lunes, 8 de noviembre de 2010

Nuevo Mundo, nueva ciencia.






A finales del siglo XV, los límites de los tres continentes clásicos del Mundo Antiguo y la Edad Media: Europa, Asia y África, son rebasados por el primer impulso de las potencias ibéricas.

Bartolomeu Días dobla el Cabo en 1488 y se topa con el Índico: Asia se encuentra en la otra orilla.

Colón y los hermanos Pinzón, tras atravesar el Océano desconocido afrontan el descubrimiento de América en 1492.

Los portugueses llegan a Asia doblando el Cabo de Buena Esperanza en 1498. Casi nueve meses tardó Vasco da Gama en llegar a Calicut.

En 1500, la flota de Álvares Cabral se encuentra con Brasil.

Se circunvala el mundo en la expedición de Magallanes y Elcano, y la colonización y explotación de las nuevas tierras es casi inmediata.

Las tierras conocidas se multiplican por dos en poco más de treinta años, el ecumene crece espontáneamente.

Sin embargo, el peso de los presupuestos teológicos y de la ciencia aristotélica es tal que se sigue manteniendo que existe una Terra incógnita meridionalis.


Las noticias que viajeros y descubridores traen sobre la Indias, estimulan el desarrollo científico y el afán explorador, creándose centros de estudios náuticos y cartográficos, como la casa de contratación de Sevilla o la casa de la India en Lisboa.

Se toma como modelo el paradigma de Estrabón, la geografía descriptiva, y se inicia un proceso de recogida sistemática de información territorial con fines políticos, económicos y administrativos: los nuevos imperios transoceanicos precisan conocer datos sobre las riquezas que se poseen, sobre rutas e itinerarios, sobre clima, suelos y agua para establecer nuevos cultivos que empiezan a llevarse al Nuevo Mundo, como el azúcar, el trigo, aceite, viña y diferente ganado.

Se modifica la imagen cartográfica del mundo y se supera a Ptolomeo, a finales del siglo XVI, con las obras Teatro del Orbe de la Tierra (1570) de Ortelius y el Atlas (1595) del flamenco Mercator (Gerard Kremer) (1512-1594), que también aportó la proyección cilíndrica que lleva su nombre.

Los monarcas portugueses y españoles trataron de mantener un exquisito sigilo sobre los nuevos descubrimientos, pero los cartógrafos no cesaban de fabricar nuevas cartas, que eran actualizados y corregidos.

La Tabula Peutingeriana, que es un itinerario que muestra la red de carreteras del Imperio romano, con interesantes anotaciones hidrográficas y de relieve, que data del siglo IV fue hallada en 1507 por el humanista alemán Konrad Peutinger.




Ese mismo año se publica el Atlante de Ptolomeo, acompañado por la Cosmographiae introductio, de Walseemuller, que dio el nombre de América al continente descubierto por Colón, en honor de Americo Vespucio, gracias al cual se demuestra que no eran las Indias deseadas por el Almirante de la Mar Oceána.

Juan de la Cosa, monta el primer mapa de las tierras del Nuevo Mundo en 1500, al que acompañan los de Pedro Mártir de Angleria y Diego Ribeiro. La escuela de Mallorca, se convierte en el primer enclave de producción de mapas de Europa durante el Renacimiento.

La revolución geográfica cambia radicalmente la concepción europea sobre el mundo:

La Tierra era redonda y giraba sobre su eje y Nicolás Copérnico, astrónomo polaco, publica De revolutionibus orbium celestium, que plantea el sistema heliocéntrico: el Sol era el centro del universo y la tierra, una esfera achatada por sus polos, giraba en torno a la estrella

Jean Fernel en 1525, mide con gran precisión el grado del meridiano en el año de 1525 entre Amiens y París al contar el número de vueltas de la rueda de un vehículo.

La época de los grandes descubrimientos había allanado el camino a la revolución científica del Siglo XVII.

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