lunes, 14 de noviembre de 2011

A la sombra de las montañas.

¿No nos ofrecen las montañas en un espacio pequeño un resumen de todas las bellezas de la Tierra? Los climas y las zonas de vegetación se escalonan en sus pendientes: en ellas se puede abrazar en una sola mirada los cultivos, los bosques, las praderas, los hielos, las nieves, y cada tarde la luz agonizante del sol da a las cimas un aspecto maravilloso de transparencia. En nuestros días ya no se adora a las montañas, pero al menos aquellos que las conocen las aman con un amor profundo.

Elisee Reclus

Las Islas Canarias son montañas que emergen del océano, alcanzando grandes elevaciones, como en otros archipiélagos volcánicos de la Tierra. 
En Cabo Verde, el Pico do Fogo, en la isla del mismo nombre, alcanza 2829 metros, y en Hawaii, el Mauna Kea tiene una altitud de 4205 metros sobre el nivel del mar. 

Las zonas montañosas del planeta son una de las principales fuentes de biodiversidad animal y vegetal del mundo al poseer múltiples ecosistemas, debido al aislamiento, a la estratificación del territorio que se genera debido a las diferencias de temperatura, a la complejidad topográfica, a la existencia de agua liquida, en forma de nieve o en forma de nubes rastreras, a las diferencias de insolación, etcétera. 

Las nubes impulsadas por el  Alisio traspasando la cumbre dorsal de Tenerife sobre Chivisaya.

La biodiversidad de las montañas, debe ser conocida por la gente que las poblamos, para convertirnos así en garantes de la protección de estos recursos insustituibles. 
A través de generaciones, los pueblos de las montañas hemos adquirido un conocimiento único y detallado de sus ecosistemas, ante la falta de interés de los gobernantes que no son conscientes de la importante función de las montañas para la conservación de gran parte de la biodiversidad global. 

Las montañas funcionan como islas de biodiversidad, rodeadas por un mar de monocultivos y paisajes modificados por el hombre (cuánto más nuestras islas, que son realmente montañas aisladas en el Océano). 

El aislamiento y la relativa inaccesibilidad han contribuido a proteger y conservar las especies en las montañas, (cabra hispánica, osos, lobos, quebrantahuesos, buitres, corzos y rebecos, pinsapo, manzanilla real, tajinastes, violetas del Teide, lagartos, pinzón azul por poner algunos ejemplos canarios e ibéricos). 

Guirres y cuervos.

Otras de las peculiaridades de las montañas son su diversidad agro biológica. Los agricultores y los ganaderos llevan miles de años manejando los recursos genéticos, que conlleva la selección, el cultivo y el mantenimiento continuo de las variedades de plantas, así como la crianza de animales para afrontar, tanto las condiciones del medio ambiente, como las diferentes necesidades nutricionales y sociales. 

La inmensa diversidad que se refleja en los sistemas agrícolas tradicionales de las áreas montañosas, es el producto de la innovación de los agricultores desarrollada a través del aprendizaje por tanteo y error. 

Estas comunidades tradicionales consideraban la diversidad biológica como un recurso de propiedad común, y las diferentes especies y semillas se intercambiaban entre las comunidades agrícolas, lo que ha sido trascendental en la conservación de la diversidad. 


Algunas variedades de papas de color cultivadas en Canarias.

Los sistemas agrícolas de montaña, basados en la diversidad biológica, así como el papel central de los agricultores en su manejo, deben ser valorados en lugar de ser menospreciados por tradicionales. Los agrosistemas tradicionales pueden ser una herramienta substancial en la evolución del moderno desarrollo sostenible. 

En los Andes, cuna del cultivo de la papa, los agricultores nativos continúan cultivando unas 200 variedades de papas indígenas. En las montañas de Nepal los agricultores tradicionales cultivan unas 2.000 variedades de arroz. 

Camello canario. Raza autóctona, presente en Canarias desde el Siglo XV y que se encuentra en la actualidad en franco retroceso.

Muchos otros cultivos «menores» siguen siendo importantes para las comunidades locales. 
El ulluco, un tubérculo, y la quinoa, un tipo de cereal, en los Andes; el tef, un cereal cultivado en las tierras altas de Etiopía; y las diferentes variedades de mijo que constituyen la base de las dietas de las comunidades del Himalaya. 

En Canarias tenemos razas autóctonas de cabra, como la majorera y la palmera, adaptadas a cada territorio insular; perros nativos, como el verdino, el presa canario, el pastor garafiano y el perro lobo herreño, que ayudaban en la guardia y custodia de los ganados; oveja pedigüey, vacas de la tierra, burro majorero y cochinos negros. Contamos con 125 variedades de papa, 69 de peral, 41 de castañeros, 11 tipos de durazneros, 42 de ciruelos, 37 de millo, y me paro aquí porque la lista es muy larga. 

Belloteros en Arafo (1.400 m.s.n.m.)

Estas reservas de diversidad genética valen más que el oro de la tumba de Tutankhamon, son nuestro seguro para el futuro, sobre todo ante la amenaza de los sistemas económicos capitalistas que están transformando otras tierras de cultivo en extensas superficies uniformadas de invernaderos con variedades alimentarias de alto rendimiento, monocultivos que nutren a gran parte de la población mundial, pero expuestos a plagas, enfermedades y patógenos, desastres naturales, y con un alto consumo de energía fósil y de agua. 

Los habitantes de las montañas han coevolucionado con su medio, hasta el punto de adquirir un conocimiento transmitido de padres a hijos sobre los usos y aplicaciones de este gran banco de biodiversidad. 

Guindero en Arafo (1.200 m.s.n.m.)

La ciencia ha investigado una exigua parte de las plantas del mundo, llegando a valores que no superan el 1 %. Sin embargo, los pueblos que conviven con esas plantas reconocen y utilizan una gran cantidad de ellas. 
La paradoja reside en que cuando se está comenzando a valorar este enorme recurso en la lucha contra el hambre y las enfermedades, los ecosistemas montañeses y su biodiversidad se están viendo seriamente amenazados. 

La destrucción del hábitat para la minería a cielo abierto, la tala de los bosques, la agricultura o ganaderías comerciales, el cambio de uso del territorio (en España, la proliferación de pistas de esquí), el turismo masivo (caso de Canarias) y poco respetuoso con el medio, el comercio ilegal de plantas y animales raros de las montañas (gorilas, felinos, osos, orquídeas, tajinastes, violeta del Teide, aves, anfibios y reptiles), está poniendo en serio peligro los ecosistemas de montaña a escala global. 

Si a esto le añadimos el despoblamiento por la emigración de las poblaciones locales, debido a la pobreza y el abandono al que han sido sometidas durante décadas, junto con las consecuencias insospechadas del cambio climático, el panorama no es halagüeño.

Castañero. Las Vigas. Altos de Arafo, sobre los 900 metros de altitud.

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