lunes, 24 de noviembre de 2008

LA CRISIS DEL MEDIO RURAL Y CAMPESINO EN LATINOAMÉRICA


Ayer se celebraron elecciones municipales y estatales en la República Bolivariana de Venezuela. El Partido Socialista Unido de Venezuela, el partido del Presidente Hugo Chávez las ha ganado, pero ha perdido en algunos estados, en especial Zulia, Miranda, Nueva Esparta y también ha perdido la alcaldía mayor de Caracas, la capital.
A raíz de esto, publico, en varias entregas, un trabajo de 2001 sobre la situación de los agricultores en América Latina.

INTRODUCCIÓN.

En este trabajo pensamos abordar los problemas a los que se ha enfrentado y se enfrenta la agricultura y los campesinos de América latina, estableciendo un panorama general y describiendo algunas de las soluciones que se han planteado, desde la vuelta a los sistemas tradicionales de cultivo, a las soluciones revolucionarias ejemplificadas en algunos movimientos guerrilleros que han actuado en diversos países americanos.
Desde nuestro punto de vista de geógrafos, pensamos que el territorio es un producto social, porque soporta desde hace miles de años a sociedades humanas que han tenido que habitarlo, construir edificios, vías de comunicación, roturar, parcelar y cultivar.
Estas actuaciones son resultado de la sociedad de cada tiempo, que intercambia energía con el geosistema y maneja ciertos recursos, canaliza determinados flujos de materia y energía en provecho propio, con un carácter, sostenible o insostenible, según la sociedad sea rural o urbana.
Lo urbano difiere de lo rural, y por tanto, de lo campesino, en la finalidad de ambos sistemas y en la intensidad de su intervención en la naturaleza.
Las sociedades urbanas, pierden en gran medida su finalidad de productores de alimentos, para ser los que deciden sobre su comercio y sus consumidores. Lo urbano se alimenta del flujo que le llega desde lo rural.
Analizaremos aquí solamente los problemas a los que se enfrentan los productores de alimentos de América Latina y daremos unas soluciones que nacen de la observación de las huellas de la historia en el territorio, que deben ser fuente de inspiración para los planificadores, de creatividad para nuevos proyectos que reinterpreten el espacio y a sus gentes.
El territorio hay que observarlo como una realidad formal, dinámica y resultado de los procesos dialécticos de la Historia.

Independencia de las naciones latinoamericanas.



1. LA AGRICULTURA DE AMÉRICA LATINA: PANORAMA PRELIMINAR.

En muchos países de América Latina los campesinos todavía son un gran porcentaje de la población, y en muchos de ellos, los problemas de la agricultura siguen siendo un obstáculo para su verdadero desarrollo:
- Subproducción agrícola, por culpa de las técnicas empleadas, los equipamientos inadecuados, en espacios que han sido profundamente transformados por las sociedades que los habitan desde hace siglos.
- Problemas relacionados con la forma de apropiación de los medios de producción, las relaciones de producción entre dueños y campesinos sin tierra, y, sobre todo, el reparto de beneficios entre los trabajadores, los propietarios y los que comercializan los productos agrícolas.
Se suele aceptar que en los países de América Latina, la productividad media es baja, ya que mientras un agricultor norteamericano puede alimentar a 40 personas, uno del Brasil sólo alimenta a seis, lo que se agrava cuando el brasileño debe contar con mano de obra no censada, es decir, con su mujer y sus hijos, para sacar adelante su producción.




El otro problema, el del despojo por parte de los poderosos de la propiedad de la tierra, es evidente en Latinoamérica, donde el fenómeno de los Latifundios es manifiesto: el 1,5 % de las explotaciones agrícolas disponen del 50% de las tierras cultivables. Este acaparamiento es tanto o más chocante, debido a que estas grandes haciendas son parcialmente explotadas y además de una forma muy extensiva. 
Esto impide que se produzca un elevado rendimiento por hectárea, pero asegura la riqueza a sus propietarios que poseen miles y miles de hectáreas. Para llevar a cabo una revalorización más intensiva que pudiera dar más trabajo a la mano de obra, hay que invertir más, pero los propietarios están poco interesados en ello, porque las salidas de los productos son escasas y sujetas al vaivén de los mercados internacionales. En la actualidad, gran parte de las haciendas está sin cultivar, mientras que los jornaleros están desempleados durante meses.
Los pequeños campesinos no tienen suficientes tierras para cubrir sus necesidades básicas. En Brasil, el 50 % de los propietarios de tierras sólo poseen el 5 % del suelo.
Si a esto unimos el enorme crecimiento demográfico, que provoca grandes tensiones en los medios rurales y urbanos, las respuestas son explosivas.

Arada tradicional con bueyes.
Allí donde la presión sobre la tierra era mayor, las tensiones se despertaron pronto, como sucedió en Méjico que inició una reforma agraria en 1915. En el resto de naciones no se abordó hasta pasada la primera mitad del siglo XX, cuando la presión sobre la tierra se hizo insostenible. Pero las reformas emprendidas, cuando no fracasaron, o fueron frenadas por las armas o resultaron insuficientes, por lo que el campesino emigró en masa a la ciudad, ayudado por la industrialización producida entre 1940 y 1970, que aumenta las posibilidades de trabajo en las urbes, por lo que los espacios urbanos latinoamericanos crecen desmesuradamente y se producen en ellos inmensos problemas de todo tipo: infravivienda, ausencia de equipamientos básicos, marginación social, delincuencia y criminalidad arraigadas.
Gran parte de la agricultura tradicional está en crisis, y la agricultura industrial, propiciada por la Revolución Verde, avanza expulsando a los campesinos tradicionales de sus predios y destruyendo el medio natural, como en el caso del Chaco argentino – paraguayo, donde la gran empresa extranjera y el gran latifundista, frente a la demanda creciente de ciertos recursos, como el tanino, lo agota, sale del mercado y del ciclo de producción, abandonando las tierras, que se exponen a los agentes de erosión y al deterioro ambiental.
El Chaco paraguayo es uno de los lugares donde la deforestación avanza a más velocidad.

