sábado, 4 de octubre de 2008

Jable del Sur de Tenerife




Hace algunos años (en 2002), Isaac López y yo publicamos en la revista El Pajar un artículo titulado Los paisajes agrarios sobre pumitas del Sureste de Tenerife: Un visión geoambiental. Pretendía ser un apunte más a una serie de artículos publicados por geográfos como Wladimiro Rodríguez, Víctor Martín o Fernando Sabaté. Era una puesta en valor del trabajo secular de los campesinos canarios y de como habían labrado un paisaje singular, aprovechando los recursos que le ofrecía el medio natural. 
Han pasado seis años y muchas cosas han cambiado. Publico en este blog un apéndice de aquel artículo.

El paisaje agrícola del jable es una gran variación respecto al paisaje agrario de costa. En el Sureste desaparece el cultivo del tomate (es una planta termófila que en la medianía, al bajar la temperatura, reduce sensiblemente sus producciones) y aparece el cultivo principal de la papa, aunque en los últimos años está estancado y en algunos sitios en retroceso, asociado a la viña, a los cereales (millo principalmente), hortalizas (calabaza, bubango), leguminosas (habichuelas, habas, arvejas) y árboles (gran variedad de frutales y cítricos).


Estos cultivos se desarrollan en canteros o huertas tradicionales en jable, donde el suelo agrícola son las pumitas (piroclastos volcánicos ácidos), convertidas en arenas de grano más o menos grueso y cuya construcción forma parte de todo un proceso desarrollado secularmente por los agricultores con el fin de obtener suelo y espacio útil. El terrazgo agrícola se convierte en una defensa frente a la erosión de los suelos, debido a que estas zonas de gran pendiente han sido sorribadas, creándose un espacio en bancales sobre laderas de grandes desniveles que son compensados, y que se opone a los daños causados por las arroyadas torrenciales, pero también es un sustrato que no se apelmaza con facilidad, ni en el que se forman costras superficiales.


Papas. Medianías de Abona.


En este paisaje, la viña, aún siendo un cultivo tradicional, prácticamente establecido desde el S.XVI, ha sido en gran medida marginal en cuanto a su disposición (se plantaba en los bordes, a modo de marco de las huertas, para dejar el centro del lienzo para otros cultivos fundamentales), pero no en extensión, puesto que al ser una planta eminentemente de secano ocupaba un espacio agrario bastante amplio, desde bien cerca del nivel del mar hasta zonas altas de cumbre. En la actualidad, el cultivo de la viña es el que ha protagonizado un mayor auge, tanto en superficie cultivada, como en producción. Este esplendor se refleja en el territorio, puesto que la explotación de la viña, bajo nuevos métodos agronómicos (espaldera sobre todo), ha traído consigo la ejecución de grandes obras de sorriba, aplanando lomos y rellenando vaguadas, con el fin de obtener más espacio para el cultivo.

El paisaje agrario se ha transformado sensiblemente en algunos sectores. De canteros de escaso tamaño y paredes de cantos y bloques de tosca con las vides formando aureolas de pequeños parrales, hemos pasado a grandes llanos, surcados por líneas de alambre y postes metálicos donde se ata la viña; con taludes de tierra y piedras sueltas, en los que se ven marcadas las cárcavas originadas por la erosión pluvial, o en el mejor de los casos, tapizados por una pobre vegetación ruderal.

Jable en Vilaflor.


La agricultura tradicional del jable se encuentra relacionada con un tipo de poblamiento típico de estos espacios rurales, en los que las viviendas se disponen sobre los lomos, a lo largo de un camino que asciende a la cumbre, ocupando solamente el frente de dicho camino, porque las partes traseras son ocupadas por bancales, que también se suceden en la primera línea del camino con otras edificaciones. Suelen tener dependencias y construcciones anejas relacionadas con el uso agrícola, como charcas, lagares, e incluso corrales y goros para animales domésticos.

El origen de estos asentamientos es variado. Algunos tienen una génesis tradicional, ya que fueron construidos en momentos en los que la explotación de tierras alejadas era fundamental en la economía, como La Zarza, Chimiche, El Río, El Bueno, Las Vegas (este último algo alejado ya del eminente paisaje de jable), pero otros proceden de casas diseminadas en medio de grandes fincas, que, por procesos de herencia y división de la propiedad fueron generando nuevas viviendas. Los cuartos de aperos, que se construían para guardar útiles de labranza y servir de almacén a los productos de las cosechas y de bodegas, también han tenido una influencia destacada en el crecimiento y estabilización de los vecinos, sobre todo en los últimos treinta años. Este tipo de poblamiento, difuso en origen, ha evolucionado hasta convertirse en núcleos más o menos compactos y de residencia permanente, como La Sombrera, La Sabinita

Además de estos poblados, toda la medianía está salpicada por casas e instalaciones diseminadas, muchas con carácter ocasional, pero otras convertidas ya en viviendas permanentes.

Cerca de Montaña Grande. Granadilla.


Estos sectores habitados y cultivados se alternan con otros sectores de vegetación natural, como barrancos o lugares de gran pendiente, con gran importancia ecológica y ambiental, como los Barrancos de El Río, Herques, Amorín, San Joaquín o Icor.

Cada vez más observamos huertas descuidadas, en una fase más o menos reciente de abandono y cubiertas por vegetación de sustitución, como jaguarzos, vinagreras, cornicales o tuneras.

El paisaje del jable, es un artificio humano, fruto del trabajo secular de las personas. Por eso, cuando se deja de trabajar, sufre un proceso acelerado de deterioro, que consiste en la caída de las paredes y la pérdida de todos los materiales usados en la sorriba, que en cada episodio de lluvias son acarreados al fondo de los barrancos, perdiéndose para siempre todo este suelo fértil.


El Escobonal. Agache.

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