martes, 8 de mayo de 2012

El paisaje agrario de los majanos.



Entre los municipios de Arafo y Güímar existe una zona de malpaíses históricos, recientes y subrecientes, cubiertos por sustratos muy pedregosos, donde el paisaje agrícola es peculiar, ocupando un territorio no muy bien definido, entre Chogo, El Melozar, Chacona, Las Morras, Trasmuros, llegando hasta Tagor Alto. 

Se desvanecen los cultivos intensivos y aparece como cultivo principal la papa, (aunque en los últimos años está estancado y en algunos sitios en retroceso), asociado a la viña, que se siembra en parrales bajos, al borde de la parcela, apoyada en los muros de piedra marginales o en los numerosos majanos que salpican las huertas. Las nuevas técnicas de cultivo también han arraigado, sobre todo la plantación en espaldera, así como la introducción de nuevas variedades. Existen también cultivos de cereales (millo principalmente), hortalizas (cebollas, melones, calabacines, coliflor, calabaza, coles, bubangos), leguminosas (habichuelas, habas, arvejas) y árboles frutales, desde aguacates y mangos (cada vez menos), hasta cítricos y frutales de hueso como el melocotón y la nectarina. Otros árboles, cultivados desde el pasado son los almendros, perales y las higueras. 

Cuando las tierras son abandonadas aparecen las magarzas, los inciensos,
y las tuneras.

Estos cultivos se desarrollan en huertas de mediano tamaño, sobre suelos volcánicos con diferentes grados de desarrollo, dependiendo principalmente de la antigüedad del sustrato, que son bastante pedregosos y de diferente naturaleza, desde piroclastos volcánicos ácidos, (de modo puntual, en sectores más antiguos), hasta coladas basálticas, convertidas en arenas o granza de grano más o menos grueso. La construcción de estas huertas forma parte de un proceso desarrollado secularmente por los agricultores con el fin de obtener suelo y espacio útil. La necesidad de despedregar llevó a los campesinos a levantar grandes y gruesas paredes donde depositaban la mayor parte de la piedra e incluso levantar majanos que servían después como asiento de las viñas y pasiles para frutas. Posteriormente, se cernía el material restante y se colocaban los elementos más gruesos en las capas más profundas de las huertas y los más finos en las superiores. Cuando se descubría una veta de tosca  o zahorra (piroclastos ácidos de color claro), estos materiales eran los que recubrían toda la superficie del terreno.

La necesidad de despedregar las huertas llevó a la construcción de gruesos muros
de piedras y cascajos y a escalonar los bancales para aprovechar la superficie útil.


En este paisaje, la viña, aún siendo un cultivo tradicional, prácticamente establecido desde la conquista castellana, ha sido en gran medida marginal, en cuanto al lugar que ocupa en la parcela (se plantaba en los bordes, sobre parrales, para dejar los lugares centrales para el cultivo de papa y de cereales), pero su extensión estaba generalizada, puesto que al ser una planta de secano ocupaba un espacio agrario bastante amplio, llegando hasta las zonas altas de cumbre (Los Pelados, a 1300 metros de altitud). 

En la actualidad, el cultivo de la viña experimenta un auge desde los años noventa del siglo pasado, (si bien en la actualidad hay un cierto estancamiento), tanto en superficie cultivada, como en producción. Este esplendor se refleja en el territorio, puesto que la explotación de la vid, trae aparejados beneficios económicos evidentes. 

En algunos sectores, las tradicionales bodegas en archete han dado paso a cuartos de aperos y segundas residencias que proliferan en los bordes de pistas, en su gran mayoría asfaltadas. 

Los árboles y la viña son las especies predominantes en este paisaje.


La bodega en archete es un elemento típico de estos lugares y se dispone en las superficies más rocosas o son la continuación de una cueva excavada en tosca, o de una oquedad natural de basalto, que concuerdan con las grandes coladas o con los bordes de pequeños barrancos. Un archete es en realidad, una bóveda de cañón, construida con grandes losas de tosca o cantos blancos.

Algunas de estas fincas actualmente están abandonas desde hace tiempo y muchas de ellas han sido ocupadas por pinares, o vegetación ruderal asociada. Las huertas que sobreviven se establecen cerca de cuartos de aperos o de caminos, y algunas tienen corrales o algún estanque de pequeña capacidad. 

La génesis de estos cultivos se produce en momentos en que el aprovechamiento del terrazgo agrícola tenía que ser casi total, por lo que muchas tierras son roturadas en sectores pedregosos e inhóspitos, buscando siempre los fondos de pequeñas vaguadas donde se concentran elementos finos que permitirán el cultivo. Era necesario explotar grandes extensiones de tierra para obtener escasas producciones de mera subsistencia, y cultivar hasta el último celemín de terreno. 


Almendreros entre bancales llenos de malas hierbas. El Melozar.



Son tierras de pequeños propietarios que combinaban las prácticas ganaderas con las agrícolas. La llegada del regadío tras las primeras galerías y pozos de mediados del siglo XX,y la dura postguerra civil favorecieron un aumento de las explotaciones, aunque la tendencia en las últimas décadas es el abandono, manteniéndose algunas vinculadas a la viña, a las bodegas y a los cuartos para pasar los fines de semana. 

Estos sectores cultivados se alternan con sectores de vegetación natural, como bordes de riscos y las coladas del Volcán de las Arenas de 1705 (que fueron plantadas de pinos a lo largo del Siglo XX). En las huertas descuidadas, en una fase más o menos avanzada de abandono aparecen especies ruderales que funcionan como un matorral de sustitución, como inciensos, vinagreras, o tuneras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece que no quiere usted comentar nada acerca de los majanos más importantes del valle: Las Pirámides de Goymad y su más que posible constucción por parte de los guanches ¿Se lo impiden sus orígenes godos?.