domingo, 4 de marzo de 2018

LAS LEGUMINOSAS EN LA TRADICIÓN AGRARIA CANARIA.








Los antiguos indígenas canarios practicaban una agricultura basada en el cereal, pero no era uniforme en todas las islas, siendo Gran Canaria la isla donde la agricultura tenía una importancia mayor.
El elemento básico de la agricultura de los antiguos canarios era la cebada. En menor medida se cultivaban otros cereales, como el trigo (y algunas variedades de cereales silvestres que se han ido descubriendo en los últimos años) y leguminosas como las habas y las arvejas.

Dibujo ideal que sirve para mostrar las actividades agrícolas que desarrollaban los pueblos originales de las Islas Canarias.
Por tanto, en Canarias sabemos, porque así lo hemos comprobado durante siglos, que las legumbres poseen efectos beneficiosos para la alimentación cotidiana.
En la alimentación de los animales, ya que la base de la economía guanche era la ganadería, se conocía perfectamente desde los tiempos anteriores a la conquista, que el uso como forraje de las leguminosas silvestres endémicas y autóctonas de las islas (escobón, tagasaste, codeso, escobonillo, retamón, retama o tedera), provoca aumentos significativos en la producción animal, tanto de leche, como de engorde del ganado.

Lentejas canarias. Fuerteventura.
Sin embargo, el aumento de la presión demográfica y el cambio en el sistema socioeconómico ha causado cambios en los sistemas agrosilvopastoriles tradicionales.
La mayoría de ellos solían ser extensivos y de secano y aprovechaban los múltiples ecosistemas insulares, tal y como ha demostrado Fernando Sabaté Bel en numerosas publicaciones, y sobre todo, en su tesis doctoral El país del pargo salado. Naturaleza, cultura y territorio en el sur de Tenerife (1875-1950).
Los sistemas agropastoriles tradicionalmente dependían de la disponibilidad de agua, siendo fundamental la temporada de lluvias para mantener los cultivos y los ganados durante la estación seca. 

Tedera (Bituminaria bituminosa). Planta leguminosa autóctona de Canarias. Es una excelente forrajera y contribuye a dotar de fertilidad tierras muy agotadas.

Las tierras de pastoreo se disponían en toda la isla, incluida la zona de Las Cañadas y los sectores más bajos, junto al litoral. Para aprovechar tal diversidad de ambientes, las personas y los animales se desplazaban entre ellos, de modo estacional y trashumante, con diversos ganados. A estos traslados se les llamaba mudadas o mudás, que tal y como define el Diccionario de la Academia Canaria de la Lengua, son tanto los traslados que se hace de los enseres de una casa en que se habita a otra, como el traslado estacional de los agricultores y de los pastores de la isla, para recoger frutos y buscar mejores pastos.
De manera similar, las tierras de cultivo originalmente dependían completamente de la capacidad del agricultor para poseer suelo. Por eso, durante las crisis económicas y demográficas, el campesino canario roturó, abancaló y cultivó territorios que, en Tenerife, abarcaban el territorio insular, excepto el interior del Circo de Las Cañadas, lo que permitía aprovechar los diferentes climas y suelos locales.

Ovejas pastando en tierras en barbecho. La Palma.

En esos terrenos, alejados, pedregosos, con bancales de pequeño tamaño, muchos de ellos situados en zonas de borde de barrancos (denominados veras, fajanas y, según las zonas, arrifes), se solía plantar cereal (trigo, cebada, centeno), combinado con leguminosas, principalmente arvejas (zonas de medianías altas, más frescas), chochos (medianías y zonas altas, más húmedas) y chícharos (zonas más secas y de suelos más pobres).
Las asociaciones de cultivos con leguminosas eran también habituales en Canarias. Se suele sembrar millo y habichuelas, pero también arvejas. Otra muy común eran las judías con la papa. En los viñedos era habitual sembrar (mientras no existiesen otros cultivos), tanto chochos como lentejas.
Las lentejas y los garbanzos, debido a que requieren de más calor y menos agua se cultivaban en la medianía baja.

Canteros de papas en el sur de Tenerife (Vilaflor). La papa es uno de los cultivos que más se beneficia de las leguminosas, tanto en rotación con ellas, como en asociación.

El cultivo de las habas fue en Canarias eminentemente forrajero y eran utilizadas en rotación con el trigo y la papa. Se solían sembrar en aquellos terrenos que estaban muy agotados, bien por el cultivo continuado de papas o del millo.
En Arafo tuvo que haber sido importante el cultivo de chochos, puesto que la tradición oral refiere la existencia de una pequeña era destinada a la trilla de chochos en la zona de Los Loros.

Garbanzos canarios. Fuerteventura.


También nos relatan la costumbre de llevar los chochos a los charcos de la mar, en la Playa de La Viuda, para sumergirlos en agua salada y endulzarlos.
Las papas eran cultivadas después del turno de leguminosas o de trigo, lo que podía llevar a rotaciones a cuatro hojas (leguminosas, trigo, papa, barbecho), o a tres, donde las combinaciones eran múltiples: cereal-papa-barbecho, leguminosa-papa-barbecho o leguminosa-cereal-barbecho.

