sábado, 17 de marzo de 2018

LAS LEGUMINOSAS Y LA RECUPERACIÓN DE SUELOS DEGRADADOS.





Más de sesenta años de cultivos industriales, basados en la química y en el regadío excesivo, han acabado por dañar grandes cantidades de suelo agrícola.
La cuestión principal que surge ahora es de qué modo se puede  intervenir, para modificar el paradigma actual que prima en nuestra agricultura e iniciar la transición hacia sistemas agrarios menos dañinos para el medio natural, donde la recuperación de suelos es un pilar fundamental. Pero antes se deben resolver algunas preguntas: ¿Cuánto costaría la regeneración de esos suelos? ¿Cómo, dónde y cuánto tendrán que modificarse los sistemas actuales? ¿Qué tipo de plantas deberían usarse?
No se pueden aplicar soluciones genéricas, ya que debemos considerar las soluciones por zonas agroclimáticas, al existir diferentes condicionantes, como los climas locales, suelos diferentes, pendientes, exposición al sol o altitud.
Algunos estudios plantean la regeneración de pastizales degradados mediante la mezcla de leguminosas herbáceas, como la tedera o la chicharilla y arbustivas, como el escobón y el tasagaste.

Los escobones son leguminosas arbustivas con una gran capacidad de regeneración de suelos.
En Canarias, el abandono de terrenos dedicados antaño a ciertos monocultivos de exportación como plátano y tomate, trae consigo que existan importantes extensiones de tierras muy degradadas por el uso masivo de fertilizantes químicos y biocidas de síntesis, así como por el exceso de regadío (muchas veces con agua de escasa calidad, salinizadas por sodio, cloruros o nitratos).
Recuperar estos suelos para la agricultura ecológica parece un reto considerable, pero las leguminosas pueden ayudar a ello, puesto que hay numerosas especies que sirven para restaurar sustratos degradados.
Las leguminosas pueden mejorar la carga de nutrientes del soporte edáfico y también acelerar o facilitar la sucesión espontánea, debido a su marcada capacidad de producir interacciones multidireccionales que parecen favorecer la mejora de la estructura y la función del ecosistema.
La tedera (Bituminaria bituminosa), posee la capacidad de generar fitoestabilización de suelos contaminados y degradados por metales pesados.
Actualmente, existen estudios que se centran en investigar la capacidad que poseen algunas especies de leguminosas para la fitorremediación de suelos contaminados con hidrocarburos. 

La esparceta o pipirigallo (Onobrychis sativa) es una leguminosa apta para climas frios o de montaña.
La presencia permanente de hidrocarburos en los suelos tiene un impacto negativo en la salud de los humanos y del ecosistema, por lo que desarrollar opciones de remediación es crucial. El uso de leguminosas para eliminar dichos contaminantes puede conducir a tecnologías sostenibles desde el punto de vista económico y ambiental.
Aunque son más lentas que especies pertenecientes a otras familias, como las gramíneas, algunas evidencias experimentales sugieren que, en algunos casos, las leguminosas pueden aumentar la mitigación total de los hidrocarburos y estimular la capacidad de atenuación de la comunidad microbiana del suelo, en particular para los contaminantes que normalmente son más recalcitrantes a los procesos de degradación.
Por ejemplo, Melilotus albus (trébol blanco de olor), posee una gran capacidad de biorremediación en suelos afectados por derrames de hidrocarburos, en especial diesel.

Trébol blanco de olor
El uso de algunas especies de leguminosas, en especial del género Mimosa (unas setecientas especies) para corregir suelos afectados por la minería del carbón y de la bauxita indica una mejora de la carga de nutrientes (nitrógeno, potasio, materia orgánica) en el sustrato, una composición diversificada de la cobertura arbórea y un destacado establecimiento de árboles autóctonos con predominio de especies que pueden atraer y mantener fauna autóctona. 

Trébol blanco.
Sembrar alfalfa (Medicago sativa) o trébol blanco (Trifolium repens) y utilizarlas después como abono verde parece ser un tratamiento adecuado en suelos con exceso de fertilizantes  e insecticidas de origen sintético.
Las leguminosas, en general, toleran salinidad, aridez, sequía, suelos ácidos y alcalinos, calor extremo, sequías y vientos, como las diferentes acacias (Acacia raddiana, Acacia ehrenbergiana, Acacia seyal, Acacia tortilis), algarrobo (Ceratonia siliqua), lingué (Afzelia africana), tali (Erythrophleum guineense), árbol de la seda (Albizia julibrissin), flamboyán (Delonix regia), y tamarindo (Tamarindus indica).

