jueves, 18 de julio de 2013

Leña, teniques y fogales.





Un fogón (del latín focus) es definido por el DRAE como “el fuego de leña que se hace en el suelo o cada una de las tres piedras entre las que se enciende el fuego y sobre las que se coloca el  recipiente con la comida”.
 
 En Canarias a esas tres piedras las llamamos teniques: "Cada una de las tres piedras con que se hace un hogar rústico, que sirven para sustentar un tostador, una olla o cualquier otro recipiente"

El fogal (como decimos en Canarias) fue la forma en que el hombre inicialmente hizo uso del fuego, cociendo directamente sus alimentos y luego valiéndose de tres piedras como medio de sostener el recipiente donde se  efectuaba la cocción. 
 
El fogal continúa aún vigente debido a que es económico, versátil, provee luz y calor y es de fácil construcción y manejo. El calor del fuego en un fogal calienta el caldero por debajo y alrededor y ofrece flexibilidad al  agregar leña permitiendo quemar las puntas e ir calentando la leña, lo que facilita tener una combustión completa.

Los que critican al humilde fogal de nuestros abuelos señalan que se presta al desperdicio de la leña, que puede ser malgastada al utilizar exceso de combustible para cocer  pequeñas cantidades de comida.
También, al ser abierto y expuesto al viento,  gran parte de las llamas se pierden alejándose de la olla y reduciendo el  intercambio térmico.
Puede producir humo, partículas y gases contaminantes.

Leña muy diversa: cascaras de castañas, pinocho, charamuscas de parras, carbones, troncos, tablas, carozos de millo. Cuando eramos chicos y nos mandaban a por pinocho al monte siempre cargábamos dos sacos: uno grande, donde traíamos el pinocho y otro más pequeño con piñas de pino, para el fogal y el tostador del trigo y millo.

Todos sabemos que para hacer fuego es necesario lo que hoy conocemos como leña (en algunos lugares de Canarias decimos charascas o charamuscas). Hasta nosotros ha llegado el concepto de leña como el despojo derivado de la madera o el ramaje seco que utilizamos para encender una lumbre. Pero cuando estos ramajes están recién cogidos, a veces están húmedos, inservibles para arder o iniciar el fuego.
 
Al igual que el Sol, el fuego tendría carácter sagrado por cuanto se necesitaba para una subsistencia más agradable. El fuego tiene la capacidad de calentar, secar, enternecer o transformar en alimentos la carne o los vegetales, en definitiva, potenciar la vida humana.
 
¿Hasta qué punto sería importante ir a buscar leña, y luego poder almacenarla en lugar seguro y protegido de la humedad para disponer de ella en estado seco? Sobrevivir implicaría, ante todo, ir a buscar la leña de cada día, trabajo nada grato, en el que los cortes y arañazos por todo el cuerpo harían de él un castigo. 
 
Una vez llegado al conocimiento y manejo de los despojos arbóreos, toda aquella menudencia de poco peso y con capacidad de prender, porque está seco, sería almacenado en el hogar, cerca del fogal.
 
Los mejores asentamientos comenzaron a hacerse, en las laderas de los montes secos, con árboles, que tuvieran cerca algún río, fuente, barranco con agua limpia y fresca. 
 
Se practicaban oquedades o se aprovechaban resquicios entre las rocas, no faltando nunca la cercanía del abastecimiento para el fuego. 
 
La posición dominante se encontraría en lo alto de estos cerros y riscos, desde donde se tiene visión privilegiada y acceso directo al sol, la sombra y leña deseados. 

Escobón en flor. Arbusto de la familia de las leguminosas que aporta nitrógeno al suelo, es una excelente forrajera, sirve para setos y proporciona una leña excelente que arde con poco humo.
 
Hago esta digresión sobre fogales, teniques y calderos porque usar leña para cocinar es una de las principales causas mundiales  de deforestación, ya que para la población cada vez más numerosa de África, Asia y América, la madera sigue siendo el combustible básico, tanto para la preparación de alimentos, como para la calefacción.
 
Los bosques tienen la capacidad de absorber el carbono presente en la atmósfera almacenándolo en la madera, las hojas y el suelo.

Un informe de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos destaca que el usuario promedio de madera para leña, quema hasta una tonelada de leña al año, razón por la cual desde hace décadas el mundo se enfrenta a una crítica escasez de este combustible, ya que el crecimiento demográfico es superior al crecimiento de nuevos árboles. 
 
Gran parte de la deforestación mundial se realiza para limpiar tierra para la agricultura y ganadería, pero la recolección indiscriminada de leña es uno de los principales causantes de la destrucción de los bosques naturales.

Al Gore indica que cada segundo se desmonta cerca de media hectárea de bosque, equivalente a casi 38.000 hectáreas por día y más de 13,7 millones de hectáreas al año, lo que es parcialmente compensado con la reforestación, siendo la pérdida anual de áreas boscosas de 7, 3 millones de hectáreas, lo cual impacta el medio ambiente, no solo por la liberación del carbono contenido en los bosques, sino por la pérdida de la capacidad del planeta de reabsorber CO2.

Vendedores de leña en África. La madera es todavía la única fuente de energía para las cocinas en muchos lugares del mundo.
 

Según la Sociedad Geográfica Nacional de Estados Unidos, la deforestación es también un factor clave en el cambio climático. Los suelos de los bosques son húmedos, pero sin la protección de la cubierta arbórea, se secan rápidamente. Los árboles también ayudan a perpetuar el ciclo hidrológico devolviendo el vapor de agua a la atmósfera. Sin árboles que desempeñen ese papel, muchas selvas y bosques pueden convertirse rápidamente en áridos desiertos de tierra yerma.

