Es cuando se elevan las columnas de humo gris,
cuando los incendios crecen en energía, impulsados por los vientos y su
constante aporte de oxígeno, que pueden llegar a consumir hasta una hectárea
cada tres segundos, en los casos más extremos.
Estadística de los Grandes Indendio forestales en Estados Unidos en los últimos treinta años. La tendencia al alza se reproduce en todo el planeta. |
Desaparecen bosques y matorrales, y en muchos
lugares, la intensidad del fuego es tal que tan solo quedan tocones
carbonizados y tierra desnuda.
En el transcurso de los últimos treinta años, estos grandes incendios
no son infrecuentes. Años tras año, en especial tras el cambio de siglo,
aumentan en velocidad, extensión e intensidad.
Los expertos en extinción y la comunidad
científica que estudia los montes (ingenieros forestales, biólogos, ecólogos,
ambientalistas, geógrafos), tras estudiar las zonas quemadas, observan nuevos
procesos.
El tamaño de las áreas quemadas por el fuego empequeñece los patrones
de incendios pasados, a juzgar por los estudios de cicatrices de incendios,
usando la dendrocronología (anillos de árboles). En algunos casos se apunta a que
es posible que los montes no se recuperen, si no es con ayuda humana.
El estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, permite extraer datos sobre las perturbaciones sufridas por las masas boscosas en el pasado, incluidos los incendios forestales. |
En toda la cuenca del Mediterráneo, desde Grecia
a Portugal, pasando por Italia, Sur de Francia y España, los Grandes Incendios
Forestales han aumentado significativamente en las últimas décadas, una
tendencia que los científicos atribuyen tanto al calentamiento global, como a
las sucesivas sequías, cada vez más intensas y largas, pero también a más de
setenta años de lucha contra los incendios forestales y otras actividades
humanas.
Las fuerzas entrelazadas del fuego y el cambio
climático llevarán a los ecosistemas a un nuevo escenario, no solo en el Mediterráneo,
sino también en otras partes del mundo.
En el Levante español, por ejemplo, podría
transformar gran parte del bosque de pino carrasco (Pinus halepensis) en
tierra arbustiva.
Pino carrasco (Pinus halepensis) |
Lo cierto es que estamos perdiendo los bosques que
surgieron de las repoblaciones de los años cuarenta. cincuenta, sesenta y setenta del Siglo XX. No
es nada nuevo constatar que estamos ante nuevos y diferentes procesos y aún no estamos seguros de hacia dónde vamos.
Tras un incendio, sobre todo en
el mundo subtropical, la adaptación de la vegetación a los incendios conlleva
que muchas sean especies pirófitas, de fruto y/o semilla, como los pinos (Pinus halepensis) o las aliagas (Genista scorpius), pero también hay geófitos como los gladiolos (Gladiolus illyricus) o el rusco (Ruscus aculeatus) y numerosos caméfitos
y fanerófitos como la coscoja (Quercus
coccifera), el alcornoque (Quercus
suber) o el palmito (Chamaerops humilis).
Hay especies que rebrotan a discreción, como el
romero, que evitan la sequía, y están adaptadas a veranos secos mediante la
reducción de la actividad fisiológica, y especialmente mediante la reducción de
la superficie de transpiración.
Rebrote de cepa de un brezo tras un incendio. |
Estas especies solo comienzan a rebrotar después
de las primeras lluvias de otoño/invierno. Por el contrario, hay especies que rebrotan de
modo obligado, como el lentisco, ya que disponen de un sistema radical profundo
y bien ramificado y pueden comenzar a rebrotar inmediatamente después del fuego
y mantener un ritmo de crecimiento bastante intenso, al menos durante el primer
y segundo año.
Sin embargo, durante el siglo XX, la política de
apagar rápidamente los incendios ha permitido que se acumulen arbustos y
árboles jóvenes en muchos bosques occidentales, por lo que tienden a arder más
y menos irregularmente que antes.
Y durante la última década, la acumulación de
períodos de sequía, ha debilitado los
árboles y los ha hecho vulnerables al ataque generalizado de escolítidos y
bupréstidos, lo que ha provocado la muerte de cientos de pinos y especies
similares.
Antigua señal de tráfico que informaba del peligro de incendios forestales. |
Muchos de los árboles muertos aún se mantienen en
pie, y pueden servir como combustibles de escalera que transforman fuegos de
superficie relativamente fríos en fuegos de copas cálidos y rápidos que saltan
de la copa en copa de los árboles (antorcheo).
