La crisis del Estado del Bienestar, la crisis del Capitalismo financiero, la incapacidad del estado occidental liberal o socialdemócrata de solucionar los problemas de los ciudadanos, el alarmante aumento del paro en los países europeos y en los Estados Unidos, nos lleva a un replanteamiento de la geografía crítica, superado ya el posmodernismo y a la vista de que la solución institucional a los problemas sociales ha fracasado.
Retomemos algunas causas por las cuales nació la Geografía Radical:
· ¿Ha sido capaz el paradigma positivista de resolver las dudas sobre la solvencia del capitalismo?
· ¿La Geografía de corte tecnocrático es capaz, desde la estructura del sistema, de arreglar la crisis, no ya económica, sino la ecológica o ambiental?
· ¿Hemos acabado con los problemas sociales, y resuelto las injusticias? ¿Se han resuelto las dificultades de desarrollo en nuestros países capitalistas, y hemos terminado con los desequilibrios regionales?
· ¿Hemos corregido las desigualdades sociales y cerrado la brecha entre pobres y ricos? ¿Somos conscientes los geógrafos, como científicos sociales de que se han agravado los problemas de las personas y de las clases medias se están viendo sometidas a tiranías que la están eliminando poco a poco?
· ¿Se han terminado los conflictos bélicos, sobre todos los de corte imperialista donde intervenimos los países desarrollados?
· ¿Hemos detenido las dificultades de pobreza y desarrollo en el Tercer Mundo?
· ¿Han cesado las reivindicaciones ecologistas?
Si la contestación mayoritaria a estas preguntas ha sido el NO, la geografía radical aún tiene un papel que desempeñar en el panorama de nuestra ciencia.
Ya en mis comienzos en la Facultad empecé a darle vueltas a una tendencia que no me parecía del todo correcta: los geógrafos, intentando convertirse en una ciencia “seria” empezaron a usar y abusar de la cuantificación y creer que el empirismo positivista era el paradigma acertado. Hasta el punto de considerar que las opiniones propias “contaminaban” la necesaria objetividad científica. Está claro que una persona, sea un científico o un campesino ágrafo, no es un objeto, sino un sujeto.
Si las ciencias no son críticas, si callamos, estamos dando la razón (como en ese viejo aforismo latino, “el que calla, otorga”) a los defensores de las injusticias, al orden político y social imperante.
El espacio es un producto social. Las sociedades, en su avance por la historia, han construido y destruido paisajes.
Leí mi primer artículo de la revista “Antipode” en 1998, pero era un número atrasado, de los años setenta, un artículo de Blaut, acerca de los guetos en las ciudades y su tratamiento como sectores coloniales, una reflexión acerca de los barrios de chabolas y de sus habitantes, mayoritariamente negros y latinos (el tercer mundo dentro del primero).
En estos primeros tiempos de carrera leí a Harvey, por supuesto, a Bunge, Peet y Santos. Al mismo tiempo encontré la revista española Geocrítica y leía a Horacio Capel, pero, será por mi deriva a lo francés, el que me conquistó fue Yves Lacoste y su “La Geografía un arma para hacer la guerra”. Para acabar con el panorama europeo leí “Marxismo y geografía” de Massimo Quaini.
Mi aumento de conocimientos conllevó a que tomara conciencia sobre mi estilo de vida, sobre las elecciones que tomaba a lo largo del transcurrir cotidiano y cómo influían mis acciones en todo ello.
El mundo es social y económicamente injusto, y son nuestros cambios de actitudes los que pueden mejorar la situación.
El mundo es social y económicamente injusto, y son nuestros cambios de actitudes los que pueden mejorar la situación.
Evidentemente, descubrí que la geografía no podía ser más un saber enciclopédico, al mismo tiempo de me di cuenta del interés que existía por los problemas espaciales y el tratamiento de los lugares, en disciplinas como el Arte, la Historia, la Economía o la Biología.
Fue el momento del estallido de la ordenación del territorio y se empezaron a redactar Planes Generales, Parciales, Planes de Reforma Interior, los instrumentos de ordenación de los Espacios Naturales Protegidos de Canarias… parecía que la planificación era la panacea que iba a solucionar todos los problemas, tanto territoriales como sociales, y políticos, urbanistas, planificadores, e incluso activistas sociales y ecologistas confiaban en ella.
Fue el momento del estallido de la ordenación del territorio y se empezaron a redactar Planes Generales, Parciales, Planes de Reforma Interior, los instrumentos de ordenación de los Espacios Naturales Protegidos de Canarias… parecía que la planificación era la panacea que iba a solucionar todos los problemas, tanto territoriales como sociales, y políticos, urbanistas, planificadores, e incluso activistas sociales y ecologistas confiaban en ella.
Manifestaciones en Madrid |
Las ciudades y pueblos empezaron a dibujar y construir lugares atractivos, centros singulares de carácter cultural, vías que solucionaran los problemas de tráfico (conozco un pueblo de dos mil habitantes que construyó una calle de “circunvalación”)
Quizá los noventa fueron los años en que la sociedad, “afianzada la democracia”, empezó a tomar conciencia de las decisiones que podía tomar y empezó a actuar sobre el territorio.
Los arquitectos y urbanistas pensaron que los paisajes urbanos estaban anticuados, y los lugares necesitaban una renovación, que trajese al mismo tiempo la prosperidad.
Auditorio de Tenerife. Los edificios en sí no resuelven los problemas urbanos de una ciudad. |
Eclosionó el gusto por lo verde, por el contacto con la tierra y los seres vivos. Los ecologistas y defensores del patrimonio también pensaron que era bueno que la gente conociera el entorno, porque no se ama lo que no se conoce, y no se destruye o se permite la destrucción, de lo que se ama .
Los teóricos sociales pensaron que a través de las mejoras en las viviendas y en los barrios, de la eliminación de las ciudades verticales, se corregirían las desigualdades y los desequilibrios de nuestro tiempo.
Pero estalló la crisis. Primero se empezó a revelar la crisis ecológica, y después llegó la marea negra de la crisis económica, y ambas han dejado y están dejando numerosas víctimas. Ambas se desarrollan en el territorio, donde confluyen y se enfrentan todos los actores y sujetos del mundo capitalista en el que vivimos. Ambas dejan huellas en el espacio. Ambas pueden ser analizadas por una lente geográfica, y en parte la causa de ambas han sido las malas relaciones de la formación social con su estructura espacial.
(Continuará).
Las raíces de la geografía radical. |
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