miércoles, 17 de octubre de 2012

El país del pargo salado







Acabo de terminar de leer El país del pargo salado. Naturaleza, cultura y territorio en el Sur de Tenerife (1875-1950). Ésta publicación es el resultado del trabajo de investigación que constituye la tesis doctoral de Fernando Sabaté Bel, geógrafo, maestro de geógrafos y amigo.
Esta obra está basada en el conocimiento empírico aportado por numerosas personas que vivieron esa etapa (hoy ancianos y algunos de ellos fallecidos), y realiza un análisis exhaustivo del contexto social, económico y político, y un estudio sobre el medio natural y la evolución del paisaje de estas comarcas de la isla, revisando además una completa bibliografía sobre el Sur de Tenerife.


El conocimiento empírico y la transmisión oral del mismo es la base de la investigación. Fernando Sabaté realizó decenas de entrevistas a personas que vivieron ese periodo, campesinos, cabreros, tratantes, pinocheros, carboneros, cochineros… en algunos casos las vivencias se refieren a hechos acaecidos durante el siglo XIX y que estas personas recordaban por oírselos a sus mayores. 
Es por tanto un ejercicio académico en favor del rescate de la memoria oral, que en  infinitos casos es el único registro que puede darnos pistas de cómo funcionaba la sociedad y el territorio en el pasado.

Altos de Arguayo

La lectura de la obra me ha hecho reflexionar sobre el olvido que nos afecta en la actualidad y sobre el papanatismo que nos ha llevado a creernos los falsos discursos que otros cacarean sobre nuestra isla.
El Sur de Tenerife, sigue, siendo, todavía hoy, para muchos de los habitantes de la isla y para sus visitantes un territorio desconocido y encorsetado por clichés manidos: el Sur es un territorio lleno de turistas y de urbanizaciones, pero que genera mucho trabajo y el Sur es un territorio desértico, árido y “feo”.

La Canal Alta. Arafo
Sin embargo, las duras condiciones geográficas llevaron a sus pobladores a desarrollar estrategias para aprovechar los diferentes ecosistemas, desde las zonas más altas hasta el litoral. En las comarcas del Sur de Tenerife existen algunos lugares con presencia de agua y vegetación, antiguas zonas que fueron transitadas por los rebaños y sus pastores, tanto  guanches como canarios. La gente conocía estas fuentes y manantiales, acudía a ellas a buscar agua y las cuidaba u mantenía en buen estado. 
Existieron prácticas que buscaban mantener la humedad de las escasas lluvias, como fabricar pequeños nateros en algunos tramos de los barrancos para que allí se acumulase el agua y las tierras finas y propiciar el crecimiento de hierba para el rebaño, estrategias que están ampliamente documentadas por el autor. 

Bancales abandonados. Altos de La Medida. Agache.
También el pastor buscaba barrancos con charcos en el álveo impermeable, como los que existen en numerosos barrancos del Sur, Charcos del Obispo en Fasnia o los Charcos de Cataño en Agache. En estos lugares el agua se mantenía prácticamente todo el año, excepto en los momentos de gran sequía.
Otras de las estrategias para superar la falta de agua  era la de  localizar “eres” en los que cavaba y encontraba reservas hídricas subsuperficiales que habían evitado la evaporación al encontrarse bajo capas de arena.

Valle de San Lorenzo (o del Ahijadero) desde El Roque.
Cerca de estos puntos con agua encontramos aún hoy algunos muretes de piedra seca que limitan corrales para ganado, como ocurre en el tramo medio del Barranco de las Gambuesas, en Arafo; o en la Montaña de Los Riscos en Granadilla. Los pastores siguen rutas trashumantes que incluyen estas zonas como hitos donde los rebaños encontraban agua y alimentos en forma de hierbas y arbustos.
El paisaje agrario es uno de los recursos etnográficos de primer orden. Sin embargo, este elemento hace tiempo que dejó de crearse y mantenerse, por lo que hoy solamente observamos en el territorio las huellas de una realidad que ya no existe. El terrazgo agrícola y las construcciones a él asociadas son el fruto de la dialéctica que la sociedad y el medio natural mantienen a lo largo de diferentes momentos de la Historia.
Han permanecido los bancales para cereal construidos en las laderas de las montañas, los nateros, las eras, las cuevas excavadas en tosca, los goros para animales, las casas de medianeros, los aljibes, las canteras en la que se realizaba la labor encaminada a obtener piedra de toba con destino a la construcción.

Viñas reventando en canteros abandonados sobre los
mil metros de altitud. Pendientes de Gorgo. Arafo.
El cultivo de alimentos fue es el sistema de vida más común en el sur de Tenerife. En cada zona, dependiendo de factores geográficos crecían cultivos específicos que se adaptaban al clima, a los suelos y a la disponibilidad de agua de las diferentes regiones del Sur. La vegetación natural también constituía un recurso de primer orden, que suministraba alimento, forraje para el ganado, energía en forma de leña y carbón, medicinas, etc.
Estos cultivos, en su gran mayoría, eran cultivados por la unidad familiar para el autoconsumo, y muchos se desarrollaban en laderas escarpadas en terrazas con paredes de piedra que conservan de modo eficaz la escasa tierra disponible y cultivable.

Castañeros en primavera. Gorgo. Arafo.
El pastoreo de ganado fue mantenido en estos lugares del Sur, donde la penetración de los conquistadores fue menor,  permaneciendo los mismos sitios de habitación y de guarda del ganado durante generaciones, debido a que en los lugares donde las tierras cultivables son insuficientes, muchas personas o bien complementan sus cultivos con el pastoreo, o dependen de la ganadería de ganarse la vida. 

Cultivos de frutales y parras de secano.
Pendientes de Gorgo. Arafo.
Se utilizaban sistemas complejos de trashumancia para mover sus rebaños de ovejas y cabras (y algunas veces, vacas, cerdos, camellos y otros animales) entre los pastos de las zonas costeras a los pastos de las zonas altas, aprovechando a lo largo de diferentes temporadas el crecimiento estacional y diferenciado de la vegetación. La más clásica es el movimiento de los rebaños de las cumbres hacia las costas en el invierno y vuelta a las cumbres en el verano.
Es durante el verano cuando las plantas de las cumbres florecen y revientan sus partes aéreas, tras los rigores invernales, y se convierten en un buen forraje para los animales, mientras que los pastos costeros rejuvenecen en el otoño con la ausencia de los animales y la presencia de las primeras lluvias.

Era para trillar cereal. Carcho. Altos de Araya.

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