lunes, 4 de junio de 2012

Ladera de Anocheza (I).





La Ladera de Anocheza es un accidente topográfico y un elemento geomorfológico de primer orden, un escarpe muy complejo surcado por profundas barranqueras que desaguan en el fondo del Valle de Güímar, uniéndose a las cuencas de Chamoco y Tegüigo y salpicado de accidentes topográficos como la Montaña de Anocheza y la Montaña de Arguaso, y tiene un desarrollo longitudinal de unos 12 kilómetros, desde Izaña hasta Las Bajas del Puertito. 


Pinares cerca de la Montaña de Anocheza,
sobre los ochocientos metros de altitud.

En su sector medio y medio-alto, el escarpe se ve afectado asiduamente por la influencia de un atípico mar de nubes, lo que le confiere una mayor humedad y una mayor frondosidad a las formaciones vegetales, así como la aparición de elementos del Monteverde húmedo.

Rosetón basal de Aeonium urbicum (Puntero).

La cliserie altitudinal de la ladera comienza por una formación de tabaibal dulce en su parte inferior, y continúa con jarales y tabaibales amargos, inciensales y vinagrerales, mientras que en las zonas más escarpadas se sitúa un sabinar salpicado de acebuches, hasta la aparición de un monteverde seco dominado por mocanes, madroños y acebiños.


Aún es posible ver paredes de piedra seca muy bien conservadas entre
los pinares, y alguna cepa de vid con sarmientos nuevos.El Peladero.

Debido a su situación topográfica dominante, su incidencia visual es muy grande, y su fragilidad paisajística es alta, ya que es visible desde cualquier punto del valle de Güímar, y también desde la comarca de Agache, las Cumbres e incluso la zona capitalina de Tenerife.

A partir de los novecientos metros aparecen, en los sectores más expuestos al alisio húmedo, rodales de fayal-brezal con poco desarrollo diametral y longitudinal, alta densidad, escasa vitalidad y mediocre estado de conservación, debido a la intensidad del aprovechamiento pasado y a las difíciles condiciones ecológicas, en especial el viento. Sin embargo, las zonas de los escarpes más inaccesibles albergan buenas muestras de monteverde. 

El pinar húmedo de Anocheza comienza a brotar sobre los mil metros, aunque en los altos de Lomo de Mena ya ha avanzado hasta los 850, ocupando espacios de cultivo en la actualidad abandonados. En esta zona es donde se registran las condiciones de mayor humedad durante casi todo el año, por la suspensión de la capa de estratocúmulos asociada al soplo del alisio. En las zonas menos degradadas surge como un pinar húmedo excelso, con pinos canarios de gran porte y un sotobosque compuesto de fayas, brezos y acebiños. 

En el Camino de las Horquitas, el sendero discurre
bajo una bóveda de cipreses.

A partir del Llano de Las Chozas, aparece el pinar canario repoblado (de entre cuarenta y sesenta años de antigüedad). Estas masas de pinar, una vez sembradas, han alcanzado dinámicas naturales de importancia, enriqueciéndose el sotobosque a medida que pasan los años. 

Conforme se asciende en altitud el sotobosque se empobrece hasta pasar a un pinar seco, hasta que desaparece el estrato arbóreo, siendo sustituido por un escobonal puro y por los jarales, jaguarzales y tomillares en las zonas más degradadas. 

Pinar mezclado con jaguarzos y jaras, cerca de la Morra de Anocheza.


Cerca de los 1900 metros, los pinares crecen de modo raquítico, muy distanciados unos de otros y muy dañados por los fuertes vientos, que astillan los troncos y decapitan las copas. Asoman entonces las primeras retamas, acompañadas de su cohorte florística, entre las que destacan el rosalito y el alhelí. El matorral de leguminosas de alta montaña se dispone en mosaico, formando sombras irregulares de diferente colorido estacional, según la floración de las diferentes especies, y choca con la existencia de amplias áreas desnudas. Es un retamar de características xéricas, donde las especies dominantes son la retama y el codeso, asentados sobre suelos evolucionados en materiales piroclásticos de naturaleza ácida y básica. Estas especies se han adaptado a las duras condiciones ecológicas y albergan una importante reserva de endemismos insulares y canarios.

Durante años estas zonas fueron aprovechadas intensamente por los habitantes de Agache, que recogían pinocho, cisco, ramas de escobones como forraje para el ganado, e incluso agua, en las numerosas fuentes que existían en estas zonas altas.

Pinares recolonizando tierras de cultivo abandonadas.

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