viernes, 31 de agosto de 2012

Las cumbres de nuestros antepasados.



Las zonas de cumbre de la isla de Tenerife reúnen un gran número de elementos arqueológicos y etnográficos de significativa calidad patrimonial, bien conservados y que han posibilitado la identificación con claridad de dos estrategias de ocupación del territorio muy similares.
Hace algunos años, recorriendo un barranquillo cercano al Llano de Maja, encontramos restos de cerámica en el suelo, fragmentos de unos cuantos centímetros de tamaño. A lo largo de la caminata de aquel día, encontramos muchos más. Un arqueólogo que nos acompañaba, no prestaba especial atención a estos pedazos y me explicó que eran cachos sueltos, que carecían de contexto, probablemente trasladados allí por la escorrentía e incluso por seres humanos. Al no situarse en un yacimiento y ser de tan pequeño tamaño, carecían de interés científico.
Las Cumbres presentan distintas connotaciones como lugar sagrado: zona de enterramientos, área de aprovisionamiento y transformación de materias primas (tabonas de obsidiana), zona comunal de pastoreo de varios menceyatos, (entre ellos el Menceyato de Güímar, en especial los guanches que habitaban Arafo) y en cuyos bordes se registraban a veces escaramuzas debido a los robos de ganado.

Media Montaña
Era el punto culminante de la trashumancia vertical que mueve el ganado en función del escalonamiento estacional de los pastos. Cuando el pasto se agostaba en el resto de la isla, los rebaños subían durante los veranos a aprovechar el ramoneo de las diferentes hierbas perennes y arbustos que componen el matorral de la alta montaña canaria (alelí, escrofularia, tonática, codeso, retama, hierba conejera y pajonera…).
En estos enclaves existía una organización territorial de estos entornos bien conservados, aceptada por las comunidades guanches a escala insular, con propósito de explotar los recursos ecológicos y de realizar intercambios revestidos de simbolismo social o religioso. La tradición cuenta que, tras el descubrimiento de la Virgen de Candelaria en Chimisay, el Mencey de Güímar avisó al resto de menceyes del hallazgo, y estos acudieron por las cumbre a visitar a la Chaxiraxi.
Un uso tan intenso del territorio, durante tanto tiempo y con escasa presencia de pobladores tras la conquista castellana, ha dejado una distribución singular de testimonios materiales comunes a los diferentes menceyatos y a los diferentes momentos del tiempo.
Barrancos encajados en la zona alta de Agache.
Las diferentes funciones que albergaron estas cumbres hicieron de ellas un espacio con expresiones propias, con un gran repertorio de yacimientos: cabañas, cuevas sepulcrales, de habitación, abrigos pastoriles semiconstruidos, refugios naturales para personas y ganados, espacios ceremoniales, gambuesas y corrales, canteras, talleres, sises, y tagorores.
Particularmente interesante para un geógrafo son los senderos o rutas seguidas por los guanches, ya que la mayor parte de ellas continuaron usándose hasta tiempos relativamente recientes. En especial, el Camino de Chasna y el Camino de La Cumbre, que une los Valles de La Orotava y Güímar por la Crucita y que se sigue usando como paso de los romeros de Candelaria.
Interior del circo de Las Cañadas.
En Arafo existían pasos de cabreros, muy peligrosos, que unían unos barrancos con otros, como los pasos de Cheque, de Los Huecos o el Paso de Amanse, en la actualidad olvidados y posiblemente, perdidos para siempre.
En estos lugares suelen encontrarse, aun en la actualidad, gran cantidad de restos materiales, algunos de ellos en buen estado de conservación. 
El interés científico de estos conjuntos se relaciona con la diversidad de elementos, estado de conservación de los bienes materiales y del territorio de referencia en que se inscriben, que permite a la investigación arqueológica interpretar la interacción entre el sistema cultural aborigen (organización socioeconómica basada en la ganadería y en la recolección) y el sistema natural. 
Cumbres entre Izaña y el Corral del Niño

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