viernes, 29 de agosto de 2014

Apuntes sobre la conquista de las Islas Canarias (I).


La Conquista española y portuguesa de las Islas Canarias, las Azores, y Madeira, contribuyó a sentar las bases materiales del mundo moderno y sirvieron como campo de pruebas para la elaboración de un modelo viable del colonialismo, que se construiría a los largo de los siglos XV y XVI.

La ecología nativa fue totalmente calcinada y sustituida por un nuevo modelo europeo, hasta el punto que en Madeira y Azores, es imposible recuperar los paisajes primigenios.
Esto enseñó a los conquistadores que podían ir casi hasta cualquier lugar del mundo y prosperar, estimulando nuevas conquistas, entre ellas la del Nuevo Mundo. 

La conquista ibérica de las Azores, Madeira y Canarias se puede definir como un programa piloto para el diseño de las colonias europeas en América, África, Australia y Oceanía. 
En todos estos lugares, los recién llegados conquistarían las poblaciones humanas, harían desaparecer el entramado social, económico y cultural anterior y europeizarían hasta los ecosistemas.

Roque del Conde, refugio de Ichasagua, el penúltimo mencey guanche.

Se atrevieron a esto porque habían visto, por la experiencia ibérica en Canarias, que los cultivos y ganados europeos prosperaban excepto en los ambientes más hostiles (desiertos, alta montaña) y que hasta los indígenas más feroces podían ser derrotados, a pesar de su superioridad numérica y la ventaja de luchar en sus territorios natales. Como resultado, decenas de millones de nativos en todo el mundo seguirían a los canarios y serían aniquilados.

Los pueblos indígenas dependen de su medio ambiente para sobrevivir. Aunque Azores y Madeira estaban deshabitadas, Canarias era el hogar de unas 100.000 personas, que se encontraban en diferentes fases de desarrollo.
Los conquistadores, europeos bajomedievales,  habían sido cruzados desde los albores del nuevo milenio, tanto en Tierra Santa, como en la Reconquista de la Península Ibérica a los moros (de hecho, la toma de Granada se produce cuando todavía no se había conquistado Tenerife).

En Madeira se cultivó caña de azúcar desde la colonización portuguesa hasta la actualidad. hasta el siglo XIX, la mano de obra era esclava, en su mayoría africanos.

Sin embargo, la invasión de las Islas Canarias no fue una cruzada. Los europeos no lucharon contra el Islam, una cultura más avanzada que ellos mismos, por lo que la justificación para el genocidio de los indígenas canarios, tenía que ser forjada en torno a ideas raciales o culturales (no religiosas).
La supremacía, y la explotación dirigida contra ellos por sus conquistadores fue mucho más racional y moderna (en cierto modo la Edad Moderna había llegado también a Canarias). La organización de las plantaciones de caña de azúcar y de los ingenios y trapiches fue el primer acto de verdadero colonialismo, y sirvió como modelo para lo que ocurrió en las Américas, Oceanía, Asia y África.

La posición geográfica de las islas también era importante, ya que son etapas en el viaje, tanto a África, como a las Américas. Sin Canarias, Castilla y Aragón nunca habrían tenido acceso a la costa africana, (y por lo tanto a las posiciones avanzadas que permitieron la captura de esclavos).
Fue cerca de Canarias donde Cristobal Colón, en uno de sus viajes comerciales por el Atlántico Oriental, comprobó el funcionamiento de las corrientes oceánicas que lo llevaron hasta las Indias Occidentales. Fue el primero en aplicar el sistema colonial ibérico en La Española.

Los vientos alisios son fundamentales para el viaje de ida a vela hasta América, así como la Corriente del Golfo para el tornaviaje desde América a Europa.

Colón vivió durante un tiempo en una plantación de la isla portuguesa de Madeira y en Porto Santo, y conocía las Azores, con su entonces amplia población de esclavos. Se casó con Felipa Moniz, hija de Bartolomé Perestrello (colonizador de Madeira y servidor del príncipe Enrique El Navegante).

Los antiguos conocían las Canarias. Plinio describe la expedición del rey Juba de Mauritania y los textos de Homero y Hesíodo hablan de islas que colocaban más allá de las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar), a las que llamaron Hespérides o Campos Elíseos.