Chamorga. Macizo de Anaga. En las zonas agrarias más aisladas, se han seguido conservando patrones de cultivo que ya han sido olvidados en el resto de Canarias.

Cuando esas tierras no se cultivaban (se encontraban en barbecho, cubiertas de plantas arvenses, muchas de ellas leguminosas silvestres) estaban disponibles para el pastoreo.
Sin embargo, a medida que aumentaba la necesidad de rendimientos mayores, disminuía el tiempo de permanencia de la tierra en barbecho. Esto a su vez agotó la fertilidad del suelo, reduciendo el rendimiento de los cultivos y también la duración de la fase de cultivo en la rotación.
Como resultado, las tierras peor situadas, menos fértiles, más lejanas, más pedregosas (pedreras) o con demasiada arcilla (barreros) eran abandonadas, para concentrarse en los sistemas agrícolas que se sitúan en suelos más feraces, con mayor humedad edáfica, más profundos y con menos inconvenientes. 

Telesforo Rodríguez, cogiendo papas ayudado de un arado romano tirado por una yunta de vacas en Los Rodeos. La fertilidad de estos suelos de la Isla de Tenerife, junto al clima local, suave y húmedo, convirtió esta zona en uno de los graneros insulares. Las rotaciones de cultivos eran complejas, hasta con cinco hojas, donde nunca faltaban las papas, los cereales y las leguminosas.

Con la evolución social y la incorporación de la agricultura de mercado, el aumento del rendimiento agrícola se consuma a costa de extender el regadío y utilizar elementos químicos para abono, además de venenos de síntesis para luchar contra enfermedades y plagas.
La crisis de los sistemas tradicionales condujo a una generalización del uso de tierras de préstamo, de sorribas, de regadío, (incluso con aguas de mala calidad) y la extensión de los invernaderos.
Históricamente siempre existió una fuerte correlación entre la producción de cultivos y la producción ganadera en Canarias. Las tierras más fértiles en el pasado, eran los lugares denominados “Los Sitios”, huertas que se solían encontrar en las medianías, cerca de las viviendas y cerca de los corrales donde había animales domésticos, como conejos, gallinas, las cabras de leche, ovejas, cochinos y sobre todo, ganado caballar, asnal y mular.
Esta relación existe debido al papel que desempeñan los residuos agrícolas en la alimentación de estos ganados estabulados y al papel complementario que desempeñan los animales para proporcionar tracción, estiércol y producir alimentos humanos a partir de residuos de cultivos.

Barranco del Cercado en San Andrés. En aquello sitios donde la disponibilidad de agua era casi constante, los sistemas agrarios alcanzaron gran productividad.

Sin embargo, los residuos de cultivos no pueden sustentar a la mayoría de los animales de forma adecuada, sobre todo en verano. Por lo tanto, hay una necesidad de forrajes adicionales en esa época del año para mejorar la nutrición del ganado durante este período crítico.
Es entonces cuando entran en escena los forrajes silvestres de tierras sin otro valor, como balutos, pedreras, barrancos, arrabales, bordes de camino y, sobre todo, el monte.
El campesino cogía hierba y ramos de todos esos lugares, la llevaba a los corrales, y alimentaba a ese ganado. El estiércol que se generaba, junto a la pinocha y al cisco que se añadía en los corrales como cama de ganado, se convertía en un estupendo abono que era utilizado para fertilizar las huertas cercanas a las casas.
En estas huertas se plantaban hortalizas, millo, papas y legumbres. Todo aquello que servía para la alimentación directa de los habitantes de la casa. También solían existir árboles frutales, de aquellos que precisaban mejores cuidados, como limoneros, naranjeros, durazneros, granados, y otros similares. 

Cultivos desarrollados en zahorra en el Sur de Tenerife. Tanto en secano como en regadío, en estas zonas secas se cultivaron cerelaes, crucíferas, papas, y también leguminosas.

El resto de la agricultura tradicional era principalmente de cereales, papas, y leguminosas, que se solían sembrar en rotaciones sencillas a tres hojas, con barbechos o en rotaciones más complejas, según el territorio agroclimático. Estos cultivos se acompañaban de árboles frutales, como higueras, almendreros, castañeros, perales, manzanos, almendros, frutales de hueso e incluso cítricos.
A estos cultivos herbáceos en barbecho y a los árboles los suele acompañar un arbusto que en muchos espacios era preponderante: la viña, que se solía sembrar en los bordes de las huertas, para permitir que los lienzos centrales de las mismas fueran ocupados por los cultivos herbáceos, donde la papa, el tomate y las hortalizas poseían un papel protagonista.
En muchas huertas, sobre todo en las medianías altas, se permitía, e incluso, se buscaba, la presencia de escobones o tagasastes, sobre todo en las zonas más pedregosas o no arables. Estos arbustos altos, de porte arborescente, añadían sombreado a las huertas, defendían de los vientos fuertes, eran un refugio para animales beneficiosos y restauraban la fertilidad del suelo.
Además, proporcionaban forraje para animales, combustible y la hojarasca que no se aprovechaba como forraje, servía como mantillo para evitar la degradación de la tierra.

Tierras recién plantadas en Benijos, La Orotava.

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