No es únicamente preocupante el tamaño de las
zonas quemadas, sino las zonas contiguas, muchas de ellas afectadas por
anteriores incendios y llenas de árboles muertos, tanto por culpa del fuego,
como por las infestaciones de plagas y enfermedades.
Otro de los problemas añadidos por estos grandes
incendios es que su intensidad es tal que dejan pocas fuentes de semillas,
eliminan los suelos de nutrientes y aumentan la probabilidad de deslizamientos
de tierra.
A su paso, la vegetación de cualquier tipo puede
tener dificultades para echar raíces. Cuando los árboles y los arbustos vuelven
a crecer, es probable que las temperaturas más cálidas de la región y los
períodos de sequía más frecuentes favorezcan a las especies tolerantes al calor
y la sequía.
Al observar los anillos de los árboles, se ha
podido evaluar cómo las sequías estresan los bosques mediterráneos y se
pronostica que si las temperaturas aumentan según lo proyectado por los modelos
climáticos, los árboles enfrentarán un mayor estrés por sequía en la primera
mitad del siglo veintiuno que lo que han experimentado durante 1.000 años, lo
que probablemente genere una transformación del ecosistema.
Valle Gran Rey, tras el incendio de 2012. El fuego avanzó por el cauce del barranco, seco, y lleno de vegetación exótica, como los cañaverales, que ayudaron a su propagación. |
La actividad humana ha transformado muchos de
nuestros montes. De la expansión por reforestación de los pinares frente a
otras especies mediterráneas, hasta la siembra de eucaliptos en zonas de
encinares. Los arboles alóctonos, tanto las coníferas como los eucaliptos,
arden con gran facilidad y son especies con alta pirocidad.
Esto conduce, que, tras los incendios, las masas
arboladas se empobrezcan en cuanto a biodiversidad, generándose montes
monoespecíficos que son muy vulnerables a los incendios y que funcionan como
propagador de los incendios.
Los bosques mediterráneos suelen
ser densos, no muy altos (10-15 metros) y con una mayor diversidad del estrato
arbustivo que los bosques templados caducifolios con los que contactan. Las
principales especies arbóreas esclerófilas de estos bosques pertenecen al
género Quercus: Quercus ilex y Quercus
rotundifolia (encina o carrasca), Quercus
suber (alcornoque).
Regeneración del pinar canario tras un incendio. Los bosques autóctonos responden mucho mejor a las perturbaciones sufridas por un incendio forestal. |
Estos bosques suelen presentar
un rico estrato de plantas trepadoras (Clematis,
Lonicera, Rubia, Aristolochia) y, en
las zonas más húmedas y templadas, son ricos en arbustos y arbolillos con hojas de tipo lauroide, enteras, perennes
y coriáceas (Arbutus, Viburnum, Myrtus,
Phyllirea, Laurus, Prunus), lo que los relaciona con las laurisilvas
subtropicales.
Cuando se incrementa la humedad
y bajan las temperaturas, los bosques
comienzan a ser dominados por robles caducifolios o semicaducifolios
(las hojas se secan en invierno pero permanecen en las ramas) como Q. pyrenaica
(roble melojo o rebollo),Q. faginea (quejigo).
En los climas mediterráneos, el
tradicional bosque primario (encinares, pinos, arcornocales…) puede ser
sustidos (habitualmente por acción humana) por otros paisajes a los que
denominamos maquia o garriga.
La maquia (o maquis) es una
formación arbustiva densa, a menudo impenetrable, de más de dos metros de
altura (matorrales altos). Suele componerse de plantas con pocas necesidades de
agua (esclerófilas) como la jara, el brezo, lentisco, la retama. Es más
habitual en suelos silíceos. Es mucho más abundante que los bosques. Además de
encinas, muchas veces arbustivas (carrascas o chaparras), son abundantes otras
fagáceas esclerófilas como Quercus
coccifera (coscoja).
En las zonas más térmicas son también características
otras leñosas perennifolias como Olea
europaea (acebuche), Pistacia
lentiscus (lentisco), Ceratonia
siliqua (algarrobo) y la palmera arbustiva Chamaerops humilis (palmito). También suelen ser abundantes las
cupresáceas (Juniperus, Cupressus) y
grandes extensiones de estos matorrales pueden estar dominadas por pinos (Pinus halepensis, Pinus pinea).
