetes soviéticos que colocaron en órbita al Sputnik y al Vostok, haciendo volar a Laika, Gagarin y Thereskova), al que conocía por Yo Robot, o Fundación, un hijo de emigrantes judíos bielorrusos, naturalizado americano, llamado Isaac Asimov.
Lo que me sorprendió de aquel libro fue que entendí enseguida conceptos tan complejos como agujeros negros, enanas blancas, y que conceptos que no lograba entender en la clase de física y química como densidad, volumen, efecto Doppler, teorías ondulatoria-corpuscular y muchos más empezaron a darse codazos en mi estrecho intelecto, entre la historia, la geografía y la literatura, mis tres reinas del conocimiento.
Acto seguido, tuve la gran suerte, como muchos de los de mi generación, que, la entonces única y poderosa Radio Televisión Española, programó la serie Cosmos, producida, escrita, dirigida y conducida por Carl Sagan y Anne Druyan. Ese fue el golpe definitivo para que el Universo, en toda su extensión entrase en mi vida académica, aunque me seguía costando Dios y ayuda superar los problemas de movimiento uniformemente acelerado, óptica y, sobre todo, la formulación orgánica.
Cuando cumplí dieciocho años, me juramenté para terminar de quitarme de encima la Física y Química de 2º y 3º de B.U.P., (y poder acabar de un puñetera vez con el Instituto), pero algo vino a interponerse en mi camino: la publicación en español del libro de Stephen Hawking Historia del Tiempo. Lo compré en una edición de tapa dura, y aún lo tengo en mi biblioteca. La física elemental dejó de ser una malvada bruja que me ponía zancadillas académicas y que me impedía ser feliz. Aprobé (con notas ajustadas, lo reconozco, pero con gran satisfacción), y, curiosamente, desde entonces, la literatura científica y divulgativa forma parte de mis hábitos de lectura, quizá más que la novela, la poesía o el teatro.
Esta batallita del Abuelo Cebolleta viene a colación de los datos que dicen que el 46% de los españoles consulta habitualmente el horóscopo; el 37% considera que los ovnis son naves extraterrestres; el 32% está convencido de que hay espíritus que conviven entre nosotros; el 23% cree en la reencarnación y un 15% de la población recurre a curanderos cuando tiene algún problema de salud.
Frente a estos datos hay que sudar sangre para convencerlos de que el Apollo 11 alunizó en el Mar de la Tranquilidad, que el fenómeno OVNI vino muy bien a los gobiernos de las potencias mundiales durante al Guerra Fría, y que un OVNI llamado B-2, del planeta USAF, bombardeó Panamá, Serbia y Afganistán.
Y ¡ojo!, Carl Sagan, Lynn Margulis (su primera mujer) y James Lovelock trabajaron en el proyecto SETI, que busca vida extraterrestre inteligente en el Universo. Por si no lo saben, Sagan, además de colaborar en el diseño de varias misiones del programa espacial americano en Marte, fue de los primeros en proponer el peligro que suponía para la Tierra el aumento de los gases de efecto invernadero de origen antrópico, Margulis formuló la Teoría de la Simbiogénesis (clave en la biología evolutiva) y Lovelock formuló la Hipótesis Gaia (que Margulis apoyó desde el primer momento).
Cuando terminé de leer Historia del Tiempo, quemé todas mis revistas de esoterismo, adivinaciones, espiritismo, telepatías, enigmas de la Gran Pirámide, atlantes, triángulos de las Bermudas y demás boberías.

P.D: Ni que decir tiene que apoyo la instalación del
Telescopio Extremadamente Grande en el Roque de Los Muchachos, en La Palma, pero eso no servirá para encontrar vida inteligente en el Parlamento .





miércoles, 3 de febrero de 2010

Aquel día fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y hubo lluvia sobre la tierra.

Interior de la Parroquia de La Concepción de Santa Cruz de Tenerife (Foto: Foro contra la Incineración Tenerife)


Ante las recientes lluvias en Canarias, no puedo añadir más a lo que se ha aportado en aquellos foros con sentido común, alejados del sensacionalismo y de la autocomplacencia.
No es culpable del crimen una simple borrasca del Suroeste, tan común en Canarias, que se las llama "tiempo majorero" o "tiempo galletero".

