martes, 29 de diciembre de 2009

Los centros Vavilov (Cap. 2 y final).


Vavilov pasará el resto de sus días en la URSS, donde inició el fundamental trabajo de catalogar, estudiar y dar uso a las semillas que había recolectado, que constituían entonces la colección más grande e importante del mundo.

Estas semillas fueron diseminadas en unas 115 estaciones experimentales distribuidas por las diferentes zonas bioclimáticas de las 15 repúblicas soviéticas, desde el Báltico al Pacífico, desde el Caspio al Ártico.
En sus viajes, Vavilov observó que la biodiversidad agrícola estaba repartida de una manera muy desigual, ya que algunos espacios ofrecían un gran abanico de variedades y especies, y otros eran parcos en plantas.

En Oaxaca (México) se encuentran policultivos de subsistencia con más variedades de millo que en todo el Corn Belt estadounidense, o huertos indígenas en el Altiplano boliviano y peruano con más tipos de papa que en Irlanda, Gran Bretaña o Polonia. En Canarias había fincas que contabilizaban medio centenar de variedades de frutas, tan dispares como tuneras junto a limoneros o manzanos.
Vavilov concluyó que la biodiversidad agrícola se relaciona con relieves complejos, que poseen diferentes suelos y diferentes climas locales, la mayoría de ellos situados en zonas montañosas o en isalas oceánicas, donde cordilleras y mares compartimentan los paisajes, creando multitud de nichos ecológicos. El aislamiento aumenta las probabilidades de especiación, pero también frena la proliferación de especies cosmopolitas y xenofitos (Canarias es un claro ejemplo de este fenómeno).

La mayor parte de las plantas que sirven de alimento a la Humanidad desde hace 10.000 años provienen, en su mayoría, de diferentes núcleos, como China (soja, arroz, cítricos, nísperos), India (arroz, azúcar, té), Asia Central (trigo), México-Centroamérica (millo, pimiento, tomate), los Andes (papa), África (sorgo, mijo, mandioca, cacao, café), y el Mediterráneo (olivo, viña, cereales).
En la actualidad los botánicos y los agrónomos se refieren a estas áreas geográficas como Centros Vavilov, que son refugios irremplazables de biodiversidad y son esenciales para la alimentación humana, ya que, cuando se quieren mejorar las variedades, hay que acudir a los centros de origen.


Tan apreciada y reconocida era la importancia de la colección de semillas de Vavilov que sus colegas científicos hicieron los más grandes sacrificios para protegerla durante la Gran Guerra Patria (II Guerra Mundial). En Leningrado, algunos de ellos murieron de hambre antes de comerse las semillas almacenadas en la estación experimental en las afueras de la ciudad, sitiada por los nazis.
Sin embargo, en esos momentos, Vavilov estaba preso, no por el invasor, sino por sus propios compatriotas, debido a que el dogma político de Lysenko, primaba sobre las hipótesis de científicas de Vavilov y otros colegas soviéticos, sometidos a la locura estalinista. Tildado de contrarrevolucionario, en agosto de 1940, fue detenido y confinado en un presidio de Saratov, Siberia, donde murió en enero de 1943.


El banco de semillas ya no estaba custodiado por científicos auténticos. La ortodoxia estalinista reinaba y los acólitos de Lysenko eran como los hunos de Atila. Los depósitos se dañaron por el mal almacenamiento y por las escasas garantías cientificas en su cuidado y manejo.
En los años sesenta, tras la apertura iniciada por Kruschev, se rehabilitó a Vavilov, hasta el punto de que e
n 1968, el Instituto de Botánica Aplicada de Leningrado pasó a llamarse Instituto Vavilov y en el momento de la desintegración de la Unión Soviética, en 1991, la red de investigación de Vavilov estaba parcialmente restaurada y operaba en 19 estaciones experimentales, cuatro de ellas fuera de Rusia.

Hasta la fecha, nadie más ha realizado un esfuerzo semejante al de Vavilov para catalogar y clasificar la biodiversidad agrícola del planeta.


Sus teorías sobre la distribución geográfica de la biodiversidad han pasado la prueba del tiempo y todavía hoy son aceptadas por biológos y agrónomos del mundo entero.

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