Crotalaria juncea, una leguminosa utilizada para recuperar suelos muy dañados.
Todas estas especies poseen usos múltiples, ya que en muchos casos se aprovecha el fruto (vaina y semillas) y los arbustos y árboles son una buena fuente de taninos. Además de fijar el nitrógeno, se desarrollan bien en suelos arenosos y alcalinos con alta presencia de sales, pero otras se desarrollan en suelos pesados arcillosos y con pH ácido.
Las leguminosas arbóreas suelen ser de crecimiento rápido y muchos de ellos, aunque muy conocidos como árboles ornamentales tropicales, tienen muchos usos adicionales. Fijan el nitrógeno en el suelo, lo que le permite crecer en suelos pobres y actuar como una planta pionera, además de fertilizar las plantas circundantes.
Muchos animales (salvajes y de uso ganadero) usan las hojas, las vainas y las semillas como alimento, y se utilizan cada vez más como cultivo forrajero. 

Néré (Parkia biglobosa), un árbol muy utilizado en las reforestaciones del Sahel, debido a los múltiples usos que posee y a su capacidad para crecer en suelos pobres y degradados.
Atraen insectos benéficos, (abejas, mariposas) y la madera puede usarse para muchas cosas, desde muebles hasta leña.
En contraste con otras familias botánicas, las especies polinizadas por el viento son extremadamente raras en las leguminosas, que son en gran parte polinizadas por insectos o auto-fertilizadas.
Aunque no es exclusivo de las leguminosas, la polinización de insectos va acompañada de adaptaciones, como el desarrollo de rasgos morfológicos específicos y la producción de atrayentes volátiles.
Los rasgos morfológicos incluyen tipos específicos de inflorescencia, como los racimos, y una simetría floral zigomórfica (bilateral). Los volátiles florales se han estudiado en varias leguminosas, que incluyen, entre otros, alfalfa y trébol. Curiosamente, los volátiles foliares también juegan un papel importante en las comunicaciones con insectos, particularmente como un mecanismo de defensa para atraer depredadores de herbívoros.

Imagen que muestra los procesos de revegetación en algunos lugares de Níger. En la mezcla de semillas utilizadas en estas labores de reforestación siempre hay que incluir leguminosas.
Son árboles ideales en sistemas de permacultura para recuperar suelos dañados por cultivos intensivos anteriores o por procesos erosivos graves y ayudan a establecer jardines forestales de calidad.
Estos árboles son muy útiles en los sistemas agroforestales, como recuperadores y conservadores de suelos, y como mitigadores del cambio climático, por ser árboles captadores de dióxido de carbono.
En suelos degradados por la tala excesiva y dañados por la posterior erosión, como pueden ser zonas amazónicas y del Sahel, las leguminosas cumplen un papel fundamental, al poseer una mayor capacidad de secuestro de carbono y otros macronutrientes.
La capacidad de capturar carbono por parte de las especies durante las fases de la sucesión temprana es importante para la restauración exitosa del bosque, ya que propicia la mezcla con otras especies de sucesión posterior.

Esquema que explica los procesos beneficiosos que se inician en los suelos degradados tras la siembra de leguminosas arbustivas y arbóreas.
Esto proporciona beneficios a largo plazo que ayudan a cumplir los objetivos de restauración. La sucesión temprana con especies fijadoras de nitrógeno ayudan a almacenar más carbono y otros nutrientes, pero también son plantas de poderosos sistemas radiculares y que engrosan los tallos muy rápido, lo que contribuye a fijar los elementos sueltos del suelo, acelerando la restauración del bosque.
Las leguminosas promueven también el ciclo de otros nutrientes como potasio y magnesio, por lo que se suelen recomendar para su uso en plantaciones de restauración forestal en la región amazónica. Una caso claro es el uso del kargoo (Bauhinia reticulata) y de la espina de invierno (Faidherbia albida) en el Sahel.
En las repoblaciones de la selva amazónica se suele usar el jatobá (Hymenaea courbaril), guamo macheto (Inga densiflora), las diferentes especies denominadas pashacos (Parkia sp.) y el guapuruvú (Schizolobium parahyba).

Jatobá (Hymenaea courbaril), árbol característico del interior del bosque primario, crece desde México al sur de Brasil. En el bosque los individuos se encuentran distanciados unos de otros.  



La elección de estas especies como moduladores en los procesos de rehabilitación de suelos muy degradados por el sobrepastoreo, han demostrado una mayor estimulación del crecimiento de la vegetación, ya que crean a su alrededor "islas de la fertilidad", que son aprovechadas por otras especies vegetales para medrar.
En territorios dominados por ecosistemas áridos y semiáridos, con vegetación de tipo matorral, se usan leguminosas como plantas nodrizas que promueven la sucesión vegetal y mejoran la captación vegetal de nutrientes y agua.
En repoblaciones forestales y programas de revegetación de zonas semiáridas, las leguminosas presentan una mayor supervivencia de las plantas y un incremento de la eficiencia en la producción de biomasa.
El uso de leguminosas es una prometedora estrategia para aumentar la dinámica de los recursos y restaurar la vegetación en zonas áridas y semiáridas.

Acacia de copa plana (Acacia tortilis). Es un árbol espinoso de la familia de las fabáceas. Bosques abiertos del Sahel.

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