domingo, 4 de octubre de 2015

Geografía y cartografía mítica de las Islas Canarias.




La llegada del Renacimiento, con su revolución científica y filosófica y la implantación del humanismo, hace retroceder la creencia en los prodigios y la existencia de los monstruos. Las ubicaciones geográficas del paraíso y el infierno desaparecen paulatinamente.

Al comienzo del Siglo XV, los intelectuales de Europa, Bizancio y Arabia estaban aún centrados en sus estudios de la cosmografía, pero para el final del siglo los marinos de Portugal y España ya se aventuraban profundamente en el Mare Tenebrosum

Los viajes aportaron información y observaciones sobre las tierras recién conocidas, desde la Costa Africana, las Islas Atlánticas, y el Norte de Europa.

Se dibujan nuevos mapas que representan una geografía más fiel de este mundo expandido, con ilustraciones de los nuevos pueblos, de bestias reales, como rinocerontes, camellos o ballenas. La fantasía aún tiene espacio, lo que se refleja en la toponimia: Antillas, El Dorado, Brasil, Cíbola, Sete Cidades (Azores), San Borondón, pero estos mitos y leyendas retroceden frente al empirismo y los descubrimientos.

Llegada del grupo de avanzada de la expedición de Coronado en Cíbola (Zuni, Nuevo México) en 1540. Momentos más tarde se produjo la primera escaramuza entre tropas europeas y defensores en lo que hoy es Estados Unidos. (Pintura de William K. Hartmann).


A mediados del Siglo XVI España, Portugal, Francia e Inglaterra estaban enviando sus naves a redescubrir archipiélagos atlánticos y encontrar tierras nuevas para sus respectivos monarcas. 

Las exploraciones españolas revelaron la existencia de un mundo nuevo. Los viajes de Cristóbal Colón agregaron el vasto espacio del Caribe a la Corona española; Hernán Cortés sumó el Imperio Azteca y Francisco Pizarro hizo otro tanto con el Imperio de los Incas. Otros exploradores extendieron los dominios de Castilla y Aragón desde Florida al Cabo de Hornos, y cruzando el Océano Pacífico llegaron a Filipinas y las Islas de las Especies, estableciendo puertos comerciales intermedios. 

Portugal siguió su ruta de bordear el perfil de África, subiendo por la Costa de Mozambique, estableciéndose en Zanzíbar y Diego García, hasta llegar a la India, y desde allí a Macao (China) y Nagasaki (Japón) dándole a la corona de Bragança una ruta propia a las Indias Orientales, además del Brasil y el Algarve. 

Regreso de Cristóbal Colón de su primer viaje a las Indias. Las naciones ibéricas se vieron empujadas al Océano Atlántico debido a los cambios estratégicos en el Mediterráneo y Europa.

Inglaterra y Francia también exploraron el Nuevo Mundo, pero ambas buscando un paso a Oriente por las latitudes más boreales (el Paso del Noroeste), con exploradores como John Cabot, Martin Frobisher, Jacques Cartier, o Willem Barents, que fueron la base de su colonización de Norte América.

La causa principal de este empuje al océano fue encontrar una ruta marítima hacia oriente, a los territorios de Cipango y Catay, a los bienes más codiciados en Europa: seda, especias, piedras preciosas y perfumes. Durante siglos, esas mercaderías arribaban a Alejandría y La Meca en caravanas de camellos, y de allí al norte. Venecia tenía el monopolio de las especias y del comercio con el Adriático y el Mar Negro. Génova el de la seda, y del comercio del Mediterráneo Occidental. Pero los Turcos conquistaron Constantinopla en 1453 y poco después Alejandría, y así la ruta comercial del levante quedó casi cortada, solo Venecia conservó algunas líneas de tráfico y aprovechó esta ventaja en detrimento de Génova. Esta última perdió todos sus mercados, pero en lugar de resignarse a aceptar el dominio veneciano utilizó sus ahorros para financiar las expediciones de España y Portugal en su búsqueda de rutas nuevas.

