lunes, 28 de diciembre de 2009

Esperar la lluvia temprana y la tardía.



Una de los primeros conocimientos que adquieres en las clases de climatología en la Facultad es que en el mundo subtropical, y más concretamente, en los sectores mediterráneos, las lluvias son escasas, irregulares (grandes períodos de sequía con grandes momentos de lluvias), y cuando caen lo suelen hacer con una gran intensidad horaria.

Si no fuera así, no se entendería que los ríos españoles se configuren en ramblas, los cauces del Norte de África y del Oriente medio sean uadis o wadis, o en Canarias existieran estos barrancos tan peculiares.

No vale que tiremos del tan socorrido cambio climático (que oportuno es apelar al demonio para echarle las culpas de mis pecados), que existe cuando interesa, pero no existe para solucionarlo, como pasó en la reciente cumbre-pantomima de Copenhague.

Tendríamos que hacer una reflexión diferente: el "urbanismo" que ha hecho crecer España durante la última década ha carecido de una verdadera planificación territorial, y ya no hablo del hecho de que, a lo mejor, no necesitábamos tantas edificaciones e infraestructuras de dudosa utilidad, sino que no hemos tenido en cuenta la lógica del territorio en el que se asientan nuestras casas, o por el que hemos trazado nuestras carreteras: paisajes secos, rocosos, pedregosos, de clima imprevisible, de vegetación rala, que arde en verano, de vientos fuertes, que crían gente dura y adusta.

Se no está haciendo demasiado familiar la visión de nuestros paisanos sacando enseres de sus casas, de coches haciendo rafting entre lodo y piedras, de azoteas llenas de barro y entullo, como hemos observado en el Norte de Tenerife el pasado mes, en La Palma y en Tasarte, hace unos días.

No todas las noticias son malas en relación con las lluvias: en zonas tan necesitadas de agua como es La Mancha, que debe soportar cómo uno de los mejores humedales de Europa (Tablas de Daimiel) agoniza lentamente por la sobreexplotación de los acuíferos y la nefasta gestión de los recursos hídricos, parece que los ríos vuelven a llevar agua, aunque sea por unos pocos días. Me refiero a los cauces manchegos, que se han llenado de agua y vuelven a fluir, tras décadas de sequía, como los ríos Jabalón y Azuer.


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