No estamos ante el Huracán Katrina, ni ante el Volcán Pinatubo, ni ante el Tsunami de Lisboa Estamos en una tierra que, se supone, con los cientos de millones de euros que hemos gastado en ellas desde nuestra incorporación a la Unión Europea (25 años ya), en la construcción de estas infraestructuras "de lujo", que tardan decenas de años en completarse y entregarse, y que nos cuestan más que los médicos y los hospitales, los maestros y las escuelas juntas, algunos creían que iban a funcionar, pero no fue así.

Desengañémonos, el único que no falló fue el Barranco de Santos, que, tras todas la diabluras que le han hecho, cumple su trabajo de colector general de todas las pluviales del área capitalina, hasta que llega al Puente de Hierro ente el Hospital y La Iglesia de La Concepción, y se inunda todo Bravo Murillo y la Avenida Marítima. La Parroquia Matriz de Santa Cruz de Tenerife, tan defendida por el particularismo y por los gallos claudios del periodismo chicharrero, convertida en un lodazal.

Ni hablar ya de la Ermita de Regla, que como siga así se va acabar disolviendo en el agua sucia como una pastilla efervescente. Nuestro patrimonio canario hecho una basura.
No quiero citar el colector por el que nos tragamos tantas colas, tantos atascos y tantos millones gastados, y se convierte en un geyser con las débiles lluvias del sábado y del domingo, imaginen lo que ocurrió el lunes.

Ni nombrar a la plataforma tranviaria, culpable de uno de los peores desaguisados, con tierra y picón, y catenarias en el suelo, y socavones en el asfalto... creo que muestra arteria principal del transporte capitalino padece de una arteriosclerosis que nos lleva, cada dos por tres, al infarto.

No mencionaré la pasarela peatonal de María Jiménez, no hablaré de los túneles de Buenos Aires... y ni nombrar los cientos de barranquillos obstruidos en la Vuelta Los Pájaros, La Cuesta, La Gallega, El Sobradillo, que han recuperado lo que es suyo, aunque sea inundando jardines, patios traseros, garajes, y demás monumentos a la construcción desaforada.

No quiero tocar el espinoso asunto de Tabaiba-Radazul, donde un urbanismo carroñero (fomentado por un ayuntamiento ávido por "vender" permisos de obra) ha ocupado barrancos, barranquillos, cauces menores, mayores, permitiéndose el lujo de fabricar piscinas y jardines en lo que eran antiguos pasos del agua (sin hablar del riesgo de construir en laderas y de no estabilizar de manera suficiente los taludes). 

Es curioso como la Santa Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y del Mar (este gobierno socialista es especialista en eufemismos) no ha tocado ni un bloque en esta zona litoral, que da hasta miedo, y demolió el Cho Vito y va a por más.

Y otra cosa. Los que hablan de períodos de retorno y semejantes majaderías, que no saben ni entienden, ni son capaces de discernir lo que significa ese término, aquí no hay periodo de retorno que valga: Temporal de Reyes (enero) de 1999, 31 de marzo de 2002, Tormenta Tropical Delta (2005), lluvias de la primavera de 2006, 1 de noviembre de 2006..., diciembre de 2009...en poco menos de diez años, han ocurrido (cito de memoria), no menos de cinco episodios con daños en infraestructuras y viviendas. ¿Cada 500, 250, 100 años?. No señores, estamos hablando de que, cada vez que ocurre un episodio de lluvias existen daños.

No busquen los culpables en el cielo. Los culpables están aquí, en la tierra, habitando entre nosotros, y se llaman: mala planificación, nula ordenación, pésimo mantenimiento de instalaciones, nula policía de cauces menores, especulación voraz que ha construido hasta el último metro cuadrado de nuestro territorio.

Ya es hora, de una vez, que en estos asuntos, el voluntarismo y la cabezonería política de un paso atrás y nos deje hacer nuestro trabajo a los profesionales... pero me olvidaba de que esto es España, donde todo cambia para que todo siga igual. Somos el país de la chapuza y de la chanferga. Machangos.