Sin el comercio genovés, la Península Ibérica quedaba aislada del mundo. En invierno los Pirineos eran una barrera real y formidable con el resto de Europa, mientras que la hostilidad de los árabes por el Sur completó el encierro, y esto empujó a los ibéricos al mar. Descubrieron que no existían en el Océano tantos peligros como cantaba la leyenda, y los vientos alisios los llevaron cada vez más lejos. 

Mapa de la Bahía de Hudson, dónde buscaron los franceses y británicos el paso del noroeste.
Además de las ya conocidas islas de Canarias y Madeira, España y Portugal descubrieron las Azores y Cabo Verde. Ante ese brutal incremento del conocimiento geográfico del Atlántico, los europeos se vieron forzados a revisar su concepto del mundo, tanto física como filosóficamente. 

Todo lo que quedó para los cartógrafos fue el proceso de refinar los mapas y llenar los espacios vacíos. Ya no servirían los explorados y conquistados archipiélagos atlánticos para contener tierras de leyenda, pero continuarían apareciendo en los mapas, bajo las denominaciones legendarias, aunque ahora completas, nombradas y con siluetas geográficas bien definidas.

A medida que el conocimiento humano descubre nuevas tierras, el miedo a lo desconocido se sitúa cada vez más lejos. Los hombre medievales, como antes griegos y romanos, situaban los lugares tenebrosos, pero también los maravillosos en el Atlántico y sus islas. Cuando se descubrió el borde de todo el continente americano, estas fuentes de prodigios se sitúan en los polos ártico y antártico, en las altas montañas andinas, pero también en el interior de selvas y desiertos. Cuando se termina de explorar el mundo, el miedo y el prodigio viene del espacio exterior, en forma de carros de fuego (OVNIS, asteroides, meteoritos).

Islas míticas, arropadas por la leyenda, donde los seres humanos llevan una existencia halagüeña, satisfactoria y relajada, cercana a la Residencia de los Dioses.

Al principio, nuestra isla fue Insulae del Inferno en su totalidad, donde los marinos no desembarcaban, luego lo fue sólo el Teide (Echeyde, infierno), posteriormente era sólo la cima y su cráter a la que se le llamaba Caldera del Diablo, donde existían emanaciones sulfurosas, sublimados de azufre, frío y calor extremos, hielo y nieve y vientos huracanados. 

Los espacios no humanizados, fuera de lo conocido, cargados de silencio y esterilidad, o acaso de fertilidad, como desiertos, bosques, mares, montañas e islas, serán los ámbitos revestidos de un especial significado. 

Algunos de estos espacios serán considerados como pruebas iniciáticas previas antes de llegar a una meta llena de deleites y abundancias, pero otros simplemente participarán de los emparejamientos de opuestos: del Oriente viene la iluminación al salir el sol, en Occidente muere, en uno está el paraíso, en otro el infierno.

Llegada de Leif Ericsson a las costas de Norteamérica. Lo que en su momento fue una idea e hipótesis muy criticada, cada vez se ve más demostrada por el registro arqueológico.

En los sucesivos descubrimientos y olvidos de las Islas Canarias, se van sumando numerosas tradiciones, como las del norte de Europa, desde el legado vikingo y sus sagas, transmitido a los normandos y bretones (los primeros exploradores sistemáticos de las Islas Canarias), las leyendas germánicas y flamencas, hasta los mitos celtas, legados a través de gallegos, portugueses y vascos. Pero no es menos cierto que desde el mediterráneo, también se suman otras tradiciones, como las fenicias, cartaginesas, griegas, romanas, árabes y judeo-cristianas.

Las islas se transforman al atravesar el tamiz de las ideologías y creencias, pasando de un lugar de beatitud y bienaventurados; Jardín de Las Delicias, según San Isidoro; Islas Afortunadas; Jardín de las Hespérides, con manzanas de Oro, custodiadas por dragones, a ser unos peñascos aislados en medio de un mar tenebroso, en los confines del mundo civilizado, una región sin retorno, un infierno lleno de calderas de azufre, y llamas eternas.