Palmitos rebrotando tras un incendio forestal. |
Debido a la gran y antigua
degradación sufrida, muchos de estos matorrales se han transformado en la
garriga, mucho menos densa, con matorrales más abiertos y con zonas desnudas (es un grado mayor de
deterioro u ocupa terrenos más áridos). Suele componerse de plantas aromáticas
y con especies de menor altura: jaras (Cistus),
salvia, madreselva, alucema (Salvia),
romero (Rosmarinus), espliego y
cantueso (Lavanda), retamas, bolina,
aliaga (Genista), lino (Linum), tomillo (Thymus), junto a
vegetación herbácea y pies de encinas o coscojas (chaparral).
En
1940, apenas finalizada la guerra civil y bajo la absoluta dictadura fascista,
se ponía en marcha en España un Plan Nacional de Repoblación por el que se
preveía la forestación de 5.679.000 hectáreas en el plazo de cien años.
Desde
aquel año, y hasta 1972, el total repoblado ascendió a 2.658.700 hectáreas, lo
que supuso alcanzar el 46% aproximadamente de la meta entonces fijada, en el
intervalo de los 32 primeros años.
Sin embargo, se ocultaron otros cambios sucedidos
en los bosques españoles, ya que las superficies de bosques autóctonos descendieron,
puesto que durante esa misma época se talaban a mata rasa.
En definitiva, el balance fue ampliamente adverso
para las masas forestales contempladas en su totalidad.
Preparación del terreno para las repoblaciones forestales en los años cincuenta del Siglo XX. |
¿Cuáles han sido realmente los objetivos e
intereses que han guiado las campañas de repoblación en España en los últimos
80 años?
Parece evidente que la casi exclusiva preferencia en la repoblación
por las especies de crecimiento rápido (pinos y eucaliptos), que proporcionan en poco tiempo la materia
prima necesaria para las industrias de la madera, y particularmente para la de
la fabricación de pasta de papel, fueron los objetivos prioritarios y
exclusivos.
La política forestal tampoco cambió sensiblemente
con la llegada del Estado de las Autonomías, ya que se ha seguido primando los
bosques productores frente a los bosques protectores, concentrando muchos
medios y esfuerzos en ello, marginando claramente otros objetivos de orden
social que deberían ser prioritarios, tales como la lucha contra la erosión y
conservación de los valores naturales y ecológicos, patrimonio de todos los
españoles.
El calentamiento climático global ha causado que
muchas especies de plantas de montaña busquen mayores altitudes y escalen una
media de 29 metros en altitud por década.
En las zonas montañosas (y buena parte del
territorio forestal español es zona montañosa), el fuego puede favorecer un
nuevo tipo de bosque. El calentamiento global hace que los incendios forestales
sean más frecuentes y peligrosos. Actualmente en España se registran 20.000
incendios forestales al año. Las causas y soluciones de los mismos son muy variadas,
sin embargo, no es coincidencia que la mayoría se registren la época estival.
La escasez de agua y la sequedad de las plantas y
árboles los convierte en combustibles perfectos ante el fuego. Con el cambio
climático lloverá menos, las sequías serán continuas y por ello los incendios
serán más frecuentes, peligrosos y extensos.
Amapola de California en los montes de Tenerife. Esta especie exótica ha sufrido una rápida expansión en los últimos veinte años. |
También predicen que el cambio climático y los
incendios frecuentes desencadenarán la propagación de especies más resistentes
y oportunistas, frente al decaimiento de otras especies, como Quercus ilex, Quercus suber, Pinus pinea, Abies
alba, o Pinus sylvestris.
Se naturalizarán y extenderán especies exóticas
termófilas a costa de especies nativas vulnerables, como la propagación de chumberas (Opuntia dillenii, Opuntia máxima y Opuntia stricta), rabogato (Pennisetum setaceum) o amapola californiana en las zonas de cumbres (Eschscholzia californica).
También se producirá una sustitución de especies:
en los ecotonos altitudinales, habrá una migración altitudinal de especies, el
pinsapo, el pino albar escalarán hasta Sierra Nevada; el pino negro hasta la Sierras
de Güdar y Cebollera. Las formaciones boscosas relícticas como nuestra
laurisilva canaria se harán más vulnerables.
El cambio climático y la recurrencia de incendios forestales, convertirán a la laurisilva en una formación forestal muy vulnerable a las perturbaciones. |
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