martes, 16 de diciembre de 2014

Los seres humanos como agentes geomorfológicos



Según George Bertrand, el paisaje no es la simple adición de elementos geográficos aislados. Es, sobre una cierta porción de espacio, el resultado de la combinación dinámica, y por tanto inestable, de elementos físicos, biológicos y humanos que interactuando dialécticamente los unos con los otros hacen de un territorio un conjunto único e indisociable en constante evolución. Por lo tanto es un concepto complejo, incluso es una forma de ver el mundo y un espacio habitado. El paisaje moderno también es un totalizador social e histórico.

Los procesos de formación del Paisaje que definen el paisaje que vemos a nuestro alrededor,  son el reflejo de la dialéctica que mantienen los sistemas naturales y humanos y el flujo de materiales y energía del Geosistema.

Los impactos de la transformación se han plasmado históricamente en las cantidades de roca y suelo removido en la superficie y en el subsuelo para fabricar nuestro mundo artificial. La arqueología se basa en este principio para usarlo como un indicador de la actividad humana. Tomemos como ejemplo cualquier ciudad antigua. Bajo sus calles se encuentran las diferentes capas históricas que la han convertido en la que vivimos en la actualidad.

Esquema de las interacciones del geosistema, de sus elementos y de sus factores.

El rápido crecimiento demográfico y la explotación de los recursos a través de la urbanización, la actividad industrial y agrícola han llevado a los seres humanos a convertirse en uno de los factores más importantes en la evolución del paisaje de la Tierra. Como tal, el ser humano es un agente geológico y geomorfológico, biológico e hidrológico. Incluso en los últimos años también es un agente climático.  

La capacidad de Homo sapiens para transformar deliberadamente su entorno no es única en el reino animal, pero la magnitud de su impacto es significativa. 
Sin embargo, no es algo excepcional en la naturaleza. Nuestra capacidad para generar suelo artificial es similar a la capacidad de las lombrices de tierra (gusanos anélidos), cuando procesan el suelo después de la ingestión. Se estima que las tasas de procesamiento de suelo en las lombrices de tierra son poco más de 18 toneladas por hectárea al año.

Los recursos geológicos de la Tierra han proporcionado la materia prima para ha permitido la expansión de la población humana. Estas necesidades incluyen la provisión de materias primas para la vivienda, la energía, la tecnología y los lugares para eliminar desechos.
El crecimiento demográfico, la expansión industrial y la urbanización están, por lo tanto, íntimamente ligadas al impacto directo de la actividad humana en el paisaje. 

La extracción de roca para la construcción de grandes infraestructuras, ha dejado grandes huellas en nuestro territorio. Cantera Los Pasitos, en Santa Cruz de Tenerife.

A lo largo de la historia, ha habido cortos períodos de tiempo que han supuesto intensos procesos de transformación del paisaje, (guerras, depresiones económicas, el hambre y las enfermedades), generando su propia huella en la serie estratigráfica. Pensemos en el potencial de este legado para estudios futuros y la necesidad de ser preservados como terrenos artificiales, ya sea por encima o por debajo de la superficie de la tierra (pienso en los recientes descubrimientos de viviendas aborígenes en el subsuelo de Gáldar, en Gran Canaria).

Haciendo un breve repaso histórico aplicable a la Península Ibérica, desde el Neolítico, hasta el siglo XVIII, la actividad humana pre-industrial estaba vinculada con asentamientos, la agricultura y la actividad industrial y minera muy localizada. Se podría destacar, por ejemplo, en el Neolítico las canteras de  sílex para fabricar hachas de piedra y en la Edad de Bronce la minería del cobre y estaño. 

Estas actividades supusieron la extracción, el transporte y la acumulación de desechos de roca, creando suelo artificial. Cuando la gente se asentó en poblados comenzó a depositar sus desechos, por lo que los basureros forman parte de un legado indispensable para estudiar las sociedades humanas del pasado. Este tipo de actividades representaron los primeros ejemplos de seres humanos que contribuyen al flujo de material geológico, y su papel como agentes geológicos y geomorfológicos.

La acumulación de residuos es en la actualidad una de los más importantes actividades humanas de transformación del paisaje.

La Edad del Hierro supuso la expansión de las comunidades agrícolas, y una cultura emergente de trabajo y fundición de mineral de hierro para las armas y herramientas y aperos agrarios. Además los poblados se comienzan a fortificar como defensa frente a ataques de otros grupos humanos. 
Existen numerosos sitios de minería y fundición, que muestran evidencias de excavación del paisaje y la deposición de los residuos. La fundición de hierro precisaba de grandes cantidades de carbón vegetal para fundir el mineral, lo que lleva a la deforestación y a la erosión del suelo.

La civilización romana significó un aumento en la producción de minerales y la extracción de diferentes materias primas, incluido el oro, cobre, sal, carbón y plomo. Al mismo tiempo, se llevaron a cabo importantes proyectos de construcción que utilizaron grandes cantidades de roca de cantera, materiales volcánicos y cal viva para fabricar el hormigón.

Las poblaciones romanas se convirtieron en centros urbanos, formando los cimientos de muchas ciudades actuales, siendo el primer proceso significativo de transformación del entorno rural. La construcción de estas urbes centralizó las actividades económicas, en especial la artesanía y el comercio. La ciudad crece sobre sí misma, consumiendo terreno circundante, pero también demoliendo edificios antiguos o incluso reciclando materiales resultantes de esa demolición. 

