lunes, 12 de julio de 2010

Los eres: cuando faltaba el agua y sobraban penas y trabajos.

Sombra de risco, agua de arena, gofio de trigo y miel de colmena.

Los eres son cavidades de forma circular o cilíndrica excavadas en el lecho rocoso de un cauce, generados por el movimiento turbulento de las rocas que arrastra la corriente de agua, que producen un efecto abrasivo en el lecho duro, y con tamaños que van desde centímetros a unos cuantos metros de profundidad.

A veces encontramos dentro callaos con formas redondeadas (esferas o discos), que son las que han tallado el hueco: la corriente espiral de agua que tiene lugar en el interior del pilancón origina el movimiento de rotación de la piedra en la base de la oquedad, perforando así gradualmente la roca.


Los procesos de erosión del agua corriendo por los álveos también son los responsables de cascadas, saltos y el bruñido de los fondos de los barrancos.


Es común aceptar que muchas de estas formas son heredadas de momentos pasados, en los que el clima de Canarias era más húmedo, y los cauces corrían con más frecuencia.

En la actualidad, los episodios torrenciales y sus efectos de arrastre y erosión de materiales intensos, aunque su frecuencia sea menor, por lo que estas pocetas casi siempre están rellenas por gravas, arenas y cantos de diverso tamaño, arrastrados por la corriente y allí depositados, retenidos, porque las aguas torrenciales no tienen competencia para desalojarlos.
Esta es la clave de un eres, puesto que las arenas y gravas dejan que el agua se infiltre, hasta llegar a un nivel de roca impermeable (el fondo de la poceta).
Si el agua es mucha, rebosa y empapa la superficie, formando un charco. Las arenas retienen así el agua e impiden que se evapore, incluso en el verano.


Cuando la gente que caminaba por estas tierras secas y áridas, primero los guanches y luego los magos (¿o no son la misma cosa?), se dieron cuenta que allí se retenía agua, excavaron de modo manual estos lugares y la aprovecharon. Alguna cerámica estaba diseñada ex profeso para sacar agua del barranco y decantarla, antes de pasarla a un bernegal o talla.

Este uso, que viene de la época anterior a la conquista, se mantuvo como algo frecuente hasta tiempos recientes, sobre todo allí donde el agua escaseaba y donde había pastores que necesitaban lugares para abrevar los ganados. En algunos sitios, un eres era la única manera de abastecerse de agua en verano, tanto para el ganado como para la gente.

¿Cómo se hacía un eres?, ¿cómo funcionaba? He de reconocer que una de las personas que conozco que más entiende esto, es Fernando Sabaté, con quien tuve el gusto de visitar a un señor de Malpaís de Candelaria, llamado Félix Guanche, hace algunos años, que fue el que nos explicó exactamente como se elaboraba un eres.


Los eres se quedan llenos de agua después de las lluvias, por la escorrentía en el fondo del barranco, funcionando entonces como charcos. Cuando el agua del mismo se agota o se evapora, se puede seguir extrayendo de la arena saturada que conserva la humedad durante más tiempo, mediante la excavación de un hoyo, operación conocida como ‘hacer el eres’.

Esta clase de artificios populares podían alcanzar dimensiones respetables a través de la excavación sucesiva, sobre todo durante los veranos. Esto exigía el levantamiento de un muro de piedras que contuviera las paredes conforme se iba profundizando, y de un camino que permitiera descender en espiral hasta el fondo de la concavidad.


Después del verano, cuando se reanudaban las lluvias y la circulación del barranco, toda la excavación se desmoronaba y la marmita volvía a quedar colmatada de piedras y arena. Cada año había que volver a repetir la operación a partir del momento en que el agua escaseara.


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