martes, 3 de noviembre de 2015

Riesgos y desastres. (II)





Un desastre es una gran prueba de la capacidad de gobierno de una ciudad, isla, región o estado. Si no hay estudios previos de riesgos, si los recursos tecnológicos están dispersos o son insuficientes, la confusión y las pérdidas se acrecientan.
La mayoría de las fuentes estadísticas indican que se ha pasado de unos 100-150 episodios catastróficos en la década de los 70, a unos 250-300 en la de los 90. Antonio Cendrero, Catedrático de Geodinámica de la Universidad de Cantabria, explica que el número de grandes desastres se ha multiplicado por nueve, "algunos no relacionados con una posible intervención humana, pero otros sí." 

David Saurí, profesor titular del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), explica que los desastres aumentan porque nos exponemos más a las fuerzas de la naturaleza: "Construimos en zonas peligrosas, acumulamos personas y bienes materiales en áreas de riesgo".

Efectos de un deslizamiento de tierra en El Salvador, provocado por movimiento sísmico. 2001

Jorge Olcina, Catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante (UA), la clave se encuentra en que se ha incrementado el riesgo ante las catástrofes naturales: "El número de peligros naturales no ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Sin embargo, los efectos económicos y sociales catastróficos sí han aumentado, debido al ser humano, que ha ido creando nuevos territorios de riesgo".

Las Naciones Unidas han mostrado preocupación por estos temas y resaltan que, en cuanto a inversiones, es necesario mostrar con claridad que si se invierte en mitigación y prevención existen ventajas económicas. El Coordinador General de Cruz Roja Española, Antoni Bruel, ha explicado que por cada euro que se gasta en prevención se ahorran hasta tres euros en la fase de emergencia tras una catástrofe. 

Consecuencias del Huracán Mitch en Centroamérica. 1998.

El pensamiento económico dominante de la austeridad en el gasto público y la búsqueda rápida de beneficios empresariales debería transformarse a la luz de estas comprobaciones. 
En una catástrofe influyen factores como duración del fenómeno, soporte territorial preexistente, exposición al riesgo, vulnerabilidad, pero también la importancia que la sociedad adjudica a esos factores, es decir, una cultura del riesgo.

Los factores externos que influyen en el desastre dependen de cambios ambientales a gran escala (cambio climático), de procesos demográficos (migraciones masivas), de crisis económicas, mejores conocimientos científicos o nuevas tecnologías.
A pesar de que cada vez se comprende mejor la necesidad de establecer políticas de respuesta a la emergencia y atenuación de los efectos, estamos lejos de que el sistema funcione bien. 

Erupción del Eyjafjallajökull de 2010.

Riesgos y pobreza van unidos de la mano. La prevención debería incluir transferencia de recursos a zonas deprimidas y en riesgo, combinadas con oportunidades para que la población desarrolle sus propias estrategias locales tanto de prevención como de respuesta ante un desastre.
Los riesgos y la vulnerabilidad dependen más de lo social que de lo natural. El soporte físico y las acciones humanas son el marco donde se desarrolla la catástrofe. Modificar este decorado es una tarea social, de adaptación, y debería ser parte esencial de la planificación y ordenación territorial. La consideración del desastre como una unidad modular de sistemas interrelacionados entre sí, nos permite captar la complejidad del proceso. 

Inundaciones del Río Ebro a su paso por Navarra y Aragón. 2015

La investigación se transforma así en un amplio campo multidisciplinario, donde el método geográfico orientado hacia la ecología social puede servirnos para adquirir conocimientos sobre los riesgos y la vulnerabilidad existentes en el medio que nos rodea y elaborar este conocimiento en la comunidad. Las autoridades deberían impulsar, apoyar, liderar y estructurar este esfuerzo.

La difusión a todos los niveles de los planes preventivos existentes o impulsar su creación, favoreciendo su revisión en busca de mayor claridad organizativa y distribución de responsabilidades servirá para tener en cuenta los aspectos más relevantes relativos a riesgos, en toda iniciativa legislativa. 
La solución a los eventuales desastres debe plantearse como un ejercicio de prevención y deben favorecer al conjunto de la sociedad.
El conocimiento tradicional y local complementa a la ciencia moderna y contribuye a la capacidad de los seres vivos para sobreponerse a situaciones adversas, en un plano individual y de la sociedad en conjunto. 

Elaboración de una faja cortafuego por las Brigadas Forestales.

El conocimiento de las señales de alerta temprana en la naturaleza (por ejemplo, identificación tradicional e histórica de lugares inundables) puede ser vital para ayudar a que se tomen acciones anticipadas para mitigar el impacto de los desastres, tanto de evolución rápida como lenta, tales como sequías, olas de calor, tormentas e inundaciones. 

En conjunto, unido al conocimiento científico existente (informes meteorológicos, sismógrafos, satélites), el conocimiento local es vital para las labores de prevención y se puede transmitir de generación en generación.

Destrucción causada por el terremoto de Lorca (Murcia). 2011
Como ya hemos dicho, el grado de devastación, en pérdida de vidas humanas y daños materiales, que causan las manifestaciones extremas de fenómenos naturales resulta de la combinación entre las fuerzas de la naturaleza y la actividad humana.

El efecto que estos peligros naturales tienen sobre las poblaciones depende en gran medida de decisiones que tomamos, a nivel individual o colectivo, respecto a nuestras formas de vida y al medio ambiente: desde la planificación de nuestras ciudades y el cultivo de los alimentos, hasta la enseñanza que recibimos en las escuelas. La actividad humana también influye en la frecuencia y la intensidad de estos fenómenos, por ejemplo, a través del calentamiento global.
La puesta en marcha de sistemas de prevención, alerta temprana, preparación y recuperación rápida disminuyen el riesgo y mitigan los efectos devastadores de las fuerzas de la naturaleza.

Temporal de Mar. Garachico. Tenerife.

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