viernes, 24 de octubre de 2014

Trashumancia y paisaje.





Hace poco, en una caminata realizada por los montes de Arafo, he encontrado unas construcciones, que podían ser chozas, de las que solo quedaban las paredes de piedra. 


La trashumancia y la construcción de chozas como refugios de verano fueron durante mucho tiempo, prácticas generalizadas en las Islas Canarias, ya que formaban parte de los movimientos estacionales (conocidos en algunos sitios como “mudás”) que se realizaban entre la Cumbre y la Costa, en esa estrategia definida por Fernado Sabaté como “aprovechamiento vertical y múltiple”.

Para los ganaderos, esta práctica tuvo, entre otros muchos, estos propósitos:

1. Hacer uso de los pastos de las tierras altas durante los veranos, cuando no hace frío.

2. Producir queso y otros subproductos de la leche en los asentamientos permanentes de la Medianía.

3. Aprovechar los pastos efímeros otoñales e invernales de la zona de Costa, disfrutando de sus temperaturas suaves y sus escasas lluvias.

Restos de una cabaña de pastores, con lajas fonoliticas como mampostería. Cerca del Roque de Ayesa.

La eliminación temporal de los animales de pastoreo e las diferentes zonas, propiciaba, a su vez, el crecimiento y la recuperación del pasto y los matorrales.
Muchos de estos refugios en las zonas de cumbre eran generalmente muy pequeños en longitud y anchura y, sustancialmente, no variaron a lo largo del tiempo, siguiendo pautas de construcción vernácula. 

Sin contar asentamientos con estructuras de piedra y barro amasado, techados de teja, con alpendes y voladizos, como el refugio de Las Arenas, cuartos en Gorgo y Cheque, Las Casas de Los Lomitos, o Los Santiago, en general eran pequeñas cabañas de piedra, con techos efímeros de matorrales, aunque algunas llegaron a estar techadas con tortas de barro y maderas. 
Lo más usual era usar troncos de escobón como vigas, realizar un entramado con arbustos como escobonillo, codesos o jaras y cubrir con tierra apisonada. Las más elaboradas podían llegar a tener una cubierta de lajas de piedra. 
Estas chozas suelen ser de planta cuadrada, elipsoidal o redondeada, siendo poco comunes las rectangulares, y en general son de muy reducidas dimensiones.

Restos de los muros de una cabaña o refugio. Morra de Cheque. 

En otros lugares es usual la utilización de cuevas naturales, algunas re-excavadas, como el caso de El Pinalete, Cheque, Las Morras, Los Huecos, Abarzo, Los Frailes, Jualdián o Las Barandas del Valle. Las de mayores dimensiones son estructuras multicelulares, con estancias separadas en su interior por pequeños muretes de piedra seca, y con talanqueras de madera. La piedra era el material más común.

Curiosamente son las cuevas las que presentan una mayor complejidad constructiva, ya que suelen contar con estructuras auxiliares más pequeñas, lo que sugiere una separación de funciones, tales como goros para otros animales de corral, quizá cochinos, puesto que son muy pequeños para albergar los numerosos rebaños de cabras y ovejas. Otra posibilidad es que hayan sido cuadras para mulos, caballos o burros. 

La economía de la trashumancia puede, sin embargo, ser más compleja. A veces, se pueden encontrar en las inmediaciones de estas cabañas o cuevas, bosquetes de escobones o vinagreras, que nos hablaría de estancias permanentes de ganado cuyas deyecciones crearon, con el paso del tiempo, concentraciones anómalas de estas plantas forrajeras.

Corral para ganado junto a los eres de La Tapia.

Otros restos que encontramos en el territorio son los corrales, gambuesas o majadas, lugares donde los ganados permanecían algún tiempo, desde pernoctar una noche, hasta varíos días o semanas.

En muchos lugares están asociados a la disponibilidad de agua para abrevar el ganado, como el caso del corral que encontramos junto a los eres de La Tapia. 

En otros espacios se debían a la necesidad de los ganados de hacer noche, por lo que estos corrales están junto a las veredas trashumantes más importantes, y, en último caso eran grandes corrales donde los ganados se mantenían confinados durante más tiempo (el caso del gran corral de Chinambroque, de casi 33.000 metros cuadrados).

