lunes, 20 de julio de 2009

Caminando.



Caminar supone un esfuerzo. Somos bípedos desde hace unos cuantos cientos de miles de años, pero en los últimos tiempos, nuestra postura preferida es estar apoyados sobre nuestros glúteos.
Comenzar a caminar es uno de los mayores esfuerzos que puede hacer un niño en sus primeros años de vida. Y además es una metáfora de lo que será nuestro tránsito por este mundo: tropezar, caer, levantarse, volver a intentarlo...
Caminar me ha supuesto conocer lugares, gentes y paisajes extraordinarios.
Además, es la única manera que tenemos para llenar nuestra sangre de la vitamina O (oxigeno), tan necesaria en nuestra vida.

Consumimos esas reservas energéticas de las que no precisamos, el sudor libera toxinas, se reactiva nuestro bombeo del corazón. Nos sentimos vivos, como los niños que corretean por el parque.

Yo empecé a caminar por afición siendo un pitufo, saliendo desde la puerta de mi casa. Conozco (conocía) cada recoveco de las coladas históricas del volcán de Arafo de 1705, el Barranco de Las Gambuesas o el Monteverde de Arafo también fueron lugares muy caminados...Anaga, Teno, La Gomera, La Palma, El Hierro, Castilla, Valencia, El Delta...en todos caminé, de todos aprendí.

Caminamos solos, buscándonos a nosotros mismos, caminamos en pareja buscando un compañero en el que confiar, donde apoyarnos y le ofrecemos soporte y confianza. Pero también caminamos en comunidad, alegres, en relación intensa con los demás y con el mundo que nos rodea.

Descansar entre paso y paso y descansar al final del camino. ¿no es eso la vida?. Conocer estaciones, conocer gentes, mirar adelante y mirar hacia atrás y ,sobre todo, disfrutar de cada paso...el camino es llano, abajo, y arriba, pero, así es... ¡VIVIR!

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