lunes, 30 de noviembre de 2015

Apuntes sobre la conquista de las Islas Canarias (III)




Tenerife, sin duda, fue la isla canaria que más resistió al invasor. Hay indicios en los registros históricos que incluso en las primeras etapas de Conquista de Canarias, se hicieron intentos para acceder a la isla mediante el comercio, en lugar de utilizar tácticas militares que tan nefastas consecuencias habían dado en La Palma o, incluso en La Gomera. 

En una táctica que pronto se repetirá una y otra vez a lo largo de la historia, a los indígenas se les ofreció alcohol (en forma de vino de Madeira y aguardiente o ron) y herramientas de hierro para ganar su cooperación. 

Esto no resultó demasiado eficaz, puesto que la isla se mantuvo independiente durante casi un siglo después de la llegada de los primeros europeos conquistadores, pero sí logró que los bandos del Sur, más sensibles al comercio, y muy castigados por las razzias para el secuestro de esclavos  adoptaran una postura de mayor colaboración.
El Bucio era un instrumento de comunicación utilizado por guanches y canarios hasta hace muy pocas décadas.
Sin embargo, estas mismas tácticas funcionaron de modo más efectivo para lograr colaboradores en África que facilitaron la trata de esclavos y, por supuesto, más tarde resultaron devastadoras para los amerindios. 

Está generalmente reconocido que la esclavitud no era aceptada por el pueblo  guanche, bravamente soberanos. Algunos autores apuntan que en las islas ya colonizadas, las masivas conversiones al cristianismo se hicieron para obtener la manumisión debido a que en 1435, el Papa Eugenio IV emitió la bula Sicut Dudum, donde ordenó liberar a todos los habitantes de las Islas Canarias que habían sido esclavizados por los portugueses y en 1462 Pío II declaró que la esclavitud de los neófitos (recientes conversos al cristianismo) era un gran crimen. Más tarde, Sixto V en 1476 excomulga a los que esclavizan neófitos.

Los Reyes Católicos reciben a Cristóbal Colón en Barcelona. Las islas Canarias jugarán un papel fundamental en las comunicaciones de las recién descubiertas tierras americanas con a metrópoli ibérica.
En 1492, los Reyes Católicos, terminan la Reconquista, expulsando al último rey musulmán de Granada. Luego se dedicaron a consolidar y extender su poder. 
Utilizaron la Inquisición para expulsar, eliminar o convertir a los judíos españoles, que dentro del panorama político y religioso de la época eran vistos por las autoridades como enemigos internos. Es a partir de la Edad Media cuando se empieza a popularizar la idea de que ser judío no sólo era un criterio religioso, sino también racial. Este concepto permite a la Inquisición perseguir también a los judíos conversos al cristianismo,  y a los gobiernos españoles plantear las leyes de limpieza de sangre.
Un siglo más tarde, esta doctrina también se utiliza para apresar esclavos africanos, aunque hubieran obtenido la liberación por el bautismo, saltándose así la bula Papal. 

La política exterior de los Reyes Católicos fue un constante intento por superar los éxitos imperiales de Enrique el Navegante, que había fomentado los viajes de João Gonçalves Zarco, Gonçalo Velho Cabral, Nuno Tristão, Diogo Gomes, propiciando la presencia portuguesa en el África Occidental y las islas atlánticas, excepto Canarias. Para ello financiaron los viajes de descubrimiento, incluyendo el de Cristóbal Colón en 1492.

Rosa de Vientos de la Fortaleza de Sagres, mandada a construir por Enrique el Navegante.
Por ello era crucial que las Islas Canarias estuviesen bajo el dominio de la Corona española, puesto que eran una base fundamental en el viaje de ida hacía las Indias Occidentales.
Superada la Conquista de La Palma, y con Gran Canaria firmemente pacificada, con todas las tierras y cautivos repartidos entre los antiguos soldados y mecenas de la Conquista, solamente quedaba una parte del pastel por obtener y repartir: Tenerife.

El tres de mayo de 1494, Alonso Fernández de Lugo desembarcó en la playa de Añaza, llegando desde Gran Canaria a la cabeza de un contingente de unos dos mil quinientos efectivos. Era una fuerza de invasión considerable, puesto que iban unos doscientos hombres a caballo. Dentro del contingente caminaban tropas nativas, canarios cristianizados procedentes de Gran Canaria. 

Alonso De Lugo, había realizado una intensa labor diplomática a través de los misioneros franciscanos del obispado canario de Telde, para que los cuatro menceyatos (más pobres, más castigados por el pillaje, menos poblados y con poblaciones más dispersas) del sur y del este (Anaga, Güímar, Abona y Adeje), no cruzaran armas con este formidable ejército de conquista.

Añaterve, mencey de Güímar durante la Conquista. Grupo escultórico de Jose Abad, Candelaria, 1994.
Bencomo, mencey de Taoro, al frente de los bandos del norte (Tegueste, Tacoronte, Taoro, Icoden y Daute), estaba dispuesto a luchar y nombró a Tinguaro, su hermanastro, lugarteniente. 
Alonso de Lugo, al frente de las tropas españolas, armadas con arcabuces, ballestas y caballería, y el mismo sentido de arrogancia que caracterizó los procesos de conquista del Nuevo Mundo, desde el propio Colón hasta Cortés, Pizarro, o Almagro, penetraba por la isla,
Mientras, los guanches, mediante bucios se avisaron de la entrada del ejército invasor, hasta el Barranco de Acentejo, la comarca que sirve de puerta al territorio de Taoro. 

