Los espacios agrarios de Arafo son lugares tan afectados
por las actuaciones humanas, que es lógica la presencia de vegetación
sinantrópica, caracterizada por su gran capacidad de adaptación y su poder
colonizador, en ambientes donde las especies climácicas no encuentran condiciones
favorables para su asentamiento.
Muchas de estas especies recolonizan huertas abandonadas,
valutos, bordes de caminos y carreteras. En algunos casos se convierten en
verdaderas plagas, como el venenero, el tartaguero o el rabo de gato.
Rabo de Gato, ocupando los bordes del Camino de El Portugués. La presencia de esta graminea invasora es normal en la zona baja y media de Arafo. |
En estos matorrales intervienen muchas plantas
introducidas por el hombre, que por su arraigo en el medio rural han llegado a
ser consideradas como propias, como ocurre con el pencón (Opuntia máxima) y la pitera (Agave
americana).
Los pencones, abandonados los cuidados culturales que
propiciaban su expansión y mantenimiento, permanecen en muchos lugares como
formaciones relictas, siendo cercadas por la llegada de nuevos matorrales.
Tartaguero en un solar situado en pleno casco urbano de Arafo. |
Las piteras se disponen con preferencia en los márgenes
de caminos (como ocurre en el borde del ramal que une a Carretera TF-28 con
Arafo, a la altura de Barranco de Chiguergue), pero también, de manera lineal,
en zonas altas, como en las pendientes de Gorgo, o Sobre La Fuente. Esto es así
debido a que esta especie se plantó como seto delimitador de fincas y como
soporte para evitar desprendimientos y caídas de rocas, afianzando taludes.
En canteros de zahorra abandonados con suelos profundos
bien humectados; en hoyas rellenas de gravas y arenas; en los fondos de
barranco en los que se acumula o encharca el agua temporalmente, esta comunidad
se ve afectada por la llegada de tartagueros (Ricinus communis), una euforbiácea ruderal de origen africano, con
un porte que pude llegar a ser arborescente, que a veces forma densos
matorrales monoespecíficos.
Pencón o tunera. |
Todas las especies que de una u otra forma se ven
favorecidas por la actuación del hombre, ruderales y nitrófilas, se presentan
como ejemplares aislados y en pequeñas manchas.
La presencia de oportunistas y ruderales como altabaca (Dittrichia viscosa), venenero (Nicotiana glauca), y especies de
gramíneas: cerrillos (Hyparrhenia hirta)
y panascos (Cenchrus ciliaris),
ocupan espacios más amplios, en especial bordes de huertas y caminos, así como
zonas arenosas.
Barranco de las Hornillas, costa de Arafo. El rabo de gato se ha convertido en un potente invasor que impide el crecimiento de cualquier otra herbácea. |
En las zonas altas es preocupante la presencia y franca expansión de una neófita exótica y que está adquiriendo carácter invasor: la amapola californiana (Eschscholzia californica), que en primavera tiñe de naranja los prados, bordes de carretera y huertas abandonadas entre la Dorsal de Pedro Gil y Los Loros, ocupando amplías zonas de Gorgo, La Tapia, Media Montaña o Lomo Redondo.
Estas especies alcanzan gran difusión debido a éxito
reproductivo de su diáspora, y el oportunismo y agresividad con la que
colonizan el territorio.
Prado de amapola californiana en las cumbres de Arafo. |
Estructuralmente hablando, se mezclan los matorrales con formaciones
herbáceas, aunque las hierbas se desarrollan en la época lluviosa (entre otoño
y primavera) y ocupan preferentemente terrenos de cultivo abandonados, solares,
viales y todos aquellos lugares con suelo más o menos profundo, pero siempre
removido; también se asientan en los claros situados en el interior de
matorrales y pastizales, siempre que las condiciones edáficas lo permitan.
Tienen cobertura irregular, puesto que su biomasa depende
del régimen de lluvias en otoño-invierno, y son muy biodiversos, como consecuencia
de la variabilidad de los parámetros ecológicos que los condicionan
(estacionalidad, humedad, tipo, período y lapso de tiempo de la alteración del
sustrato, cantidad de materia orgánica, presencia de sales, etc.).
Cardo en flor |
Las especies más frecuentes son los cenizos (Chenopodion muralis), y la cebadilla (Hordeion leporiní), pero podemos
encontrar especies como la lengua de oveja (Echium
plantagineum), amores secos (Bidens
pilosa), tembladera (Briza máxima),
balango (Avena barbata), chicoria (Sonchus oleraceus), hierba de gato (Stachys arvensis), grama (Cynodon dactylon), y relinchón (Hirschfeldia incana), acompañadas por cardos
(Galactites tomentosa). Sin embargo
las más abundantes son la tedera (Bituminaria
bituminosa), hinojo (Foeniculum
vulgare), alpiste de espiga larga (Phalaris
coerulescens) y mecha (Phagnalon
saxatile).
En cuento a las especies autóctonas o endémicas que se
han visto favorecidas por las actividades humanas, o por el abandono de la
agricultura y la ganadería, podemos citar a las magarzas, (Argyranthemum frutescens), e inciensos, (Artemisia thuscula), arbustos aromáticos de aspecto glauco seríceo
y de regular cobertura, que aparecen en los lugares más antropizados de las
zonas bajas, a veces acompañadas de cornicales (Periploca laevigata) y verodes (Kleinia
neriifolia), sobre todo, dentro del dominio de los
matorrales costeros.
Aquí hay de todo: rabo de gato, tuneras, piteras, verodes, tabaibas amargas, cornicales, matorrrisco, magarzas. Huertas abandonadas en Hernanado. Arafo. |
La tabaiba amarga o salvaje (Euphorbia lamarckii) posee cierto poder recolonizador y ocupa con
facilidad todo tipo de ambientes, ya sea sectores abruptos y con escasa
presencia humana, como sectores más afectados por la actividad antrópica o
fondos de barranco, como sucede en el Barranco de La Tapia o en los malpaíses
de la Media Montaña, en Afoña o Chinambroque.
Tabaiba amarga en flor en las medianias bajas de Arafo. |
El tomillo burro (Micromeria
hyssopifolia), y el jaguarzo (Cistus
monspeliensis) prosperan sobre suelos pedregosos decapitados o erosionados,
como resultado de la degradación, ubicados en el ambiente más cercano al límite
superior de los bosques termófilos.
Jaguarzo recolonizando antiguas tierras de cultivo en Gorgo. |
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