martes, 22 de marzo de 2011

Goros y gambuesas.



Morra de los Belloteros (Arafo).

Es frecuente encontrar en ciertos lugares de Arafo, restos de muretes de piedra seca de baja altura que servir de rediles, apriscos, goros o gambuesas para el ganado, que, probablemente, recorrían los caminos tradicionales en sus rutas trashumantes, heredadas de los aborígenes.
En estas tierras poco habitadas, y con escasos castellanos, (que se convierten en terratenientes y controlan los mejores recursos), los naturales canarios mantuvieron sus costumbres ganaderas y trashumantes, con ganados conducidos por cabreros que mantuvieron este sistema de explotación hasta fechas bastante cercanas en el tiempo.
La escasez de recursos hídricos no permitía que se cultivasen grandes extensiones de terreno (sólo se disponía del caudal de Añavingo durante todo el año), y el secano era a veces una apuesta arriesgada, debido a lo irregular y escaso de las lluvias, condiciones, que, evidentemente, no existían en el Norte insular.
Las rutas de pastoreo fueron muy importantes y, muchas de ellas partían o atravesaban Arafo, como el camino del Pinalete, que unía la Costa con la Cumbre y con el Norte de la isla, a través del Monteverde, El Valle y los caminos de Ayosa, La Negrita y La Crucita. A través de los pasos de Los Huecos, de Cheque y de Amanse, se podían pasar los ganados de un barranco a otro e incluso subir hasta Ayesa o Joco. No les faltaban las fuentes (Joco, Chabique, Las Morras) o los fondos de barranco con agua (Huecos, Pilones de la Granja, El Charquillo) donde abrevar el ganado.
Vista general de Chivisaya (Arafo-Candelaria)
Otros sectores ampliamente ocupados por los ganados, guaniles o no, fueron el Andén Grande y el Chico, situados sobre el Barranco de Las Madres, donde se mantenían los pastos frescos hasta bien avanzado el verano.
En una visita que realicé hace ya casi veinte años al Barranco Negro, a través del Espigón, durante unos años que fueron particularmente secos, recuerdo haber encontrado escobones totalmente ramoneados y pelados, posiblemente por alguna cabra o macho suelto.
En Chivisaya encontramos más cordeles y veredas que han sido utilizadas por los ganados hasta tiempo actuales, y es también por esos sectores generados por las coladas y piroclastos de media Montaña donde es frecuente encontrar muchos goros o corrales de piedras.
Junto a estos goros de piedra seca, de metro y medio de altura y suelos de tierra apisonada con abundante material vegetal, muchos de los tramos de los caminos están cercados por paredes de piedra, altos y algunos de un grosor considerable, que, como en otras regiones de Canarias, nos lleva a inferir un cierto uso de paso de ganados, por lo que los muros servían para proteger a los cultivos de estos rebaños abundantes. Interesante en este sentido es el viejo camino de Ajafoña, que transcurre paralelo al margen Norte del barranco, hasta El Llano del Narajo. Otro camino similar, en la actualidad en un estado de conservación pésimo, es el de Gorgo.
Paredes junto a un camino trashumante en El Uchón (Candelaria).
En algunas fuentes lingüísticas e historiográficas está referido el término gambuesa, como un corral de grandes dimensiones para reunir el ganado en las apañadas, que eran los ejercicios que se realizaban de tanto en tanto para que el rebaño guanil (el rebaño que se criaba suelto en el territorio), fuera reconocido por sus dueños, se marcaran los baifos nacidos durante esos períodos de suelta, se ordeñaran cabras que no estaban bien mamadas, y se caparan los machos mayorcitos.
Hay muchos sitios en el Sur de Tenerife que conservan el nombre de gambuesa, entre los que podemos destacar los siguientes:
La Gambuesa en Guimar; El Saltadero de la Gambuesa, entre Fasnia y la Zarza (todavía existe en este lugar un barranco y miradero con el nombre de La Gambuela); La Gambuesa en Abona; La Gambuesa de Fañabe y la Gambuesa del Puerto, ambas en Adeje; Las Gambuesas entre Alcala y San Juan en la costa de Guía (por encima de Alcalá existe un lugar llamado gambuela) y el Barranco de La Gambuesa, en Arafo, bajo las Arenas y el Pico del Valle, junto al Barranco de Añavingo, y donde se cuidaron ovejas y cabras hasta hace unos años.
De la cabaña ganadera, compuesta por cabras, ovejas y cerdos, y alguna vaca en aquellos lugares donde existían las condiciones para poder criar las duras vacas de la tierra, se aprovechaba todo. De los animales se extraían productos alimenticios (leche, mantequilla, queso y cárnicos) y materias primas que servían para la elaboración de manufacturas y utensilios (pieles, huesos), heredado de nuestros aborígenes. Hasta hace poco, en ninguna casa faltaba un zurrón de gofio o una bota para el vino, un cacho de cuajo de baifo para hacer el queso, incluso he llegado a ver una cachimba elaborada con un hueso de cabra.
Paredes de piedra junto al camino en Los Frailes.
Las cabras, debido a su dureza y capacidad de adaptación a los territorios desérticos ha sido el animal principal que ha compuesto las cabañas ganaderas del Sur. También hay que decir que fue el animal por excelencia de los rebaños guanches.
Se puede decir que desde entonces, dos son las razas principales de cabras que traspasaron sus condiciones genéticas a los rebaños de los isleños: una de cornamenta cerrada, talla corta, ubre pequeña y adaptada a los desplazamientos amplios de transhumancia; y otra, de ubre más voluminosa y cornamenta abierta, que debió de ser utilizada para en el pastoreo de costa y en núcleos estables de asentamiento.

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