El jueves, 14 de mayo de 2009, en este mismo blog, publiqué una entrada titulada «El paisaje del entorno de la Montaña de Abades (Arico). Parte I.» Han pasado más de quince años, y nunca llegué a publicar la segunda parte. He encontrado las notas de campo en las que basé aquel escrito, así que he decidido actualizarlas y publicarlas.
Los análisis de paisaje deben escapar cada vez más de los condicionantes subjetivos de los observadores y analistas del mismo. La interpretación del paisaje debe ser entendida como la búsqueda de las huellas que las sociedades han dejado en él, ya que lo entendemos como un totalizador histórico en el que se reflejan cuestiones relacionadas con el poblamiento tradicional, la búsqueda de recursos, la técnica, las manifestaciones religiosas, sociales y culturales, incluso las ideas políticas. La armonía o falta de la misma en el paisaje sirve de herramienta de análisis para medir el grado de desarrollo de un territorio.
Los paisajes del entorno de Abades están marcados por una homogeneidad de texturas y colores que en realidad enmascaran varios aspectos de cierta diferenciación que se aprecian cuando aumentamos la escala de análisis.
Este paisaje de zona árida, situado en plano inclinado, está informado por una relativa ausencia de cobertera vegetal que deja ver el soporte geológico subyacente, por lo que cualquier actuación en el mismo es rápidamente identificada.
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Caleta del Ganado |
Para el análisis del paisaje y el establecimiento de las diferentes unidades, se han tenido en cuenta, principalmente, criterios que tienen que ver con la intervención humana en el territorio.
La satisfacción de las diferentes necesidades humanas en un territorio nada propicio para su ocupación, (debido a una estructura geológica rocosa y abundante en altas pendientes y sustratos rocosos, y unas condiciones climáticas determinadas por alta insolación, escasas lluvias y fuertes y constantes vientos), han conducido a la adopción de una serie de estrategias que han dejado sus huellas en el paisaje.
En la actualidad, la disposición de las grandes infraestructuras es determinante a la hora de seccionar y compartimentar el paisaje. La zona se sitúa justo al este de la Autopista del Sur, una gran zona de paso entre los dos núcleos poblacionales, productivos y económicos de la isla: el Sur Turístico y el Área Metropolitana.
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Mareta de Abades. Al fondo la playita de Agua Dulce. |
Paisaje de barranquillos, eriales naturalizados, cultivos abandonados, y el océano.
Se observa un paisaje con trazas de ocupación humana pasada, en forma de nateros, canteros, muros, paredes, atarjeas, charcas y caminos.
En la actualidad está cubierto por diversa vegetación desde restos de la vegetación potencial preexistente (tabaibas, salados, cardones), hasta matorrales y herbazales de sustitución, algunos de ellos alcanzando densidades y aspectos de gran naturalidad. Estos matorrales, muy abiertos, dejan percibir la base geomorfológica, formada por algunas zonas abruptas y fondos de barrancos con perfiles suaves, alternadas con lomos. Permanece con algunas alteraciones destacables, en forma de alguna pista, canteras y extracciones, bancales y vertidos puntuales de escombros.
La franja litoral posee un paisaje donde la intervención humana ha sido menor, con un aspecto natural en forma de playas de callaos y gravas, cantiles, cordones litorales y rasa intermareal. La presencia del mar, la línea del horizonte y sus interacciones en el sector litoral, son los aspectos más destacados de esta unidad. El contraste de colores entre bajamar y pleamar, nos informa de la gran dinámica de este paisaje. Los callaos aportan diferencias en la textura y el color del paisaje circundante, sobre todo al introducir el grano grueso y el oscuro del basalto, contrastando con el claro de las pumitas.
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Cordón litoral de callaos. |
Las panorámicas son máximas aquí, solamente recortadas por la línea del horizonte y por pequeñas depresiones y elevaciones, pero obteniendo visibilidad absoluta del paisaje circundante.