Cabaña cuadrada cerca de la Pared de Los Santiagos, casi cubierta por pinocho y con jaras y brezos habitando su interior.

En zonas más cercanas a los usos agrícolas, hallamos la presencia ocasional de hornos de secado de frutas (higos, porretos, duraznos, peras, membrillos), o de pequeñas zonas llanas donde encontramos acumulaciones de varios centímetros de carbón (localizaciones de ollas de carbón o carboneras). 

La presencia de todas estas huellas en algunos sitios puede indicar episodios en los que el cabrero también dedicó su tiempo al aprovechamiento de otros recursos del monte.

Es sabido que existieron zonas donde los cultivos convivieron con la explotación de ganado trashumante e incluso guanil (ganado de suelta), y esa convivencia generó conflictos entre los usos del territorio que están bien documentados en diversa bibliografía.

A partir del Siglo XIX, con la privatización de los montes comunales y el avance de la frontera agrícola, comienza el decaimiento de este tipo de ganadería. La repoblación de los bosques (durante todo el Siglo XX, pero especialmente, después de la Guerra Civil) impidió el acceso específicamente para el pastoreo, y este tipo de artificios pastoriles comienzan a decaer.

La Gambuesa, en el Barranco de La Tapia (límite con Candelaria). Hasta hace muy poco albergó ganado caprino. En sus inmediaciones encontramos unos eres.


Otra cuestión, poco estudiada, fue la aparición de los ganados estabulados, que necesitaban de zonas que les proveyeran de forraje, por los que pastores trashumantes y ganados de suelta fueron relegados a algunas franjas más cumbreras, barrancos, y terrenos de Costa con “escaso valor”, como el Malpaís de Güímar. 

Definitivamente, fueron los procesos relacionados con la repoblación forestal y la declaración del Parque Nacional de Las Cañadas del Teide (y la consiguiente conversión de la tierra comunal a un “status” de protección), los que marcaron el final de la trashumancia. También el aumento de cultivos (cereales, frutales, viñas) en las tierras altas del Sur, propiciado por la miseria de la Postguerra, por lo que los cultivos se hicieron más comunes frente a los terrenos balutos. 

A partir de los años setenta comienza el declive de las actividades agropecuarias, y la sustitución de lo que fueron zonas de cultivo por lugares de ocio y recreación, con la proliferación de los “cuartos de aperos”, que terminan por convertirse en viviendas, escasamente vinculadas a la actividad agraria.

Cabaña construida con piedras del volcán histórico de Las Arenas. bastante grande en planta, pero de paredes bajas. Muy cerca de un lugar llamado Los Cercados.

Este cambio en el uso del territorio ha traído consigo una “flexibilidad” a la hora de fijar los precios de venta de la tierra, lo que puede haber proporcionado un medio a muchas familias para hacer frente al estrés financiero debido a las diferentes crisis económicas o también para buscar capitalización orientada a nuevas oportunidades económicas.

Estos temas han sido escasamente investigados, encontrando algunas pocas líneas en obras de mayor contenido y de mayor calado, exceptuando obras ya clásicas de la etnografía, como ¿Qué fue de los alzados guanches? de Manuel Lorenzo Perera. ¿No hay espacio para más investigaciones?

En principio una línea de investigación puede ser la exploración de los diferentes tipos de estructuras habitadas (refugios, cuevas); la organización de la economía de trashumancia; la datación temporal de su uso y su localización espacial. 

También, estudios de la cultura y las prácticas materiales, así como la oportunidad de investigar a las personas y familias involucradas y los lugares de que provienen, mirando a la base social y económica.

Cueva cerca de la Montaña de Ayosa, mirando al Valle. El exterior se ha reforzado con un murete de piedras.

La cuestión de la extensión espacial y temporal de la práctica trashumante también necesita ser mejor comprendida.  
¿Era una práctica comunitaria, o, por el contrario dependía del calendario y la voluntad de cada ganadero? 
¿Existía una trashumancia diaria en la que los habitantes de los pueblos estaban obligados a traer sus rebaños desde los pastos hasta sus goros durante la noche?
¿Hasta qué punto el acceso a los pastos de verano se limita a los pueblos del borde de la Cumbre? 
¿Cómo gestionaban los rebaños del Sur y del Norte los pastos de verano de Las Cumbres y zonas comunales del interior de la isla?

