miércoles, 28 de agosto de 2013

San Agustín de Las Madres. Arafo.2013



Este año de 2013 se ha celebrado en Arafo la Bajada de San Agustín de Las Madres (o San Agustín Chiquito), con la que el pueblo renueva su promesa, desde que hace 262 años, la mediación de este santo fue necesaria para que las aguas de Añavingo volviesen a manar.


Hace más de 250 años, se cayó un risco sobre el naciente del Barranco de Añavingo, y enterró las madres del agua, y parte del fondo del barranco.

Los araferos trabajaron duro para desenterrar el naciente, trabajando en grupos durante mucho tiempo, y abrieron un profundo pozo “capaz de derriscar un perro”, pero el agua no volvió a manar.

FOTO CEDIDA Los vecinos bajan la imagen del santo desde el barranco de Añavingo hasta el casco de la Villa
Foto de la Subida de 1997.

Al no tener agua, Arafo padeció años de escasez e incluso tenían que ir a buscar agua a Güímar, con el fin de tener agua para el uso diario.

En el año 1751 don Juan Hernández Santiago, en nombre de los vecinos, propuso al capellán de la ermita de San Juan Degollado el llevar en rogativa hasta el barranco la imagen de San Agustín.

Hicieron un novenario al santo y los vecinos confesaron y pidieron al Señor el bien a que aspiraban, tras lo cual, salieron todos los araferos en procesión con la imagen de San Agustín hacia el naciente de Añavingo. Iban en rogativa, rezando el tercio y cantando letanías, con la imagen de San Agustín y el antiguo cuadro del mismo Santo. 

Era un día sereno, sin nubes y de mucho calor.

Dejaron la imagen en una cueva, y, tras encenderle su lámpara, regresaron todos al pueblo. 

En ese momento comenzó a cambiar el tiempo, corriendo las brumas desde el mar hacia la cumbre, y enseguida cayeron las primeras gotas, de tal forma que algunos vecinos llegaron mojados a sus casas.

Sacando al santo de su capilla. Foto: Ayuntamiento Arafo.

Esa misma noche, el temporal fue tan fuerte que el encargado del cuidado de la imagen, Juan Hernández, no pudo dormir, pasando toda la noche a la expectativa, por lo que al cantar el gallo se levantó y se dirigió al barranco. 

Mientras subía se le apareció un pájaro, poco mayor que un mirlo y de color pardo oscuro, lleno de barro y de una especie que jamás había visto, primero lo espantó, aunque luego intentó cazarlo y tras posarse en un brezo logró atraparlo, pero se le escapó. 

Continuó la subida hasta llegar al lugar en el que había depositado la imagen de San Agustín, que halló sin daño alguno y con su luz encendida, y poco más arriba encontró el agua manando de nuevo de una cueva más honda, pues había llovido tanto que las aguas habían arrastrado el entullo barranco abajo y dejado los nacientes al descubierto.

Juan Hernández regresó al pueblo para dar la buena noticia a sus paisanos y a pocos pasos de la ermita se encontró un real y medio de plata, que era justo lo que le faltaba para pagar el novenario ofrecido al santo.
Antigua capilla de San Agustín, antes de su reciente reforma.


Los araferos consideraron un prodigio lo sucedido, pues estaban convencidos de que fuerzas humanas no habían podido desescombrar el barranco, ni tampoco la lluvia, ya que por lo alto del barranco cogía poco agua.  

Alguna de las piedras arrastradas era del tamaño de la “Piedra del Barranco”, por lo que ningún ser humano podía moverlas. 

Mantuvieron a la imagen en el barranco por espacio de 19 días y luego, fue todo el pueblo a buscarla, tanto hombres como mujeres, rezando la tercia entre aclamaciones al Santo lo devolvieron a su ermita, donde “lo pusieron en sus andas con toda veneración y aseo”. 

Así tuvo lugar la primera romería de San Agustín, desde Añavingo hasta el pueblo.

La asistencia fue bastante numerosa.
Foto:Ayuntamiento de Arafo.

El agua volvió a brotar en el barranco para alegría y prosperidad de todos, y el “milagro” de San Agustín continúa en la memoria de los araferos.

