lunes, 8 de agosto de 2011

Cambio climático, hambrunas y nuevos cultivos.







El cambio climático provocará cambios sustanciales en las áreas aptas para la agricultura, afectando a una amplia gama de cultivos. Los nuevos patrones climáticos alterados serán de muy difícil predicción, pero podemos concluir que puede aumentar la vulnerabilidad de los cultivos a las plagas, las enfermedades y los efectos de eventos climáticos extremos tales como altas temperaturas, sequías y lluvias torrenciales. 
Se podrían suceder capítulos extremos, como sequías seguidas de inundaciones por lluvias intensas, que ya en si mismo causarán catástrofes. 
Los efectos ecológicos, serán, en principio, la expansión de los agentes patógenos, enfermedades y plagas que afectan a las poblaciones humanas y la producción agrícola y ganadera. 
El impacto del cambio climático en la producción de diversos cultivos varía mucho en función principalmente de la región, la estación de crecimiento, los cultivos y sus umbrales de temperatura. 
Cereales, oleaginosas y leguminosas dependen de la temperatura y, en muchos casos, la duración del día, para alcanzar la madurez. El aumento de la temperatura puede acortar la duración del período de crecimiento de estos cultivos y, reducir los rendimientos.



Variedad de manzana asturiana, una entre 800.




Los cultivos proclives a sufrir una disminución significativa de las áreas adecuadas para su cultivo suelen ser vegetales de clima frío, como la fresa, trigo, centeno, manzana y avena.  Los cultivos que se verán favorecidos son mijo panizo, girasol, mijo común, garbanzos y soja.


Mijo


Las regiones que produzcan estos alimentos en el futuro, serán fundamentales para asegurar el abastecimiento alimentario. Por ejemplo, la superficie donde se podrá cultivar el mijo panizo aumentará en más del 10% en Europa y en el Caribe. Sin embargo, estos niveles de aumento no se esperan para África, donde este cultivo es la actual base alimenticia de amplias regiones (sectores del Golfo de Guinea y Sahel). 
África subsahariana y el Caribe perderán entre el 2,6% y 2,2%, respectivamente, de superficies aptas para el cultivo, zonas con escaso desarrollo y escasa capacidad para hacer frente a las hambrunas. Existe una tendencia general a perder áreas cultivables en la zona del Sahel, partes del sur de África, India y el norte de Australia, pero sin embargo, se ganarán tierras agrarias en Norte de EE.UU., Canadá, Antártida, y la mayor parte de Europa. 
En general, las zonas aptas se incrementarán, pero la mayoría de los afectados por la pérdida de superficie viven en regiones que ya están luchando contra los efectos de los fenómenos climáticos irregulares y extremos, en especial el mundo subtropical y mediterráneo. 

Hay que identificar las especies prioritarias y las zonas destinadas a aplicar estrategias de adaptación al cambio climático, en especial para el cambio del clima tolerante a las variedades mejoradas. 
Hay que evaluar los recursos genéticos que se encuentran en los bancos de genes y, también, en la Naturaleza y encontrar las que tengan un potencial para adaptarse a los retos agrarios del cambio climático.





Bancos de semillas, fundamentales para guardar la biodiversidad agrícola.




Buscar y potenciar la riqueza en especies y la diversidad genética que existe en las variedades locales y especies silvestres que deben ser utilizadas, así como aprovechar el conocimiento que reside en campesinos de todo el mundo y que son fruto de un saber adquirido durante generaciones y perfeccionado por la coevolución del paisano con su terrazgo agrario particular. 
Volver aprender a sembrar, a cosechar, a seleccionar las variedades más adecuadas, para adaptar los cultivos a las condiciones climáticas que permitirá seguir cultivando en áreas degradadas, y el óptimo aprovechamiento de las nuevas tierras cultivables.


Campesinos canarios

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