La cercanía de cabañas y gambuesas a los campos de cultivo sugiere una expansión de la superficie cultivable en el tiempo, ya que parecen estar más cerca de lo necesario, o admisible, para una buena convivencia entre ganado y cultivos.
Otro tema de estudio es la toponimia. Arafo no es especialmente pródigo en  toponimía ganadera, pero tenemos, sin ser un inventario exhaustivo: La Majada, Corral del Guanche, Corral de Sospecha, Corral de Los Lucas, Saltadero de las Cabras Salvajes, Cueva las Vacas, Las Gambuesas, Las Piletas, La Estancia, La Cancela.

Cueva de Samarines. La foto ha sido hecha en enero, cuando la cueva se encuentra llena de gravas y arena que lleva hasta ella el mar invernal. De grandes dimensiones, este "cejo" ha servido de refugio a generaciones de habitantes de Arafo que venían hasta aquí en tras el verano.

Tales cambios en la expansión de los cultivos quizás forzaron un cambio en el patrón del pastoreo. De hecho, algunas investigaciones recientes en cañadas y caminos trashumantes en territorios peninsulares, sugieren que el patrón de la trashumancia ha cambiado con el tiempo, aunque la razón de esto habría que seguir estudiándola. 

Otras investigaciones ahondan en los efectos del cambio del pastoreo trashumante a una economía de pastoreo de ovejas semiestabuladas en algunas dehesas, pero no han sido realizados con suficiente detalle como para permitir comparar los impactos socio-culturales y económicos que trae aparejada dicha ganadería semiestabulada.

La ganadería semiestabulada de extensos rebaños (cabras y ovejas) produce un agotamiento de nutrientes y aumenta los daños a la flora y suelo. Al parecer, la estabulación de los ganados en algunos sitios, así como el aumento en el número de cabezas (ovejas principalmente) ha sido la causa de profundos cambios ecológicos, con prados cada vez más homogéneos y oligoespecíficos, en sustitución de los ricos herbazales y matorrales en mosaico de antaño, derivados de una ganadería trashumante y extensiva.

Playa del Barranco de Samarines.

¿Ha sido la desaparición de la trashumancia causa de los paisajes uniformes y de la disminución de la diversidad de especies asociadas? 
Sería un tema a investigar cuando estamos tan preocupados por la pérdida de biodiversidad, así como por la desaparición de los paisajes vernáculos. 

¿Era la trashumancia en sí misma un agente de cambio en el equilibrio ecológico? 
Es necesaria una perspectiva a largo plazo temporal para ver cómo los cambios geográficos, ambientales y económicos se han sucedido hasta hoy.

El avance de la agricultura y la desaparición de la ganadería trashumante forma parte del proceso de asentamiento de la economía rural contemporánea, y dentro de este marco, la trashumancia y los cambios que ocurrieron en el paisaje rural han sido poco investigados.

3 comentarios:

Dinamización Destino dijo...

Enhorabuena por el artículo, Fermín, un verdadero lujo disfrutar de todo ese conocimiento. Me llama la atención y me inquieta una pregunta que has dejado en el aire ¿No hay espacio para más investigaciones? No se cual es la causa pero si inquieta que no proliferen entre nuestros jóvenes el interés por la historia que ha dado soporte a nuestro pueblo. Enhorabuena. Saludos

Fermín Gigante Carballo (Nueva Geografía Canaria) dijo...

Gracias.Por supuesto que hay hueco para investigar. Estas cosas que escribo, salen, principalmente de notas bibliográficas, discusiones con compañeros y la teorización que surge, muchas veces, tras (o durante) el trabajo de campo.
No conozco las motivaciones de los estudiantes de ciencias sociales en la actualidad, así que no te puedo responder a tu segunda apreciación.

Fermín Gigante Carballo (Nueva Geografía Canaria) dijo...

Saludos y gracias por leerme.