Aspectos Geomorfológicos.
Entre la urbanización de Abades-Los Abriguitos y el poblado costero de Las Listadas, nos encontramos ante un territorio que puede describirse, en un primer momento, como una rampa irregular inclinada, surcada por varios barrancos, barranquillos y hoyas con cierto paralelismo, que confluyen en una cuenca de cierta importancia, jerarquizada y diferenciada.
El resto son un conjunto de barranquillos de mayor o menor grado de incisión y encajamiento, que han dejado entre ellos un sistema de interfluvios o lomos, cuyas crestas y cimas se disponen en forma de bóvedas convexas, la mayor parte de ellos en rampa. Algunas de las cimas de estos lomos, presentan una morfología característica, en forma de tablero de escaso tamaño, nunca más allá de unas decenas de metros cuadrados y constituidos por tobas soldadas, fuertemente alteradas por la erosión.
Las áreas de escasa pendiente tienen ubicaciones muy concretas en semejante contexto general, y se encuentran en los sectores más cercanos al litoral.
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Aspecto general de la zona, donde se observa el Barranco de Las Revueltas y la Montaña Centinela al fondo. |
El Barranco más importante del sector es el de Las Revueltas, que desemboca en el Charco de Las Lisas y la Mareta de Abades. El resto de barranquillos y hoyas poseen una entidad geomorfológica mucho menor, destacando entre todos ellos el Barranquillo de El Cornical.
El contacto con el mar se resuelve en forma de una rasas y cantiles que tienen interrumpida su continuidad espacial por playas de arenas gruesas, guijarros y callaos.
Los sectores de lomos con cimas convexas son interfluvios de entidad superficial variable que adquieren formas alomadas. La escorrentía, combinada con la deflación eólica, produce la eliminación paulatina de los finos, que son los restos de la matriz volcánica primigenia, dejando esos fragmentos líticos sueltos, originando un incipiente pavimento desértico compuesto por gravas y guijarros de diferente calibre.
Los fondos de barranco y hoyas, como el Barranco de Las Revueltas que es el que posee mayor importancia, poseen terrazas aluviales muy transformadas en la actualidad por los antiguos cultivos. El álveo del barranco se ve alterado por desniveles de altura variable, desde decímetros a decámetros. Las márgenes poseen algunos depósitos de ignimbritas. El cauce se expande y el fondo se allana y desparecen las acumulaciones de finos, estando presente solo la desnuda roca basáltica o pumítica, fuertemente meteorizada. Los otros cauces menores tienen en sus fondos acumulaciones de sedimentos finos y en algunos sectores más erosionados afloran los basaltos de la Serie II.
Hoya de Las Revueltas. |
El litoral (el contacto con el mar), se resuelve en cantiles, una rasa intermareal interrumpida por playitas de arena y por cordones de guijarros y callaos. La rasa intermareal fonolítica, es alterada por basaltos y por las tefritas haüynicas de la Caleta Mansa y Los Morretes, tras la que se sitúan playas de callaos y guijarros y un importante cordón litoral a modo de berma de máxima pendiente, sobre todo en la desembocadura del Charco de Las Lisas, en todo lo que se conoce como Callao de Abades. Precisamente, la intensa dinámica marina influye en la escasa relevancia de los depósitos de arena de playa, dando primacía a los materiales más gruesos (gravas, cantos y bloques).
Estos materiales más groseros presentan una morfología pulida y redondeada (por lo que los procesos de upwash y backwash deben ser bastante enérgicos, generados en momentos de intensas tormentas del suroeste, lo que se revela en la orientación y colocación de los callaos en el supralitoral de la rasa) y en su mayoría provienen de rocas básicas, como ponen en evidencia sus colores oscuros.
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Montaña de Abades al fondo. En primer plano, el Charco de Las Lisas, desembocadura del Barranco de Las Revueltas. |
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