Simultáneamente, para recordar el prodigio de 1751 los vecinos colocaron un cuadro de San Agustín en la misma cueva del “milagro” junto a los nacientes, donde estuvo la imagen del Santo. Pero la tradición recuerda que un pastorcito comenzó a romper trozos de dicho cuadro, que tiraba al agua de la fuente como si fuesen barquitos, mientras sus cabras pastaban por los alrededores. 

Corría el año 1884, el 8 de marzo, en el barranco de Agua se realizaban trabajos en las conducciones de agua que descendían desde la galería de Añavingo y que abastecía al pueblo de Arafo, cuando uno de los trabajadores, Anselmo de Mesa Rivero, tuvo un accidente, se derriscó  o se despeñó, quedando en malas condiciones  por lo que sus compañeros tuvieron que bajarlo hasta el pueblo en un “chajarco” .

La esposa del herido,  Encarnación Díaz  Hernández, hizo una promesa que consistía en poner una imagen de S. Agustín en la cuevita que estaba al final del barranco y la que había un cuadro del santo.

Tramo del camino del Barranco de Añavingo.

Se sabe que Anselmo se curó y Encarnación se propuso cumplir su promesa, ahorró un dinero hasta conseguir lo que necesitaba pero… había que hacer algo más y fue pidiendo entre sus amistades diciendo que era para poder comprar el santito, una vez pasada la vergüenza de mendigar, no recogía el dinero pues era parte de su promesa   el hecho de pedir limosna.

Encargó a D. José González Marrero que le comprara la imagen y este a su vez la compró a D. Luis de las Casas por valor de 100 reales de vellón el 7 de enero de 1888. Del mismo modo pagó a D. Pablo Oramas 5 reales de vellón por embazar dicho santo.

El 22 de enero de 1888, Anselmo Mesa Rivero volvió al barranco del Agua llevando a S. Agustín en agradecimiento y en pago de la promesa hecha por su esposa. Esa pequeña imagen se instaló en el hueco donde se encontraba el cuadro del Santo. Este santito quedó bajo la custodia de la familia siendo Anselmo Mesa Díaz el hijo, el que se acercaba a visitarlo, aunque la gente solía ir y dejaba aceite para encender una luz. Alguna vez lo bajó a restaurar a casa de Andrés el zapatero que era pintor.

Imagen adquirida por Encarnación Díaz, como agradecimiento por la curacion de
su marido.

Cuenta Anselma (nieta de Encarnación), que una vez que su padre fue a ver al santo y cuando fue a coger agua a la atarjea cercana para juntarla al aceite y encender una luz, se cayó dentro de un zarzal, repitiéndose la historia, del que salió muy herido, pero estaba solo y tuvo que caminar hasta su casa .

Lo cierto es que hoy, esta imagen de San Agustín de pequeñas dimensiones, conocida como el “San Agustín de Las Madres”, se halla colocada en un nicho o capilla, habilitada en la misma gruta, para recuerdo y exvoto piadoso de la prodigiosa efeméride. Lamentablemente, hace algún tiempo esta entrañable imagen tuvo que trasladarse al templo parroquial de San Juan Degollado, al haberse producido destrozos en su humilde capilla de Añavingo. 

Al margen de la festividad que se celebra en honor de la imagen principal de San Agustín en las Fiestas Patronales, en el siglo XIX surgió la romería de San Agustín o “Fiesta de la Rama” desde Añavingo hasta la iglesia parroquial con el pequeño “San Agustín de las Madres”, con el fin de rememorar el célebre prodigio. A ella concurrían los vecinos con ramas de brezo, aceviño o laurel, escuchándose entre el bullicio y el parrandeo las coplas alusivas al Santo

Durante muchos años, durante la bajada de San Agustín de Las Madres, Antonio Marrero García El Molinero, salía a la puerta de su molino y contaba de viva voz a todos los araferos el prodigio de San Agustín.
El día 3 de agosto de 2013, 32 años después de su muerte, los que nos encontrábamos en El Tanque, escuchamos de nuevo la voz de Antonio Marrero relatando esta historia, tal y como lo hizo durante décadas, gracias a una labor de rescate y divulgación de nuestro conocimiento vernáculo.
Todavía nos queda la Subida, que se celebrará el día 31 de Agosto.

¡VIVA SAN AGUSTÍN!

Foto del Barranco de Añavingo. Principios del Siglo XX.




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