martes, 13 de abril de 2010

Utopia


Los encuentros entre la geografía y la literatura se remontan al comienzo de la una y de la otra. Cuando los hombres y las mujeres descubren nuevas tierras más allá de sus incipientes asentamientos, sienten la necesidad de contárselo a sus semejantes, primero de viva voz y luego mediante la palabra escrita

De los grandes temas literarios de todos los tiempos: la Divinidad y la Muerte, el Amor y el Odio, el Tiempo y el Espacio, son estos últimos los que han sido descritos con minuciosidad, inventados y readaptados.

Desde los textos homéricos, La Iliada y La Odisea, o la Epopeya de Gilgamés babilónica, hasta 2001, una odisea del espacio, de Arthur C. Clarke, la literatura no ha sido otra cosa que un viaje eterno de los hombres y mujeres, ya sea solos o acompañados, por el espacio real y el espacio inventado.

¿No es El Quijote un libro de viajes por paisajes muy reales, pero con personajes que quieren transformar el mundo en que habitan, por encontrarlo vacío y patético?

C.S. Lewis creó el mundo fantástico de Narnia y a personajes tan potentes como Aslan, el Principe Caspian, Reepicheep o la Bruja Blanca. 


Del espacio imaginado, del espacio visto por culturas diferentes, orientales, germánicos, indios, latinos y la anglosajones, han surgido Liliput, Narnia, La Atlántida, Camelot y su Tabla Redonda, la Ínsula Barataria, San Borondón, Vetusta, Comala, Macondo, Jefferson, Sangri-La...

Hemos releído multitud de obras de diferentes autores y también algo de los críticos que creen conocerlos. Hemos vuelto a pasear por Macondo y hemos observado el fusilamiento del Coronel Buendía otra vez. Hemos contemplado el mundo desde las tierras de La Comarca y hemos vuelto a morir con el rey Théoden en la Batalla de los Campos de Pelennor. Hemos surcado los siete mares a bordo del Holandés Errante, o nos hemos perdido en la Biblioteca prohibida de la Abadía de El Nombre de La Rosa. En definitiva eso es la literatura: El viaje que hace el lector a través de los vastos paisajes que un autor imagina delante de unas hojas de papel y que siente la necesidad de describir a sus semejantes.  
Así se inventó la geografía.
Syldavia, reino centroeuropeo creado por Hergé (Georges Rémi), para El Cetro de Ottokar y al que Tíntin volvió en varias ocasiones.



Rivendel, el País de Nunca Jamás, Utopía, El País de Oz, La Minas del Rey Salomón, Ruritania, Syldavia... Todos estos lugares y muchos más se han creado y descrito como lugares imaginarios donde se desarrollan historias verídicas, pero también soñadas. Son los lugares míticos que no han cambiado desde el principio de los tiempos, que evoluciona junto a sus habitantes y que finalmente son pervertidos por el progreso y la llegada de extranjeros y de sus nuevos métodos de vida.

En definitiva, son los pueblos o pequeñas ciudades en los que todos ansiamos vivir, lejos de la influencia de la ciudad y del mundo exterior, al que llegan las innovaciones por medio de extraños mensajeros que se juegan la vida entre montañas, entre ríos y selvas, o simplemente, que parten hacia lo anodino, lo previsible y rutinario.

Rivendel. Morada del Medio Elfo Elrrond. Lugar donde se conocieron Arwen y Aragorn, el que sería el Rey Elessar.



El espacio es descrito con multitud de símiles y metáforas, acercándonos a los hechos cotidianos como si fueran capítulos de una epopeya a la que deben enfrentarse todos los nacidos: vivir.

El planeta se describe como una máquina cuyo mantenimiento ha sido descuidado, o tan vieja que ya nadie se acuerda de cómo se mantiene.

Las Utopías, al fin y al cabo, son solamente, eso, "no lugares" que habitan en el mundo de las letras, en el mundo fantástico de la imaginación y de los deseos. Son esos lugares halagüeños a los que jamás llegaremos, pero a los que siempre aspiraremos, y por eso nos sentimos vivos y luchamos por todo aquello que nos hace sentir así. 



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