Las islas también son, en el imaginario de sus primeros exploradores y conquistadores, lugar donde se desarrolla la lucha entre el Bien y el Mal, el Armageddon descrito por San Juan en el Apocalipsis capítulo 16, versículo 16

Jardín de las Hespérides, con árboles en los que crecían manzanas de oro: las madroñeras son pequeñas naranjitas doradas.

La batalla del Armageddon es descrita en el Apocalipsis como anterior a la llegada del milenio. Los reyes del mundo se reúnen en este lugar para luchar contra el Cordero de Dios, pero son derrotados por Jesucristo y sus ángeles (comandados por San Miguel), arrojando por último a la bestia (el dragón) que los encabeza, junto con el falso profeta, al lago de fuego, mientras Satanás será atado en lo profundo del abismo por mil años.

Existen interpretaciones de que en la heráldica y en la toponimia de algunas ciudades e islas de Canarias se reproduce este episodio.

La doctrina cristiana rechazó gran parte del legado intelectual de Grecia y Roma, y esto incluyó a la geografía (Estrabón, Herodoto) y la cartografía (Eratóstenes, Hiparco). 

Los primeros años de propagación del cristianismo se centraron en luchar para propagar una la religión fundamentada más en la contemplación y aceptación de la fe verdadera, que en la investigación de la naturaleza por las ciencias. 

Pico Viejo y las Narices del Teide, que entró en erupción en 1798. El volcán está omnipresente en la vida de los canarios, como algo maligno y peligroso, bello, pero aterrador.

Sin embargo, algunos de los miembros de la Iglesia disponían del conocimiento de los antiguos griegos, y fueron capaces de aceptar la esfericidad del planeta, conservando vivos los conceptos de Aristóteles, como fue el caso de San Agustín (354-430). 

Si bien la luz de la ciencia y el conocimiento estuvo atenuada en Europa durante la Edad Media, los conocimientos geográficos se fueron haciendo un hueco paulatinamente a medida que la búsqueda de las rutas del comercio con el Asia lejana fue una prioridad para los europeos, en especial los ibéricos.

La representación cartográfica de la tierra estuvo sesgada por las creencias de sus fabricantes. Un mapa es una representación gráfica o modelo a escala de hechos y conceptos espaciales. Es un medio para transmitir información geográfica. Estos mapas antiguos proporcionan, en la actualidad, mucha información sobre lo que se conocía en tiempos pasados, así como la base filosófica, religiosa y cultural que inspiraban al cartógrafo (a menudo muy diferente de los fundamentos de la cartografía moderna). Los mapas son un medio por el cual los científicos pueden distribuir sus ideas y transmitirlas a las generaciones futuras.

San Agustín. El cristianismo primitivo del Norte de África fue, por momentos mucho más receptivo a heredar el legado cultural griego y romano.


La naturaleza volcánica de las Islas Canarias, así como otras peculiaridades geográficas, como ser altas montañas, situarse en el occidente conocido, cubiertas de nubes y brumas frecuentes, azotadas por vientos fuertes y constantes que soplan hacia el interior del océano y que dificultan el regreso a la tierra firme, reafirman las creencias medievales de ser islas situadas en el límite del Océano, donde suceden prodigios y maravillas y donde habita el Maligno.

Es curioso ver como desde la Antigüedad las islas Canarias han sido fuente de hechos maravillosos, envueltos en la magia y la leyenda, hasta el punto de que se han planteado sobre Canarias numerosos “misterios” que se han mantenido en el imaginario popular hasta hace muy pocos años: 
  • ¿Son las Canarias restos de los picos más prominentes de la Atlántida, hundida en el mar por desafiar a los dioses?
  • ¿Son los guanches descendientes de las tribus perdidas de Israel? 
  • ¿Conocían los aborígenes la religión cristiana, transmitida por San Avito, su primer apóstol, y su primer mártir en el Siglo II? 
  • ¿Se confirma o se desmiente la existencia de San Borondón, mítica isla que aparece y desaparece en el entorno del Archipiélago con cierta frecuencia?

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