La eliminación de la capa vegetal arrebata a los bosques y selvas de sus palios naturales, que bloquean los rayos solares durante el día y mantienen el calor durante la noche. Este trastorno contribuye a la aparición de cambios de temperatura más extremos que pueden ser nocivos para las plantas y animales.

Los árboles desempeñan un papel crucial en la absorción de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Tener menos bosques significa emitir más cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera y una mayor velocidad y gravedad del cambio climático.


La FAO (1985) señala que en situaciones de escasez de leña se utilizan como combustibles los residuos agrícolas, raíces de plantas, y estiércol animal, resultando perjudicados los sistemas donde esas materias servían como pienso para animales o como abono.

Uagadugú. La mayoría de los hogares de la capital de Burkina Faso se nutren de leña de árboles y arbustos cercanos. Como consecuencia, los alrededores de la ciudad están deforestados.

La tala excesiva de especies de árboles que fijan nitrógeno (leguminosas) disminuye la fertilidad del suelo y al reducirse la cobertura arbórea aparecen efectos nocivos como pérdida de suelos fértiles por erosión pluvial o eólica y aterramiento en ríos o embalses debido a la acumulación de sedimentos.

Níspero. Este árbol necesita pocos cuidados, crece con rapidez, es poco exigente en riegos, pero necesita de podas.

Las plantaciones forestales, mediante siembra deliberada de especies nativas o introducidas con el fin de producir biomasa de manera sustentable han estado presentes en Canarias desde comienzos del Siglo XX, hasta la actualidad,  aunque las campañas más importantes en cuanto a hectáreas reforestadas fueron las llevadas a cabo en la postguerra civil al frente de las cuales estuvieron los ingenieros forestales Francisco Ortuño y Luis Ceballos.
 
Aunque yo soy más seguidor de la tesis del geógrafo Wladimiro Rodriguez Brito que dice que lo que salvó a los montes canarios fue la generalización del butano.

En algunas naciones que se enfrentan al abismo de la desertificación, estas iniciativas cobran cada día más interés y pueden ayudar a aliviar la presión sobre los bosques naturales.
 
Actualmente la superficie de estas plantaciones representa el 7% de la cobertura forestal del planeta, mostrando aumentos durante la última década debido a los esfuerzos de reforestación de países como China, India y Vietnam (FAO, 2010).
 
La producción de leña puede también contribuir al desarrollo económico de áreas rurales al combinar el cultivo de  árboles con cultivos anuales o con pastoreo de animales y vender el excedente de leña a los centros urbanos más cercanos (práctica muy generalizada en África, por ejemplo, donde los habitantes de las chabolas urbanas cocinan con leña).

Pellets de restos de serrín y madera para uso energético. Excelente combustible para estufas. en algunos lugares están sustituyendo al diesel como combustible para calefacción.

En estas plantaciones los árboles cultivados con el  fin de producir energía, para lo cual se seleccionan árboles o plantas de crecimiento rápido y bajo mantenimiento con períodos de cosecha entre tres y diez años y arbustos que pueden ser podados varias veces durante su crecimiento para extender la capacidad de cosecha de la plantación.
 
Para lograr que la producción de energía sea rentable estas plantaciones se desarrollan paralelamente con producción agrícola, por lo que muchos de estos árboles son al mismo tiempo frutales.

Se está motivando a campesinos de sectores importantes de América Central y Caribe, África y Sudeste asiático a sembrar en sus propiedades árboles apropiados para la zona (incluso en sectores marginales no apropiados para otros usos).

Se busca a la vez plantar frutales y árboles leñosos de rápido crecimiento en las pequeñas huertas de los agricultores, incluyendo setos vivos, para uso doméstico como combustible sin menoscabo de la producción agrícola, contribuyendo de esta forma a la reforestación de la zona y ofreciendo a cada familia campesina una fuente de leña en su huerta familiar proveniente de la poda de estos árboles.

El alcornoque es un árbol que proporciona corcho, pero la necesidad de podas periódicas suministra abundante ramaje seco. Además están las bellotas, un excelente pasto ganadero.

Las siembras se realizan en viveros “in situ” y suelen ser una mezcla de árboles nativos y de rápido crecimiento.

Los primeros son idóneos por estar adaptados a las condiciones locales y ser albergue natural de la biodiversidad de la zona y los segundos se introdujeron por su capacidad de rápido crecimiento, dadas las condiciones de escasez de leña, pero se instruye a los habitantes locales sobre su manejo para evitar que se conviertan en invasores y perjudiquen ecosistemas y hábitats de especies locales.

Las especies más utilizadas son:  marula (Sclerocarya birrea), caimito (Chrysophyllum cainito), laurel (Cordia alliodora), jagua (Genipa americana), guayaba (Psidium guajava), coco (Coccus nucifera), fruta de pan (Artocarpus altilis), aguacate (Persea americana), mandarina (Citrus reticulata), níspero (Eriobotrya japonica), eucalipto (Eucaliptus s.p.), naranja (Citrus sinensis), acacia (Acacia s.p.), corazón de paloma (Colubrina arborescens), melina (Gmelina arbórea) y azufaifo (Ziziphus zizyphus),  aunque esto depende de la región del planeta donde se lleven a cabo estas plantaciones.

Sin ser un experto, y si me permiten mi humilde opinión añadiría a la lista almendreros (Prunus dulcis, guindos (Prunus cerasus), avellanos (Corylus avellana), castañeros (Castanea sativa), nogales (Juglans regia), morales (Morus nigra), perales (Pyrus communis),  y manzaneros (Malus domestica), todos ellos funcionan muy bien en las regiones subtropicales o en territorios insulares mediterráneos.




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