Fueron “redescubiertas” durante el siglo XlIl, o probablemente antes, llegándose a organizar viajes más frecuentes a lo largo del siglo siguiente. Estos viajes eran organizados por comerciantes de esclavos, en su mayor parte, mediterráneos, (genoveses, mallorquines, catalanes, castellanos y portugueses), que realizaron frecuentes razzias esclavistas en la mitad del siglo XIV.

Convento de San Buenaventura. Betancuria.

Los indígenas canarios al parecer llegaron durante el primer siglo antes de Cristo, desde el norte de África y estaban relacionados con los bereberes de las montañas del Atlas. 
Su cultura material era rudimentaria. No usaban ningún tipo de metal, escogiendo madera, piedra y hueso. A veces (como en la batalla) iban desnudos. 

Vivían en cuevas naturales o chozas hechas de piedra seca y ramas, por lo general en la parte inferior de barrancos escarpados, cerca de zonas con agua dulce.
Subsistían de sus rebaños de cabras y ovejas y también cochinos. Sus habilidades de pastoreo fueron notables, conociendo veredas y pasos entre los barrancos para poder mover los rebaños en busca de pastos y de agua. Gracias a su habilidad, usaban sus lanzas de pastor para saltar por riscos y escarpes.
Las mujeres recolectaban raíces de helechos, mocanes, madroños, creces y piñones y, cultivaban cebada, trigo, y legumbres.

Las opiniones sobre los pueblos indígenas canarios eran variadas según los conquistadores, pero solían ser proyecciones de una sociedad pastoril idílica, anticipando el mito del buen salvaje desarrollado en las Décadas Orbe Novo (1493-1522) de Pedro Martir de Anglería, primera Historia General de las Indias.
El ilustrador de la epopeya francesa, el Roman de la Rose retrató a los indígenas canarios como habitantes de una Arcadia Feliz, inocentes que viven en un nuevo Jardín del Edén. El autor italiano del Decameron, Bocaccio los describió en 1341:

[Cuando] de oro y monedas de plata, se mostró a ellos, ... no se daban cuenta. Eran igualmente inocentes de los conocimientos de las armas. Ellos respetan la ley natural. Parecían no saber nada de la propiedad individual, pero dividieron todo en partes iguales. Hablaban una lengua 'cortés' como los italianos, cantaban dulcemente y bailaban 'casi como a la francesa'. Sus casas eran ... 'de maravilloso artificio'. Su 'templo del oratorio' estaba adornado con .... la imagen de un hombre, esculpida en piedra, lanza en su mano.

El mito del buen salvaje, opuesto al asesino y caníbal está presente hasta nuestros días. Ilustración de Robinson Crusoe. Daniel Defoe.

Los primeros textos que nos llegan por parte de los conquistadores también tienen ese halo poco realista de sociedad idílica. El Relato del Hallazgo de la Virgen de Candelaria, por Fray Alonso de Espinosa, describe una sociedad pastoril, de gentes sencillas, hasta cierto modo próspera y conocedores de una ley natural.

Sorprendentemente, en Canarias, los conquistadores no recurren a la difamación tradicional (que data de los primeros tiempos cristianos), en la que, por sistema, se tachaba a los enemigos de otras razas o pueblos como antropófagos o caníbales, lo que servía para deshumanizar al enemigo y justificar luego su exterminio, como sucedió en el Caribe, en México o en Perú.

Los nativos canarios, no eran, ni mucho menos, una sociedad pastoril pacífica. Eran una sociedad guerrera completa que contaba con mandos de guerra y escuadras organizadas, designadas por los jefes de los bandos tribales, dotados con armas de madera, huesos y afiladas piedras volcánicas, que, posiblemente no impresionaban a unos conquistadores que conocían la pólvora y las ballestas, pero demostraron que eran armas suficientes para infligir derrotas a los invasores.

Los sacrificios rituales tras la derrota  (desriscarse desde fugas como Bentejuí o Beneharo, dejarse morir de hambre, como Tanausú, apuñalarse como Ichasagua) revela una sociedad apegada y consciente de su amor a la patria y a la libertad, que prefería morir antes que la esclavitud y el cautiverio. (CONTINUARÁ).

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