Extracción de áridos para la construcción. Cantera de Los Parlamentos. Arona.

Las tasas de crecimiento urbano disminuyeron drásticamente tras las invasiones bárbaras, pero se recuperaron con la llegada de los musulmanes en el Siglo VIII, que mejoraron las ciudades romanas y fundaron otras nuevas.

Durante la era preindustrial, la escala relativa de los impactos ambientales  sobre el paisaje puede haber sido importante, pero la extensión geográfica era en realidad muy limitada. 
Los impactos geográficos más amplios se asocian con la actividad industrial intensiva y la urbanización, a partir de finales del siglo XVIII, denominada por algunos historiadores como la Era Industrial, que se extiende aproximadamente desde  1800 hasta 1945. 

Este período es una fase importante de la influencia humana sobre el Geosistema, afectando de manera significativa a la atmósfera a través de un aumento de las entradas de CO2 y CH4.

La construcción de nuevas tierras de cultivo adaptadas a la agricultura industrial genera grandes explanadas en el paisaje de las medianías de Tenerife. El Escobonal. Güímar.

La transformación física del paisaje a través de la modificación humana de la superficie y del subsuelo también fue significativa. 

Las actividades mineras, la urbanización y la producción de residuos se convierten en impactos de gran magnitud a través de mayores volúmenes de material extraídos, procesados y depositados durante períodos cada vez más cortos de tiempo. Esto dio lugar a la creación a gran escala de tierra artificial. 

La intensidad de la actividad humana, la explotación de los recursos, el consumo de materiales y la transformación del paisaje varía a través del tiempo y del espacio. La magnitud relativa de los impactos puede ser mayor en períodos más cortos.
En Canarias es la construcción y la eliminación de desechos, dos de las actividades fundamentales de transformación del paisaje, pero hasta hace la transformación del medio rural era también significativo, sobre todo para construir suelos agrarios. 

Las infraestructuras viarias también suponen elementos claves en la transformación del territorio. Autopista del Norte a su paso entre La Orotava y el Puerto de La Cruz.

La construcción del entorno a menudo requiere el transporte y la importación neta de materiales desde lugares lejanos, como Europa o África. Esto implica que las zonas urbanas estén bien comunicadas. Por eso las grandes infraestructuras de transporte son esenciales para sostener el crecimiento de los centros urbanos. Se requiere el transporte de los productos agrícolas y materiales de construcción, entre otros, por las carreteras, ferrocarriles y de fuentes exteriores a través de puertos y aeropuertos. Del mismo modo, al igual que las zonas urbanas reciben una entrada neta de recursos, también son generadores netos de materiales de desecho. Los residuos pueden ser enterrados en vertederos o reciclados. Algunos, como los escombros, pueden ser reutilizados en la construcción. 

La construcción urbana centralizada para fines residenciales, comerciales e industriales crea suelo artificial, que “sella” el terreno preexistente, mediante el cemento y el asfalto. 
Los procesos políticos, socioeconómicos y tecnológicos que aceleraron el crecimiento postindustrial han transformado el modelo de ocupación humana. Anteriormente, la vivienda localizada y la industria estaban limitadas por la disponibilidad de fuentes de energía (corrientes de agua y el viento). La industrialización dio lugar a una rápida transformación de la vida urbana y la concentración humana centralizada. A nivel mundial, en 1890 unos 200 millones de personas vivían en las ciudades en comparación con aproximadamente 3 mil millones en 2001. Actualmente, de cada 100 habitantes de Canarias, más de 80 viven en zonas urbanas.

Planta de machaqueo y tratamiento de áridos para la construcción del Anillo insular viario en Guía de Isora.

Canarias siempre ha soportado, históricamente altas tasas de densidad de población. Uno de los resultados históricos más claros fueron los procesos de deforestación, que llegó a niveles destacadísimos: 80% en Gran Canaria, un 65% en Tenerife y un 61% en el conjunto del archipiélago. En total  desaparecieron 175.000 hectáreas de las 290.000 de bosques que se estiman potenciales. 1950 es el momento de máxima deforestación.

La agricultura también propició pérdidas de suelo natural a través de procesos tales como la roturación de bosques, aunque el aterrazamiento de laderas y algunas técnicas agrarias como el enarenado con ceniza volcánica evitan la erosión.

La ciudad se construye consumiendo suelo rural. La Orotava. Tenerife.

Algunas prácticas agrícolas industriales, como el regadío intensivo, la mecanización y el aumento de tamaño de las parcelas aumentan la vulnerabilidad de los suelos frente a la erosión eólica e hidrológica, ya que la erodibilidad depende en gran medida de la composición litológica del suelo. 

Se estima que, en el mundo desarrollado, las pérdidas anuales de suelo (tasa de denudación) en tierras de cultivo son del orden de 1,0 a 3,5 kg m2.
A nivel mundial, se estima que, en el año 2000, aproximadamente 21 toneladas de roca y tierra fueron trasladados por habitante a través de actividades agrícolas y de la construcción. 

La transformación física de la Tierra a través de los procesos inducidos por el hombre, tales como las transferencias de roca y tierra o la erosión indirecta a través de la labranza define una zona poco profunda de la interacción humana con la geosfera. 

En las zonas rurales conviven actividades agrarias, residenciales e industriales.

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