viernes, 9 de abril de 2010

Pascua.


Los cristianos de todo el mundo celebramos en esta semana la octava de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Para nosotros es la fiesta más importante en todo el año, ya que creemos que la Muerte y la Resurrección en la luz de Jesús de Nazaret es la culminación de la promesa hecha por el Señor al pueblo de Israel, y por tanto, a toda la Humanidad.
La salvación, la búsqueda de la verdad que nos hará libres, la solidaridad para con los pobres, debemos entenderla en clave de que, esa muerte y esa resurrección son las del defensor de aquellos que esperaron justicia y la recibieron de parte Dios.
Cristo fue sacrificado en muerte de Cruz, aquella reservada a los peores criminales. La actuación de los poderosos: Sanedrín, Herodes, Pilatos, la inacción de sus discípulos (que se dormían en Getsemaní y que lo negaron), nos debe enfrentar a que Cristo fue ejecutado en virtud a unas leyes injustas, una traición ruin, un juicio ilegal, un proceso nada claro... se entregó por nosotros, pero nosotros no impedimos su muerte.
Jesús dio voluntariamente su vida y el Padre entregó al Hijo por amor. Jesús es salvador porque se convirtió en víctima (como todos los desposeídos, los marginados, los apartados). Jesús rompe la cadena de la violencia porque soporta la tortura y el asesinato sin caer en la tentación del Demonio de la Violencia...¡cuánto debemos aprender de Él!.
En nuestra particular historia de salvación, si no queremos incurrir en un exceso de academicismo o de filosofía, debemos enfocar el hecho de que a Cristo lo mataron por anunciar el reino de Dios.
Recordemos que el pueblo de Jerusalén lo aclamó con cantos de Hosanna y lo escoltó con ramas de olivo (símbolo de paz y de esperanza), y con palmas (símbolo de realeza) Su entrada en Jerusalén fue el cumplimiento de la venida del Mesías anunciada por los profetas. Jesús acudió al llamado de la humanidad sufriente y proclamó que el reino de Dios estaba entre ellos. Era el Hijo del Padre que defendía a los desfavorecidos, aunque para ello se enfrentara al poder social, económico, político y religioso.
La resurrección es la confirmación de que la Justicia, que se nos prometió y se nos anunció, le ha sido concedida a Jesús de Nazareth y es el comienzo de la venida del reino.
Gracias a la Resurrección, la humanidad vive con la esperanza cierta de que cesarán las injusticias y seremos plenamente libres y saciados.
Mi pregunta y mi duda es si, nosotros en esta Pascua, no no estaremos comportando como aquellos otros de Jerusalén que decían que su rey era el César y que soltarán a Barrabás. Contemplamos miles de crucificados diariamente a través de nuestros televisores, en Gaza, en Irak, en Afganistán, en África, en Haití... y cambiamos de canal. ¿No estaremos negando al Maestro, como hizo Pedro en aquella fría madrugada de hace dos mil años?.












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