Cruz que marca el supuesto lugar de desembarco de Alonso de Lugo en 1494 y fundación de la Ciudad de Santa Cruz.
En el fondo del barranco cayó el ejército en una emboscada de Tinguaro. Impedidos por el ganado robado que llevaban, y que los silbos de los guanches desde los riscos habían puesto en movimiento, fueron finalmente masacrados por los guerreros de refresco que acompañaban a Bencomo y que cierran la salida del barranco. La columna española fue tomada por sorpresa, bombardeada desde arriba por enormes rocas, y perdiendo el 80% de los conquistadores que murieron en cuestión de minutos.
Alonso de Lugo fue gravemente herido y se vio obligado a huir, dejando los cadáveres de sus hombres expuestos a guirres, cuervos y perros. 
Esta victoria, casi olvidada, de un pueblo del Neolítico frente a un ejército profesional pertrechado con armas modernas se puede poner al mismo nivel histórico de la victoria de los nativos lakota, cheyenne y sioux en Little Big Horn frente al Séptimo de Caballería o la victoria de los zulúes frente a británicos y boers en Ia Batalla de Isandhlwana.

Tumbas de guerreros cheyenne muertos en Little Big Horn. Los epitafios en estas tumbas hablan de la defensa del modo de vida cheyenne, y su patria, 
Los guanches pensaron que su invasor había sido expulsado permanentemente, ya que pensaban que después de tales pérdidas aplastantes no podría rehacerse.
Alonso Fernández de Lugo pudo escapar hacia Gran Canaria, donde preparó un nuevo asalto con tropas mejor adiestradas y más recursos financieros aportados por comerciantes genoveses y nobles castellanos. Los guanches, dueños de la situación, destruyeron el fortín construido por los castellanos
Desembarca en Añaza sólo dos años más tarde, 1496, reconstruye el fortín de Añazo y guiado por la cutela, construye la fortaleza de Gracia, como puesto avanzado y donde retirarse si es necesario. 
Los mexicas pensaron que los españoles eran dioses, pero los guanches conocían que eran hombres y, como tal, despreciaban su comportamiento.

La topografía abrupta de la isla favoreció e refugio de los guanches y la realización de emboscadas. La Crucita, cerca de a Montaña de La Negrita, lugar de un combate anterior a la Conquista entre guanches del Sur y del Norte.


Comenzada la que se llamaría Batalla de Aguere, en la llanura cercana a la actual Cruz de Piedra en La Laguna, la vanguardia española constituida por infantería de a pie y ballesteros desordenó las filas guanches, y entraron en acción la caballería seguida de los piqueros, hiriendo y matando a los fugitivos. En el enfrentamiento murieron unos 600 guerreros nativos, junto a Tinguaro, jefe militar y el Mencey Bencomo.
Los guanches se reagruparon bajo el hijo de Bencomo: Bentor, el último mencey de Taoro.

Primera batalla de Acentejo, llamada La Matanza por los conquistadores.
Miles de guerreros presentaron  batalla en un barranco del actual municipio de La Victoria de Acentejo, muy cerca del lugar en donde se había producido la gran victoria guanche meses atrás. Pero Lugo no pensaba ahora consentir que la impedimenta y el ganado robado le estorbasen en sus movimientos: divide al ejército en dos grupos, el primero de ellos con las armas de fuego y los ballesteros, y la caballería en los flancos, que cargó tras la primera lluvia de saetas y descargas de arcabuces. La victoria castellana fue total.

Muchos guanches que ofrecieron resistencia estaban en una posición casi inexpugnable en las montañas, y la táctica española fue más de asedio que de batalla. Sin embargo, la resistencia guanche se debilitó por culpa de la “modorra”, una enfermedad que llevó a la muerte a cientos de ellos con síntomas similares a la gripe.
Controvertida ha sido la naturaleza de la modorra (también llamada peste por los españoles). Hay autores que defienden que eran enfermedades comunes traídas por los españoles contra las que los guanches no tenían inmunidad. Algunos autores restan importancia a la misma.  La tradición oral habla claramente de arma química gracias a la cual se pudo culminar la Conquista.
Como era incapaz de enfrentar a Lugo en batalla abierta, Bentor huyó hacia el interior, entre Tigaiga y el Teide, y continuó los ataques guerrilleros desde allí. A partir de entonces, era sólo un irritante asunto a pequeña escala y los españoles habían aprendido a lidiar con la resistencia de la guerrilla. Hasta que Bentor perdió la esperanza y se arrojó desde de El Lance, antes que someterse al imperio español. 
Fortaleza de Ichasagua, donde el último mencey resistió al invasor hasta la Batalla de las Mesas de Guaza.
Para los habitantes de la isla, la victoria del Adelantado significaba la esclavitud y el exterminio a través de la enfermedad y el exceso de trabajo.
Aún existió una última batalla de la Conquista de Tenerife, acaecida en La Mesas de Guaza, Arona, concretamente en el lugar conocido como Los Magotes (hoy Los Mogotes) un destacamento integrado por 50 espingarderos alemanes al mando de un mercenario llamado Jorge Grimon entró en combate contra los guanches de Ichasagua, que permanecía refugiado en la Fortaleza de Ahiyo o Roque de Hío (actualmente Roque Del Conde).
Llanos de Guaza y Los Magotes, lugar de la última batalla de la Conquista de Tenerife.
Tras la derrota guanche y el suicido ritual de Ichasagua, los guanches, hombres, ancianos, mujeres y niños, son confinados en la desembocadura del Barranco de Aquilino o de Los Ceres en una suerte de campo de concentración donde sufrirán tortura, violaciones, humillación y muerte.
La Conquista había sido llevada a término en poco menos de dos años. (CONTINUARÁ).

La resistencia guanche a un invasor superior en armas y efectivos pervive en el ideario colectivo de los canarios.

No hay comentarios: