lunes, 18 de abril de 2016

Geografia de la alimentación: vulnerabilidad, resistencia y cambio climático





Hay un creciente número de estudios académicos que abordan las relaciones que existen entre el cambio climático y la inseguridad alimentaria.

El V Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (2014) predice que los impactos del cambio climático darán lugar a más inundaciones, pero también se acentuarán las sequías, por lo que la hambruna y la enfermedad podrían tener un impacto negativo para millones de personas en las zonas más pobres del mundo.

Semillas naturales para todos.



También hay un creciente reconocimiento de que el cambio climático afecta diferencialmente a las regiones del planeta e incluso afecta de modo diferente a los diferentes grupos humanos dentro de los estados.
Este enfoque sobre la crisis ambiental a corto y largo plazo no debe pasar por alto el aspecto económico social y político de estos problemas.
Muchos geógrafos desde hace tiempo han argumentado que la vulnerabilidad de los hogares respecto al hambre debe tener en cuenta al menos tres factores:

1. La probabilidad de que un desastre ambiental suceda

2. El grado en que la familia está expuesta a este tipo de shock.

3. La capacidad del hogar para recuperarse (o grado de resistencia).

Mientras que el primer factor es exógeno, el segundo y el tercero tienen mucho que ver con los elementos económicos y políticos que inciden en el lugar donde se vive, el tipo de agricultura practicada, los recursos y las reservas.

Las sequias pronunciadas y largas serán una de las consecuencias del cambio climático.



Otro aspecto crítico de la investigación sobre la adaptación al cambio climático se centra en cómo los medios y modos de vida de las zonas rurales pueden evolucionar de forma independiente al cambio climático y, a veces, de una manera contraproducente.

Un ejemplo de esto es el trabajo pionero de las geógrafas Robin Leichenko (Departamento de Geografía de Rutgers University) y Karen O'Brian (Departamento de Sociología y Geografía Humana de la University of Oslo) en 2008: Environmental Change and Globalization: Double Exposures (Cambio Ambiental y Globalización: Doble exposición), publicado por 
Oxford University Press en Nueva York.
 
Exploran las conexiones entre dos de los procesos más transformadores del siglo XXI: el cambio climático y la globalización.

Se presenta un marco conceptual para el análisis de las interacciones entre estos dos procesos, e ilustra, a través de estudios de casos, cómo estas interacciones crean situaciones de "doble exposición."

Los más recientes e importantes eventos ambientales (recurrentes sequías en la India, Sahel, zonas mediterráneas; el huracán Katrina en Nueva Orleans; la fusión de la capa de hielo del Ártico) demuestran la interacción entre la globalización y el cambio ambiental global.

La seguridad alimentaria humana, el aumento de la desigualdad, la creciente vulnerabilidad ante los desastres naturales, y las tasas insostenibles de desarrollo, están conectados integralmente con ambos procesos globales.

Movimientos como Grain postulan una nueva agricultura para combatir el cambio climático.


Producción alternativa de alimentos, huertos urbanos y alimentos orgánicos.

Muchos plantean que la agricultura convencional industrializada es insostenible, económicamente y ambientalmente.

Esto ha dado lugar a la aparición de diversas formas de agricultura alternativa en los países desarrollados, incluidos los movimientos que potencian los alimentos locales y ecológicos, así como los esquemas de certificación internacionales de comercio justo y alimentos orgánicos.

Esto ha reavivado un debate muy antiguo sobre la capacidad de la agricultura alternativa para alimentar a una población mundial cada vez mayor.

Muchas formas de la llamada agricultura alternativa no sólo existían históricamente, sino que siguen siendo la norma en algunas zonas del Hemisferio Sur, donde es la forma más práctica y común en la producción de alimentos.

Estas alternativas no se limitan a la producción de alimentos locales y ecológicos, sino del renacimiento de la agricultura urbana, que se ha visto impulsada en viejas ciudades industriales en crisis como Detroit y Milwaukee, como una manera de conseguir alimentos y complementar rentas.

Huertos urbanos comunitarios.
 

La agricultura urbana ha sido durante mucho tiempo un elemento permanente en muchas ciudades de bajos ingresos, como El Cairo (huertos en azoteas), Mumbai, Dar es Salaam y Bamako, y era un medio de supervivencia en La Habana tras el embargo de Estados Unidos contra Cuba y durante el Período Especial.

Esta agricultura se precia de ser altamente intensiva, pero consumidora de eficaces fertilizantes orgánicos (compost urbano). Muchas de estas ciudades se plantean que podrían ser autosuficientes en la producción de alimentos.

Existe una estrecha relación entre la producción y el consumo de alimentos, ya que la oferta de comida depende, en muchos casos, de los precios de cada alimento en el mercado.

En este punto son substanciales los patrones espaciales globales y las relaciones que afectan a los productores de alimentos (dónde se producen, y cómo se producen), y a los consumidores, porque entre ellos se generan unos vínculos que, revelan las relaciones desiguales entre los agricultores que cultivan las materias primas de los alimentos y los que venden la comida a los consumidores.

La agricultura industrial: de productora de recursos a consumidora de recursos. De reclicadora de residuos a generadora de residuos.


La desigualdad refleja las relaciones entre los países empobrecidos y el mundo desarrollado. Sin embargo, también existen desigualdades dentro de los países desarrollados, ya que los agricultores y sus familias están indefensos ante el poder ejercido por los grandes supermercados, las corporaciones de procesadores agroindustriales, los mayoristas, y las cadenas de comida rápida.
Esta larga lista de intermediarios (gangocheros, como se dice en Canarias) se nutre de los quebrantos ejercidos a los agricultores y ganaderos.

La producción de alimentos está influenciada por dos factores principales: el entorno físico (sobre todo el clima, la disponibilidad de agua y el tipo de suelo) y la capacidad humana.
La capacidad humana fija qué insumos no físicos se aplican al sistema agrario y cómo los productos agropecuarios se convierten en productos para la venta y el consumo.

Huracán Katrina.



Aunque el entorno físico es considerado estable en el tiempo, comparado con los insumos humanos, altamente variables en el sistema de alimentación, la llegada de la creciente toma de conciencia del cambio climático global (inducido por la sociedad humana) ha promovido numerosos estudios sobre el impacto del cambio climático en la agricultura.

Los futuros escenarios climáticos observados y pronosticados son muy variables geográficamente, pero incluyen un aumento de períodos de sequía y calor, reducción temporal de las lluvias estacionales, cambios en el calendario de temporadas, eventos más extremos (especialmente tormentas tropicales), y un aumento del nivel del mar.

La extensión y severidad de estos eventos suponen un impacto directo que podría tener efectos considerables en la producción agrícola y la seguridad alimentaria.

Manifestaciones por una agricultura productora de alimentos para todos, y no productora de mercancias.



El número de personas que en el mundo sufren de hambre e inanición podría aumentar significativamente (según el informe 'El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015' de la ONU el hambre afecta a cerca de 795 millones de personas en el mundo, 216 millones menos que en 1990, pero esta tendencia está llamada a invertirse).

La investigación muestra que los agricultores están constantemente haciendo adaptaciones a los cambios en los patrones del clima con el fin de evitar el riesgo, pero es necesario seguir trabajando para comprender los efectos de las adaptaciones y las políticas necesarias para garantizar que los impactos negativos futuros del cambio climático antropogénico se reduzcan al mínimo y determinar qué adaptaciones basadas en prácticas agrícolas beneficiosas se pueden implementar.

Sembrando arroz.