En el sur de la isla de Tenerife, en la Comarca de
Abona, entre los municipios de San Miguel y Arona, se encuentra el Valle de San
Lorenzo o del Ahijadero, que se estructura ocupando una vaguada muy ancha, de escasa
pendiente, entre las montañas y farallones rocosos de El Roque, Centinela, Lomo
Empinado, Montaña Oroteanda y Montaña de las Mesas de Aldea al este y La
Albarda, Igara, Vento y Montaña del Espadal al oeste.
Parte alta del Valle del Ahijadero. Al fondo, el Roque del Conde. |
El centro de este valle está ocupado por un
extenso campo de volcanes, entre lo que citamos Montaña Quemada, Montaña del
Puente, Montaña de Las Tabaibas, Montaña Cambada, La Montañeta y Montaña Los
Parlamentos. Como restos de antiguas morfoestructuras, encontramos el Roque de
Malpaso y el Roque Abejera.
Todo el ámbito está fuertemente antropizado,
aunque en distintos niveles. Además de la urbanización para uso residencial y
las vías de comunicación, se encuentran invernaderos en explotación, instalaciones
ganaderas, canteras y extracciones de áridos, depósitos de escombros y sectores
con restos de cultivos al aire libre, hoy abandonados y llenos de maleza.
Panorámica de la parte baja del Valle desde Mesas de Aldea. |
Para visitar aquellos espacios poco humanizados,
como la zona de Mesas de Aldea, El Roque, o Igara, tenemos algunos caminos de
tierra y algunos senderos de cazadores, aunque el Camino Real cruza por la
Centinela y desciende por la Montaña de Las Tabaibas, para adentrarse en el núcleo
del Valle de San Lorenzo y salir hacia Túnez.
Los sectores sur y este se encuentran muy
degradados, cubiertos por un matorral nitrófilo de diversas especies arbustivas
donde domina la aulaga (Launaea
arborescens), pero incluso hay grandes llanos sin vegetación
La mayor parte del espacio está dominado por la
presencia de coladas basálticas, con alteraciones que dependen de la intensidad
de los usos del territorio, desde zonas apenas tocadas, donde podemos observar
la morfología de las coladas, hasta zonas sorribadas y con acumulación de
gangas debido a la transformación del suelo con destino agrario.
Cardonal refugiado en las laderas del Roque de las Mesas de Aldea. |
Pertenecen en su mayoría a los extensos malpaíses
que fueron el producto de las erupciones del campo de volcanes estrombolianos,
bien conservados, surgidos al sur del Valle. La mayoría de ellos se alinean
según una fisura eruptiva de dirección N–S. Están compuestos por escorias,
bombas y lapillis de naturalezas basáltica y han generado coladas “aa” de
composiciones basálticas y piroclastos basálticos residuales.
Estas coladas buzan en
sentido de la pendiente topográfica.
Son coladas, por lo general de potencia considerable, pero la superficie se
encuentra muy desmenuzada, con rocas fracturadas, sueltas entre los que hay diferentes acumulaciones de
finos, transportados por los procesos de arroyada y depositados por procesos de
sedimentación de diferente intensidad y espaciados en el tiempo. Esta
superficie, alterada y disgregada es propicia para el asentamiento de un ralo
matorral y herbáceas.
En medio encontramos coladas basálticas del potente
apilamiento lávico de cerca de 1000 m de potencia, cuya máxima expresión
topográfica es el Roque del Conde (1080 m). Está formado por coladas de
basaltos muy antiguos subhorizontales de potencias variables entre 50 cm y 4 m.
(Roque Abejera).
Hornito asociado a la erupción de La Montañeta. |
En general, los suelos son de naturaleza mineral
poco evolucionados, de escaso o nulo
espesor, con ausencia de
horizontes estructurales, y abundancia de fragmentos líticos. Son pobres
en nutrientes y de baja fertilidad. Esto es debido a que nos encontramos con zonas
relativamentes recientes, con baja alteración, y penuria de materia orgánica.
El clima, con escasez de precipitaciones y gran insolación tampoco ayuda a la
edafogénesis.
Sin embargo, en las vertientes de aquellas zonas
más antiguas, los suelos aumentan su espesor y calidad, aunque el primer
productor de suelo en esta zona ha sido la sociedad humana, que con sus
sorribas y abancalamientos ha contribuido a formar suelos agrícolas que hoy
corren el riesgo de degradarse hasta desaparecer, por culpa del abandono.
