miércoles, 29 de octubre de 2008

Alimentos y mercados




¡VIVA EL MERCADO LIBRE!

Nos están contando que los precios de los alimentos suben sin parar, primero por culpa de los precios del petróleo, después por la crisis financiera, más tarde por cualquier mentira que se le ocurra al "analista" de turno.

Los precios de los alimentos, como la bolsa, o el precio del petróleo suben por culpa de la especulación y de los intermediarios. Aquí, en Canarias ¿se acuerdan de aquella canción de Los Sabandeños que criticaba a los gangocheros?. Pues, años después, las cosas siguen igual o peor.

Analicemos los pueblos que integran el Valle de Güímar: Arafo, Candelaria y Güímar. Eran pueblos eminentemente agrícolas, y en ellos se desarrollaron economías dignas, gracias al peso del sector primario. Se exportaron papas a Inglaterra, los vinos blancos y rosados eran famosos en las islas, se destilaban aguardientes, cuando se cogían las castañas de Arafo, se rompían los precios en Santa Cruz, se embarcaban cebollinos a Lanzarote y Fuerteventura, se abastecía el mercado capitalino con hortalizas y frutas durante buena parte del año.

El sistema no era perfecto, ojo, no piensen que reclamo un pasado lleno de trabajos y a veces de miseria, donde la presencia del caciquismo, la injusticia y la desigualdad eran opresivos, pero se producían alimentos, que es a lo que vamos.
Cultivo de lechugas en El Portugués.


Por supuesto que la sociedad de nuestros padres y abuelos no vivía en la abundancia, al contrario, pero eran prácticamente vegetarianos y los alimentos que se consumían eran de una excelente calidad, con cualidades organolépticas inestimables y tan frescos como lo permitía la temporada. Había papas inverneras, o de marzo; de sequero y regadío; brevas, higos negros, mulatos, blancos, de a libra; millo, cebada, trigo, chícharos, arvejas y centeno; los animales que se tenían producían carne, leche, huevos e importantes cantidades de estiércol que abonaban los campos...
Desde una visión geográfica (que es la que me toca), el funcionamiento del sistema agroecológico era un círculo: los nutrientes, el agua, hasta la combinación del espacio cultivado, y sus relaciones con los espacios balutos, pero que servían de fuentes de recuros no agrarios, como pinocha, hierba y ramas para el ganado, piñas y leña para combustible...las escuelas más ecologistas me dirán que el sistema también tenía dificultades que generaban graves crisis, incluso hambres periódicas, lo cual es cierto hasta cierto punto, pero su análisis no corresponde a esta entrada del blog.

En el panorama actual, hay que tener en cuenta, entre otros muchos, estos factores:
  • La población de Tenerife no ha dejado de crecer en los últimos años, alcanzando densidades locales, no ya como la de Japón (que hace tiempo que se superó para el total de Canarias), sino como las de Hong Kong o Singapur, que son los ámbitos urbanos con mayores densidades a escala global.
  • Poseemos gran variedad de climas locales, tipos de suelo, diferentes vertientes con exposiciones distintas al viento y al sol.
  • Aunamos la tradición agrícola (y gastronómica) de tres continentes: Europa, América y África
  • La sociedad canaria jamás ha estado "aislada" del resto del mercado mundial (a lo mejor del resto del estado español sí, pero del mundo, no), lo que nos permitía exportar alimentos al exterior, y ahora nos obliga a ser dependientes de la importación de los mismos.
  • La llegada de turistas que estaba estabilizada hace algunos años, pero siempre con una tendencia al alza, se ha disparado, consiguiendo cifras récord de visitantes año tras año.

Todo esto nos lleva a pensar que hay mercado para los productos locales. El mercadillo de Arafo ha sido el último que se ha sumado a los experimentos que tan bien han funcionado en Tacoronte, Granadilla (sobre el que se ponen medallas hasta los que lo criticaron y se opusieron a su apertura hace ya unos cuantos años), y más cercanos, como el de Güímar, que no sólo ha reanimado la agricultura, sino el comercio y la hostelería en la zona circundante en un día con tan poca actividad como el domingo, y el de Candelaria.

La desaparición del temido "margen de ganancias" que enriquece a los intermediarios y que empobrece a los productores y encarece el precio final de los productos revierte en el beneficio de la mayoría.
Mercadillo del agricultor de Arafo. (Foto: web del Ayuntamiento de Arafo)

Hasta el momento parece que la vía arafera al "libre mercado" funciona de modo correcto, sobre todo porque cada vez son más los vecinos que se acercan por allí, a comprar o a dar ambiente, que también es beneficioso. 
Habría que plantearse por parte de más agricultores, e incluso ganaderos o artesanos aumentar la participación en el mercado, porque, creo que sitio hay.

Afortunadamente, parece que la fiebre especuladora y constructora se ha parado un poco, pero nos ha dejado multitud de cadáveres, entre ellos la agricultura, que es un muerto al que nadie se atreve a redactarle un certificado de defunción y a enterrarlo.

Pero también ha herido de muerte nuestro paisaje intraurbano y periurbano, que se ha llenado de esqueletos de edificios parados y sin rematar. La lógica paisajística que combinaba residencias con huertos, ha desaparecido.

Otros danmificados por el huracán del cemento han sido muchos propietarios de canteros que permutaron sus tierras y ahora se encuentran sin huertas, sin piso y sin posibilidad de enajenarlo hasta "que la crisis se resuelva", sin que nadie sepa exactamente cuando ni cómo. De estos afectados por la crisis nadie habla, como si no significara nada que el patrimonio que nuestros padres nos han dejado y que adquirieron y mantuvieron con trabajos y penalidades se desvanezca.

Algunos critican que muchos agricultores son personas jubiladas con mucho tiempo libre y una paga que le guarda las espaldas, o empleados con contratos fijos en empresas que les permiten tener tiempo libre, otros son albañiles que buscan complementar rentas frente al descenso del trabajo... 
Me da igual, lo importante es que se están produciendo alimentos y se están trabajando tierras que desde hace décadas no sentían la reja de un arado pasar por su superficie, llena antaño de cenizos y amores secos.

No somos conscientes del bien que supone para una sociedad el que las tierras y el suelo agrícola se exploten y produzcan alimentos, pero eso es algo que debe quedar en secreto, porque como se enteren los cuatro politicastros de siempre y sus secuaces, mal nos iría.

Apliquemos el sentido común y no seamos gandules: cuando el dinero no vale nada, como es el momento actual, lo único que tiene valor es el trabajo y el esfuerzo.

A vueltas con la papa, base de la alimentación de los canarios

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