jueves, 16 de octubre de 2008

INUNDACIONES, URBANISMO Y ESCASO SENTIDO COMÚN.




En los últimos años hemos venido asistiendo a numerosos problemas territoriales derivados de las inundaciones por lluvias torrenciales. A las tradicionales avenidas del Turia (la más importante de 1957), del Júcar, Guadalentín y otros ríos mediterráneos, o a la del Nervión de hace 25 años, se han venido sumando algunas últimamente, como la de Coslada, del Ebro en Zaragoza, o en Canarias la famosa del Domingo de Resurrección de 2002 (31 de marzo), que afectó a Santa Cruz de Tenerife.

Su hay algo común a todas ellas es la capacidad para causar víctimas mortales, descontado el hecho de cuantiosos daños materiales cada vez que ocurren. Muchos autores apuntan a que el urbanismo fuera de control y la escasa calidad de las construcciones, tanto privadas como públicas (imbornales, alcantarillas), es una de las causas de estas continuos casos de página de sucesos desde que caen cuatro gotas.

Aparte de sesudos estudios , con modelos matemáticos e informes exactos en cuanto a lluvias, períodos de retorno, anchura y policía de cauces y otras variables que se tienen en cuenta a la hora de plantear eventuales zonas de riesgo frente a lluvias torrenciales (no tan torrenciales, cuando precipitaciones de 60 mm son capaces de poner en jaque una ciudad como Madrid), deberíamos contar con el sentido común a la hora de planificar nuestros pueblos y ciudades. 

El poblamiento tradicional en Canarias, por poner un ejemplo, siempre se dispone sobre lomos en los interfluvios de grandes barrancos, y siempre ocupando las zonas rocosas, donde incuso se aprovechaban los basaltos o las vetas más duras de tosca como parte de los cimientos de las viviendas. Sé que la población ha crecido desde que nuestros fundadores construyeron nuestros pueblos, y que las ciudades deben crecer, pero también sé que sobra mucho cemento y hay escasas muestras de zonas bien definidas y acabadas por los constructores.

En fin, que es un ejercicio verdaderamente arduo colocar en la misma frase sentido común, construcción, crecimiento y urbanismo.
Lo que da lástima es que antes, el ver correr un barranco o una calle era signo de buena fortuna: el ciclo se cerraba, se regaban los campos, se limpiaban las ciudades y el aire estaba diáfano y puro, se rellenaba el acuífero. Ahora, caen las lluvias y tenemos que llamar al 112 porque el coche está haciendo buceo en tres metros de agua en nuestro garaje.
(Foto de cabecera de Mataparda).

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