La vegetación potencial de este
espacio está condicionada por su disposición en el área sur de la isla, en la
medianía, con unas condiciones climáticas y edáficas ya explicadas con
anterioridad.
Matorral de tabaibas amargas y verodes, cerca de Montaña Quemada |
La vegetación también ha dependido en
gran medida de la eficacia de los usos humanos del pasado de este espacio. El
peso durante décadas de la ganadería (existen restos de corrales de ganadería
caprina y ovina de suelta por todos los ámbitos que no han sido reutilizados
para otros usos), ha condicionado la presencia de algunas formaciones vegetales.
La abundancia relativa en la actualidad nos informa de que los procesos de recolonización vegetal han
sido intensos.
Existe un cardonal disperso por todo
el ámbito (en especial en aquellas laderas más inaccesibles) que cuenta con
algunos ejemplares de cardón (Euphorbia canariensis), de considerable
tamaño, al que acompañan las especies típicas, como balillo (Atalanthus pinnatus), el romero marino (Campylanthus salsoloides) y madama (Allagopappus dichotomus). Dentro de la Unidad Cardón (viviendo en el interior de
los ejemplares de mayor tamaño) hay tasaigo (Rubia fruticosa), cornical (Periploca laevigata), duraznillo (Ceballosia fruticosa) y esparraguera (Asparagus s.p.), aulagas (Launaea
arborescens), y, sobre todo balos (Plocama
pendula), que, junto con el cardón son la especie que se encuentra presente
en aquellos lugares de mayor calidad ambiental, en especial los fondos de
barranco como el de Malpaso y el de Igara.
La penca bruja o tunera india es una planta exótica bastante extendida por el sur de Tenerife. |
El tabaibal dulce tinerfeño está
presente en la Montaña de Oroteanda, donde hay un enclave de tabaibas dulces (Euphorbia balsamífera) mezcladas con
otras especies, en especial la tabaiba amarga, balos y magarzas. Las tabaibas
dulces están en aquellos lugares donde el abandono ha sido más prolongado. En
sus puntos óptimos aparecen especies como el tasaigo (Rubia fruticosa).
En las zonas más fuertemente
antropizadas existe un importante verodal (Kleinia
neriifolia), hegemónico, que se extiende por los pasillos espaciales donde
la transformación ha sido más sensible,
mediante huertas, caminos y otras actuaciones. El acompañante más corriente del
verode suele ser la tabaiba amarga (Euphorbia
lamarckii) sobre todo en los lugares de peor calidad.
En las zonas más pedregosas aparece el
matorrisco (Lavandula canariensis) y
la magarza (Argyranthemum frutescens).
También encontramos la ratonera, en paredes, muros, y grietas (Forsskaelea angustifolia), la
esparraguerra, (Asparagus umbellatus) sobre todo en vaguadas protegidas y la gamona (Asphodelus aestivus) en zonas expuestas,
y laderas orientadas al sur y al este.
Los antiguos campos de cultivo están ocupados por una mezcla de gramíneas y, sobre todo pencones que ocupan los linderos de parcela. Aún sobreviven algunas higueras. |
Al reducirse la vegetación potencial,
por intervención humana, el territorio ha ido siendo ocupado por la vegetación de sustitución, de gran
importancia por su complejidad y diversidad, en función de su localización, del
grado de alteración del territorio y del tiempo transcurrido desde ésta.
En general, son comunidades arbustivas
y herbáceas. En estos matorrales intervienen muchas plantas introducidas por el
hombre, como ocurre con la xenófita invasora y competitiva tunera bruja (Opuntia dilenii), en bordes de
parcelas y el pencón (Opuntia máxima), que aparece solamente
en aquellos lugares en los que se cultivó en el pasado.
Roque de Malpaso, desde su cara sur. |
El norte y espacio central del Valle
está cubierto por piteras (Agave americana),
y por la menos frecuente sisal o henequen (Agave
fourcroydes),
planta de las que se extraían fibras.
Entre estas especies invasoras que han
cobrado un gran protagonismo en los últimos años, hasta el punto de conformar
paisajes propios y comunidades de sustitución compuestas por especies exóticas,
destacamos el tabaco moro (Nicotiana
glauca) y rabogato (Pennisetum
setaceum) en solares y bordes de camino y el tartaguero (Ricinus
comunnis) y el té del diablo (Datura stramonium) aparecen en zonas de
rezumes y derrames de agua de riego.
Población del Valle de San Lorenzo. Todavía es posible ver una gran cantidad de estanques en uso. En primer término, la Montaña de Las Tabaibas. |
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