Los productores de subsistencia y minifundistas, que cultivan más intensamente, pero en mayor ajuste con el medio ambiente, son rodeados por los latifundistas mercantiles, hasta el punto que se ven obligados a sobreexplotar sus tierras hasta que se agotan y deben abandonarlas y morirse de hambre o emigrar.
En otros puntos de América Latina, como la Amazonia brasileña, hay disputas por la tierra, como por los 50 millones de hectáreas en la cuenca de los ríos Tocantins y Araguaia, en el Sureste de Pará, Norte de Goiâs y Oeste de Maranhâo, cuando, tras abrir la carretera Bêlem- Brasilia y la Transamazónica, la indefinición a la hora de demostrar jurídicamente la propiedad de la tierra conduce al conflicto entre emigrantes, grandes empresas agropecuarias, incentivadas por el estado y pobladores tradicionales (caucheros y recolectores de juvias).

Bueyes pastando en Tocantins.
Estos conflictos desembocan en violencia, dibujando una tragedia sobre el escenario natural de la región amazónica, con varios actores: usurpadores de tierras vinculados al poder político y a los terratenientes, asesinos a sueldo, policías, poder judicial, y la Iglesia Católica que ha tomado parte por los campesinos más desfavorecidos. Aunque el gobierno ha actuado, en teoría para apoyar a los que trabajan la tierra directamente, sus resultados no han sido buenos y se han encontrado con la oposición de los campesinos sin tierra y su aliada, la Iglesia Católica. Esperemos que el triunfo del representante del Partido de los Trabajadores “Lula” Da Silva en las pasadas elecciones transformen de verdad la realidad agraria de esta nación.

2. MOVIMIENTO COLONIZADOR Y FRENTE PIONERO.
En muchos casos, por ejemplo, en Guyana o en Venezuela, el paisaje se está convirtiendo en un inmenso invernadero. Los frentes pioneros, ayudan a la deforestación del bosque tropical húmedo, como en Rondonia, que en 1987 había sufrido la desaparición de un 17% de la selva. Sin embargo, esto no ha logrado aliviar la presión sobre la tierra en las áreas más pobladas, ya que sólo medio millón de colonos se establecieron entre 1970 y 1980 en toda la Amazonía brasileña.
En los frentes que son gestionados por los campesinos, la falta de infraestructuras, la lejanía, la falta de apoyo financiero y la inexistencia de un mercado eficaz donde colocar sus producciones, los ha obligado a practicar una agricultura de subsistencia, basada en el millo, el arroz, la mandioca y la caña de azúcar, en unos suelos poco fértiles y muy inestables, que se vuelven estériles año tras año, y que provocan el abandono final de las explotaciones.

Las oligarquías de terratenientes, han mantenido el poder desde la Independencia hasta nuestros días, cuando algunos gobiernos de progreso se han asentado políticamente en la región.

Muchos frentes pioneros han sido propiciados por multinacionales como McDonald’s y se han beneficiado de la modernización agraria, es decir de la Revolución Verde. Estas empresas y muchos grandes propietarios han encontrado inmensos beneficios económicos en las nuevas condiciones de producción, como la mecanización, el uso de semillas transgénicas, fertilizantes, pesticidas y riego industrial. Respaldados por grandes empresas multinacionales, como Monsanto, Rhone Poulenc, Dupont, Bayer o Basf que los han llevado al endeudamiento para adquirir los insumos necesarios, han creado nuevos monocultivos de soja, frijoles secos o sorgo, en Brasil, Paraguay y Noroeste de Argentina. 

La mayoría de estos productos no están enfocados a la alimentación directa humana, sino que se convierten en piensos que alimentan ganado, vacuno sobre todo, que acabará convertido en una hamburguesa que será consumida por cualquier ciudadano obeso del primer mundo.

¿Merece la pena?

En otros casos, la perversión del sistema ha sido tal que en Perú, Bolivia o Colombia, las inversiones estatales y de organismos internacionales han propiciado una actividad agraria desarrollada a partir de las vías de comunicación fluviales y de las nuevas carreteras, pero favorecieron la expansión de los cultivos de coca y marihuana. Hoy se planta de manera masiva, para extraer cocaína, siendo el cannabis y la adormidera los cultivos más rentables para unos campesinos esclavizados por las mafias y embrutecidos por el hambre, la miseria y la violencia. En Perú los cultivos de coca rondan las 105.000 hectáreas, altamente tecnificados y controlados por las bandas narcotraficantes .

En Bolivia, los cultivos de coca se propiciaron en las cercanías de Potosí, en la cuenca del río Pilcomayo, enfocados al gran mercado de los mineros del Cerro Rico, que consumen grandes cantidades para aguantar el ritmo de trabajo. En Colombia, los cultivos de coca amenazan las áreas protegidas de los Parques Nacionales, ante la pasividad de muchos de los funcionarios, cercados por el miedo o complacientes gracias a la corrupción. En otros sectores, la guerrilla de las F.A.R.C. (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el E.L.N. (Ejército de Liberación Nacional), ha utilizado los cultivos de droga como fuente de financiación, y los ha impulsado y defendido en las regiones “liberadas”.



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